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¿Correrán las macrogranjas la misma suerte que las tabacaleras?

Ahora que EE UU acaba de dar luz verde a dos empresas que producen carne elaborada en laboratorios, Italia, por precaución, ha prohibido su producción

Ana Vidal Egea
Investigadora en Reutlingen, Alemania
Una investigadora sostiene un trozo de carne artificial, el 7 de abril de 2022 en Reutlingen, Alemania.Bernd Weißbrod (picture alliance/ Getty Images).

Cuando en 2015 la Organización Mundial de la Salud declaró carcinógena la carne roja y la procesada (incluyendo nuestro jamón serrano) se armó el revuelo. ¿Cerrarían las carnicerías y charcuterías? ¿Y las churrasquerías? ¿Se acabarían las barbacoas? ¿Qué pasaría con todas las granjas? Por entonces, según el informe Alimentación en España, que elabora anualmente la empresa estatal Mercasa, el consumo de carne representaba el 21,8% y la carne era el producto más consumido por los españoles. Ocho años después sigue siendo el producto más consumido en el país (19,9%), y, según el Observatorio de la Asociación Española Contra el Cáncer, el colorrectal (favorecido por un consumo elevado de carne roja y procesada) es el cáncer que más ha crecido en España, con 41.600 nuevos casos en 2022.

Un estudio publicado a finales de septiembre destaca que el 66% de los españoles están convencidos de que hay que encontrar una alternativa a la carne tradicional. Pero no se augura un camino fácil. ¿Cómo reemplazarla?

La carne cultivada se perfila como una de las posibles soluciones. Especialmente desde que, el pasado 21 de junio, dos empresas, Good Meat y Upside Foods, consiguieron la aprobación oficial del Gobierno de EE UU. Los científicos llevan ya una década experimentando con la también llamada carne in vitro, que se crea a partir de células madre extraídas de músculos de animales vivos. Difiere de la carne creada a partir de plantas en que contiene las mismas grasas y proteínas animales que la carne tradicional, así como una textura, sabor y color muy similares. “Es carne real hecha sin el animal”, explicaba el fundador y CEO de Upside Foods, Uma Valeti. Consumirla no produce cuestionamientos éticos ligados al sufrimiento animal, ya que se elabora en un laboratorio y supone una solución a los futuros problemas de escasez de alimentos. Con ella llega una potencial revolución alimentaria.

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Francesco Branca, director del Departamento de Nutrición y Seguridad Alimentaria de la OMS, señala por correo electrónico que “los alimentos basados en células podrían llegar a ser una solución para abordar la escasez de alimentos en el futuro”.

David Hunt, doctor en Biotecnología y parte de The Good Food Institute (GFI), una organización internacional sin ánimo de lucro que defiende la carne cultivada en laboratorios como alternativa a la carne tradicional, afirma que “se prevé que la demanda de carne aumente un 52% globalmente en 2050. No disponemos de suficiente tierra para satisfacer esa demanda con la agricultura animal convencional”.

Uno de los mayores argumentos en defensa de este tipo de carne es que su producción, denominada “labricultura”, minimizará también el impacto ambiental. Un estudio del Journal of Life Cycle Assessment, con datos de más de 15 empresas sobre sus procesos de fabricación, concluyó que la carne cultivada a gran escala utilizando energía renovable podría reducir la huella de carbono un 92%, el uso de tierras en un 90% y el uso de agua un 66% en comparación con la producción de carne convencional.

La carne cultivada supuestamente también podría ser más sana que la carne tradicional, dicen sus defensores: prescinde del uso de antibióticos y no está ligada a infecciones causadas por patógenos como E. coli y listeria. David Welch, doctor en Biología, también de GFI, la organización que defiende a esta industria, dice que se podrá “mejorar el perfil nutricional de la carne de laboratorio reduciendo el contenido de grasas saturadas y optimizando los aminoácidos y micronutrientes”.

No obstante, es un producto nuevo y hay quienes dudan de su inocuidad. En Italia se aprobó un proyecto de ley para prohibir su producción y comercialización. Se trata de un principio de precaución por desconocer los posibles efectos nocivos de la ingesta de un producto basado en células madre pluripotentes con capacidad tumoral. ¿Cómo repercutirá en el organismo a medio y largo plazo? ¿Cuáles son los protocolos para prevenir y actuar en caso de contaminación? El investigador independiente Derrick Risner, especializado en ciencias de la alimentación y tecnología, prefiere ser cauteloso. “Tendría que ver evidencias de que la carne cultivada en laboratorio es más saludable que la carne tradicional para hacer comentarios científicamente fundamentados”, aclara mediante correo electrónico.

Luis Fernando Otón Sánchez, oncólogo de la Universidad de La Laguna, no encuentra, sin embargo, motivos por los que la carne de laboratorio pudiera ser perjudicial. “Al contrario, puede garantizar la ausencia de determinados patógenos o antibióticos, frecuentes en carnes producidas en granjas o ambientes menos regulados”. Y concluye: “En EE UU y en Europa contamos con fuertes mecanismos de control y regulación, con auténticos expertos que dedican su vida a esto. Cuando la FDA [Administración de Alimentos y Medicamentos de EE UU] dice que algo se puede poner en venta, tiendo a fiarme”.

Hasta ahora, el único restaurante donde se podía degustar la carne de laboratorio era en el Huber’s Butchery and Bistro, en Singapur, que en 2020 aprobó la comercialización de carne de pollo de origen sintético a Eat Just, perteneciente a Good Meat. Pero tras el hito histórico que supone su aprobación podrá empezar a consumirse en restaurantes norteamericanos. El chef José Andrés ha firmado un acuerdo con Good Meats para llevar carne cultivada a uno de sus restaurantes, en Washington. Y Dominique Crenn, única mujer con tres estrellas Michelin en EE UU, ha firmado un acuerdo con Upside Foods para ofrecerla en su menú. Para Crenn, que había eliminado la carne animal de sus restaurantes como parte de su oposición a la ganadería intensiva, este tipo de carne contribuye a iniciar una conversación sobre el futuro de la alimentación.

Según un reciente estudio de Research And Markets (la empresa de investigación de mercado más grande del mundo), se estima que en el año 2040 “un 60% de la carne se creará a partir de células cultivadas en biorreactores y se venderá en todo el mundo”. No obstante, las 156 empresas que, según GFI, ya trabajan en su producción tienen que hacerla realmente sostenible y abaratar su coste de producción para que el producto pueda llegar a tener un coste equiparable al de los alimentos biológicos.

En un primer informe conjunto, la FAO y la OMS explican cómo se pueden subsanar los peligros identificados en cada etapa del proceso de producción de los alimentos basados en células y concluyen que “el camino a seguir consistirá en seguir invirtiendo en investigación para comprender si los beneficios en términos de mayor sostenibilidad pueden hacerse realidad”.

Llegados al punto de poder reemplazar la carne tradicional por una sostenible, asequible y más sana, la industria cárnica correría la misma suerte que la industria tabacalera. No solo dejaría de ser necesaria, sino que resultaría irresponsable y peligrosa.

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Sobre la firma

Ana Vidal Egea
Periodista, escritora y doctora en literatura comparada. Colabora con EL PAÍS desde 2017. Ganadora del Premio Nacional Carmen de Burgos de divulgación feminista y finalista del premio Adonais de poesía. Tiene publicados tres poemarios. Dirige el podcast 'Hablemos de la muerte'. Su último libro es 'Cómo acompañar a morir' (La esfera de los libros).

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