_
_
_
_
_

“Con mis gafas puestas, soy Jack Nicholson; sin ellas, soy un gordo de 60 años”: historia del accesorio que ha forjado leyendas

Sirven para proteger nuestros ojos de la radiación ultravioleta, pero eso es solo el principio. Desde que existe la celebridad, este complemento ha añadido además misterio, distancia y protección a unos personajes a los que el mundo entero estaba mirando

En orden desde la esquina superior izquierda: Greta Garbo, Steve McQueen, Anna Wintour, Karl Lagerfeld, Robert Evans, Marcello Mastroianni, Sue Lyon, Isabel Pantoja, Jack Nicholson, Peggy Guggenheim y Pedro Almodóvar.
En orden desde la esquina superior izquierda: Greta Garbo, Steve McQueen, Anna Wintour, Karl Lagerfeld, Robert Evans, Marcello Mastroianni, Sue Lyon, Isabel Pantoja, Jack Nicholson, Peggy Guggenheim y Pedro Almodóvar.Getty Images / Blanca López (collage)
Ianko López

Peggy Guggenheim se quejaba de que la mitad de la gente que la visitaba en su palazzo de Venecia solo perseguía codearse con una celebridad, y su colección de arte les traía sin cuidado. Pero de eso ella misma era en parte responsable: pionera en muchas cosas, la coleccionista también lo fue en la construcción de su propia imagen, adelantándose a las posteriores estrategias de los ídolos pop. Ella, que llevaba pendientes firmados por Alexander Calder e Yves Tanguy, y vestía fabulosos modelos de Fortuny, Poiret o Schiaparelli, se convirtió en icono con unas gafas de sol.

La coleccionista de arte Peggy Guggenheim, en 1967 en su casa de Venecia.
La coleccionista de arte Peggy Guggenheim, en 1967 en su casa de Venecia.Tony Vaccaro (Getty Images)

En sus fotos más difundidas, sentada en una góndola o desde su terraza sobre el Gran Canal, Peggy Guggenheim es Peggy Guggenheim sobre todo gracias a la montura en forma de mariposa que diseñó para ella el pintor Edward Melcarth. Esas gafas funcionan como una metáfora visual del propio personaje. O más bien como una metonimia, ya que a través de una parte de él lo evocan todo: su fuerte carácter, su vanidad, su intuición para elegir a los artistas, su comportamiento libre, veleidoso y poco canónico. Hasta tal punto es así que, desde entonces, son muchas las galeristas y coleccionistas (o aspirantes a serlo) que han confiado en unas gafas de montura aparatosa para hacerse percibir como tales. Basta con acudir el día de la apertura VIP de cualquier feria internacional de arte para comprobarlo.

El cineasta Albert Serra, parapetado tras sus gafas, en los premios ICON 2022.
El cineasta Albert Serra, parapetado tras sus gafas, en los premios ICON 2022. Tamara Rozas

Por otro lado, no es tan reciente la costumbre de llevar gafas oscuras incluso de noche, cuando los motivos prácticos lo desaconsejan, como demuestra un artículo publicado en 1964 en el diario The New York Times (Gafas de sol por la noche: ¿son para los ojos o para el ego?), que se hacía eco de este fenómeno entre los neoyorquinos de a pie y recogía la opinión de un oftalmólogo: “Las gafas oscuras son un medio para llamar la atención y al mismo tiempo proporcionan a quien las lleva una sensación de protección”. Ciertamente, no hacía falta una titulación en medicina para afirmar esto, pero es un buen resumen que aún hoy explica la abundancia de gafas de sol en alfombras rojas, fiestas y pasarelas Met Gala 2022 (¿Es correcto en algún caso llevar gafas de sol en interior?, se preguntó High Snobiety) donde es fundamental tanto hacerse notar como sentirse a salvo.

