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Greentea Peng: “Me encanta Londres, por eso me emociono tanto con su desaparición”

La llaman “la nueva Amy Winehouse”. Y es cierto que comparten ser londinenses y un talento descomunal, pero el camino de esta mujer es incomparable a otros

No se dejé engañar por su imagen de mujer agresiva. Greentea Peng tiene el espíritu del un monje budista tras esa fachada.
No se dejé engañar por su imagen de mujer agresiva. Greentea Peng tiene el espíritu del un monje budista tras esa fachada.STEPHY POCKET

Basta un minuto de conversación con Greentea Peng (Londres, 26 años) para entender que esta persona se mueve en una frecuencia propia. Es un martes de junio, días antes del lanzamiento de su primer álbum, Man Made, y la cantante, Aria Wells si la llamamos por el nombre de su carnet de identidad, está dándose un baño mientras pontifica con profunda y relajante voz de contralto. Ha sido comparada con Amy Winehouse o Erykah Badu y ha entrado en la lista Sonidos de 2021, que la BBC elabora para predecir quiénes van a ser las próximas estrellas de la música. Sería perdonable que todo esto se le subiera a la cabeza, pero la verdad es que no parece inmutarle. Se diría que casi nada la inmuta.

Descubrió su vocación de solista cuando vivía en México. Había viajado allí para quedarse con unos amigos mientras atravesaba una etapa oscura, encontró trabajo en un retiro de yoga y una noche actuó en un karaoke. “Era lo primero que hacía en mucho tiempo que me hacía sentir bien”, cuenta. Después empezó a escribir música y a forjarse una carrera con lo que ella llama R&B psicodélico. De vuelta a Reino Unido, llegó al gran público a través de YouTube. Su canción Downers acumuló 10 millones de visitas.

Hay mucha contradicción en la imagen que devuelve el Zoom. Peng está cubierta de tatuajes, cara incluida, y habla con fuerte acento del sur de Londres. Sin embargo, es tan zen como un monje budista. Está a punto de alcanzar un enorme éxito comercial con una gran discográfica y predica el desmantelamiento del sistema. En su esperadísimo debut canta sobre la desconfianza en los gobiernos y sobre la revolución: ¿cómo vive un crítico del sistema una pandemia que le obliga a encomendarse a un sistema endurecido para salvar la vida? “Fue intenso”, concluye. “Hicimos el álbum en un momento en que sentía como si me estuviese metiendo en la madriguera de un conejo. Me pareció surrealista”.

Wells estaba en Taiwán cuando Wuhan empezó el confinamiento en 2020, y volvió a Londres para grabar un vídeo, titulado precisamente Ghost Town, ciudad fantasma. “Después de aquello, Londres se convirtió literalmente en una puta ciudad fantasma, así que tuve que hacer un esfuerzo consciente para mantener mi vibración alta”, confiesa. Esta yuxtaposición de mantras espirituales y rítmica jerga cockney es lo que le da a Greentea su mezcla única. Tomó su nombre de una caja de té peruano con la imagen de una atractiva mujer (peng es el término en argot londinense para guapa). Parece tener la cabeza en las nubes, posiblemente en un templo tibetano, pero sus pies pisan en la tierra.

“El confinamiento fue un periodo revelador, de reafirmación, y al mismo tiempo perturbador. En cuanto llegó, me escapé de Londres. Me subí a mi furgoneta y me fui al campo. Intenté todo lo posible volver a la naturaleza”. Otra contradicción de Wells es su relación de amor-odio con Londres, evidente en sus letras. El álbum fue escrito entre el campo y la ciudad, y el tira y afloja es una fuente de tensión. “Me encanta Londres, joder”, asegura. “Por eso me emociono tanto con su desaparición. La diversidad y el espíritu que se encuentran en sus calles no se pueden comparar con ningún otro lugar del mundo, pero en la ciudad hay oscuridad, y es en ella donde escribo la mayoría de mis canciones”. Si pretende alcanzar un plano superior, el título de su álbum también permite múltiples lecturas. “Tiene energía feminista, pero algo hecho por el hombre también es algo que no es natural. El álbum es producto de 2020, es producto del caos. Es música para la revolución. Pero también tiene que estar siempre el amor. Acabó siendo menos ‘a la mierda el Gobierno’, que también lo es, evidentemente, y más sobre las vibraciones que sanan y sobre la unidad”.

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