Anna Wintour y Karl Lagerfeld en 2010, ambos con gafas de sol en interior.
Anna Wintour y Karl Lagerfeld en 2010, ambos con gafas de sol en interior.Stephen Lovekin (Getty Images)

En este tipo de eventos, en su día Karl Lagerfeld y aún hoy Anna Wintour no han comparecido sin la protección de la pantalla oscura sobre sus ojos. Y cuando el director de cine Albert Serra hace que Benoît Magimel, el actor protagonista de su última película, Pacifiction, lleve lentes azuladas durante todo el metraje, en realidad está haciendo un guiño autorreferencial. Porque él mismo suele presentarse en público parapetado tras unas gafas tintadas sin importar las condiciones lumínicas: hace unas semanas, en la entrega de los premios ICON en la que obtuvo uno de los galardones, no se las quitó ni un momento a pesar de la tenue iluminación del hotel en que se celebraron la cena y fiesta posterior.

Pedro Almodóvar, ya con gafas en 1985.
Pedro Almodóvar, ya con gafas en 1985.Nancy R. Schiff (Getty Images)

Cabe pensar que Serra se sirve de ellas para vincularse a una estirpe que incluye otros miembros como Akira Kurosawa, Jean-Luc Godard, Abbas Kiarostami, Wong Kar-wai, Tim Burton, Jim Jarmusch, Julian Schnabel, Pedro Almodóvar o Lucrecia Martel, todos caracterizados por el uso de este mismo complemento. Resulta lógico que las gafas de sol sean tan populares en esta profesión en la que la mirada es el principal atributo. Las lentes oscuras favorecen la construcción de la imagen dirigida a los ojos de los otros mientras escamotean los propios. Si para aportar valor a algo es fundamental establecer tensiones entre disponibilidad y escasez, entre lo que se muestra y lo que se oculta, un director de cine sabe que, con el fin de hacer deseable su propia mirada, le conviene resguardarla de la ajena.

Robert Evans en 1988. Se dice de él que tenía una de las mayores colecciones de gafas de sol de Hollywood.
Robert Evans en 1988. Se dice de él que tenía una de las mayores colecciones de gafas de sol de Hollywood.Jim Smeal (Ron Galella Collection via Getty)

Casi tan autor de algunas películas como sus directores, el productor Robert Evans estaba tan definido por su inagotable colección de gafas de sol que en la película Los fantasmas de mis exnovias (2009) comprendemos, solo por ese detalle, que el personaje de Michael Douglas —llamado Wayne Mead— se inspira en él. Y Matthew Goode en la serie The Offer (2022), sobre la producción de El Padrino de Francis Ford Coppola, ya interpreta oficialmente a Evans, gafas incluidas.

Jack Nicholson posaba, con sus gafas de sol, en un hotel de Los Ángeles en 1993.
Jack Nicholson posaba, con sus gafas de sol, en un hotel de Los Ángeles en 1993.Donaldson Collection (Getty Images)

Los factores de distancia y misterio que proporcionan las gafas de sol han sido también muy valorados por los actores y actrices, quizá la única profesión más vinculada a ellas que la de los directores. Hace décadas que a Jack Nicholson, por ejemplo, no se lo ve sin gafas, de modo que en él la asociación entre personaje y complemento se ha hecho tan inquebrantable como la que existe entre el dry martini y la aceituna. “Con mis gafas puestas, soy Jack Nicholson; sin ellas, soy un gordo de 60 años”, es una frase que se le atribuye y que en su caso debió de pronunciar hace ya dos buenas décadas (el intérprete de Alguien voló sobre el nido del cuco tiene 85 en la actualidad). Es más fácil parecer una persona bella y misteriosa con gafas de sol, puesto que la mente se encarga de aportar los elementos que le están ocultos, y frente a un ídolo popular tenderemos a ser benévolos en esa atribución. Desaparecen así las bolsas y las patas de gallo, el estrabismo, los ojos demasiado juntos y otros inconvenientes del área ocular.

Greta Garbo paseaba por París en 1958 con las gafas de sol que la protegían del mundo.
Greta Garbo paseaba por París en 1958 con las gafas de sol que la protegían del mundo.Keystone-France (Gamma-Keystone via Getty Images)

Como Nicholson, a este principio se aferró la Greta Garbo posterior a su retirada del cine, cuando era avistada por las calles de Nueva York con unas gafas que decían “quiero estar sola”, como su personaje en Gran Hotel (1932). Pero también Sofía Loren, propietaria de un arsenal de gafas de tamaño maxi con lentes en tonos dégradé que velan —pero no ocultan del todo— sus magníficos ojos almendrados, marca de la casa. Diane Keaton, Anouk Aimée o Catherine Deneuve son otras de las estrellas que con más propiedad han hecho uso del degradado fuera de la pantalla.

Sofía Loren en 1983 en Nueva York.
Sofía Loren en 1983 en Nueva York.Robin Platzer/IMAGES (Getty Images)

Y, dentro de ella, la propia Deneuve alcanzaba unas insuperables cotas de estilo al acudir a un burdel vestida de Yves Saint Laurent y con unas gafas de antifaz que reclamaban anonimato en Belle de Jour (1976), o cuando, vampira y por tanto fotofóbica en El ansia (1983), de Tony Scott, lucía un modelo puntiagudo de cristales ahumados inequívocamente ochentero.

Sue Lyon posaba frente al póster de 'Lolita' (1961), la película que popularizó unas gafas de sol en forma de corazón que, en realidad, solo lucía en las imágenes promocionales.
Sue Lyon posaba frente al póster de 'Lolita' (1961), la película que popularizó unas gafas de sol en forma de corazón que, en realidad, solo lucía en las imágenes promocionales.Bettmann (Bettmann Archive)

Mientras, los personajes de Barbara Stanwyck en Perdición (1944) y Victoria Abril en Amantes (1991) tienen en común, además de ser inductores de sendos crímenes, saber llevar unas gafas de sol —pero sobre todo saber quitárselas en el momento oportuno— de tal forma que aullaban su culpabilidad sin emitir un sonido. Como ellas, aunque en registros muy distintos, Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes (1961), Bibi Andersson en Persona (1966) o Sue Lyon en Lolita (1962) —sus gafas en forma de corazón no aparecían en la novela original de Nabokov, y tampoco en la película de Kubrick, sino únicamente en carteles e imágenes publicitarias— lograron momentos de elevado poder icónico.

Victoria Abril en 'Amantes' (1990).
Victoria Abril en 'Amantes' (1990).

Marisa Paredes en La flor de mi secreto (1995), de Almodóvar, expresaba toda la devastación que sufre el personaje desde la negrura impenetrable de sus gafas. Por fin, la identificación de los protagonistas de la serie Matrix con sus estilizadas gafas de forma oval llevó a la actriz Carrie-Anne Moss a declarar que, al contrario de lo habitual en estos casos, para pasar desapercibida no le queda más remedio desde entonces que salir sin gafas oscuras.

Tim Roth y Harvey Keitel con sus dos complementos favoritos en 'Reservoir Dogs' (1992): gafas de sol y armas de fuego.
Tim Roth y Harvey Keitel con sus dos complementos favoritos en 'Reservoir Dogs' (1992): gafas de sol y armas de fuego.©Miramax/courtesy Everett

Dan Aykroyd y John Belushi portaban en Granujas a todo ritmo (1980) de John Landis, unos estilismos en los que todos los elementos —camisa blanca; traje, corbata y gafas negras— formaban parte de un uniforme cuya seriedad contrastaba con el tono de comedia loca de la película, así que se convertía en un original recurso humorístico. Que además ha sido homenajeado incansablemente, desde Reservoir Dogs (1992) de Tarantino hasta Men in Black (1997) de Barry Sonnefeld, pero también en el programa televisivo Caiga quien caiga.

Steve McQueen lucía sus Persol en 'El caso Thomas Crown' (1968).
Steve McQueen lucía sus Persol en 'El caso Thomas Crown' (1968).Silver Screen Collection (Getty Images)

Dentro del apartado de elegancia resulta difícil superar a Steve McQueen en El caso Thomas Crown (1968) y sus Persol de cristales azules combinadas con un traje de tres piezas en príncipe de Gales. Y en el de recurrencia hay que citar a Tom Cruise con dos modelos clásicos de Ray Ban en Risky Business (1983) y Top Gun (1986). Pero quizá sea Brad Pitt en El club de la lucha (1999) quien encarna de manera más literal la idea de la construcción del personaje desde sus elementos externos. Allí interpreta a una proyección emitida por la mente esquizofrénica del coprotagonista, el reprimido Edward Norton, que jamás se habría atrevido a llevar lentes anaranjadas (como a orinar en la sopa de un restaurante) si no fuera a través esta disociación de su personalidad.

Marcello Mastroianni en su papel de Guido Anselmi en '8 1/2' (1963).
Marcello Mastroianni en su papel de Guido Anselmi en '8 1/2' (1963).John Springer Collection (Corbis via Getty Images)

Marcello Mastroianni se construyó como icono gracias en gran parte a las gafas de sol de La dolce vita (1960) y, sobre todo, de 8 ½ (1963), de Fellini, donde era un director de cine en plena crisis personal y profesional. Como en su caso, para Jean-Paul Belmondo en À bout de souffle (1960) de Godard las gafas funcionan como un símbolo de su individualidad y de la distancia que interponen con un mundo falso y hostil frente al que solo puede reaccionarse con rebeldía delincuente. Belmondo lleva gafas de sol cuando es abatido a tiros en una emboscada, pero tiene tiempo de quitárselas antes de dirigir su última mirada a su amante (Jean Seberg) y emitir una sentencia definitiva sobre ese entorno del que las gafas le protegían: c’est vraiment dégueulasse (“Esto es verdaderamente asqueroso”).

Janis Joplin, con sus características gafas violeta, entre Ken Pearson y Brad Campbell en el verano de 1970.
Janis Joplin, con sus características gafas violeta, entre Ken Pearson y Brad Campbell en el verano de 1970.John Byrne Cooke Estate (Getty Images)

Por esa misma necesidad de erigir personajes icónicos e identificables, otro sector profesional que recurre con frecuencia a las gafas de sol es el de la música pop o de consumo de masas. Sobrias o —más a menudo— estrambóticas, las gafas han sido, de nuevo, aliadas de artistas como Lady Gaga, Elton John, Cher, Snoop Dogg, John Lennon, Bono o Janis Joplin. En nuestro país, no puede dejar de mencionarse la querencia de las folclóricas —Pantoja y Jurado a la cabeza— por las grandes monturas de fantasía, los cristales coloreados, el dorado y el strass, con momentos algo más contenidos a cargo de la sublime Lola Flores. Destacan también las gafas opacas de Martirio, que en combinación con sus originales peinetas sirvieron para generar un personaje posmoderno apto para las exigencias de la Movida.

Isabel Pantoja se protegía de los paparazis tras unas gafas oscuras en Madrid en 2020.
Isabel Pantoja se protegía de los paparazis tras unas gafas oscuras en Madrid en 2020. Josefina Blanco (Europa Press via Getty Images)

La Niña de La Puebla, grandísima artista y persona invidente —como Ray Charles, José Feliciano o Stevie Wonder, entre otros—, llevaba las suyas con particular imperio (“aire de autoridad y señorío”, define la RAE en su novena acepción), al que no debía de resultar ajena su consideración, en su caso, como un elemento estrictamente práctico, exento de las propiedades cuasi-mágicas que se atribuyen a algo que permite “entrar” en un determinado personaje o construirlo de fuera adentro. Para La Niña de La Puebla, como para Lola Flores, no había nada que construir, porque todo el personaje —cimientos, estructura, cubierta— venía dado. Las gafas eran solo un remate de la fachada.

Puedes seguir ICON en Facebook, Twitter, Instagram,o suscribirte aquí a la Newsletter.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ianko López
Es gestor, redactor y crítico especializado en cultura y artes visuales, y también ha trabajado en el ámbito de la consultoría. Colabora habitualmente en diversos medios de comunicación escribiendo sobre arte, diseño, arquitectura y cultura.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_