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Ye basta, Kanye
Columna
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Prima de riesgo por imbécil

Si los mercados cobran más intereses por comprar deuda de un país gobernado como desde una guardería, ¿no deberían devolverle algo equivalente al que se compró una carísima sudadera de Ye?

Daniel García López
El artista Kanye West, el pasado 2 de octubre en la Fashion Week de París.
El artista Kanye West, el pasado 2 de octubre en la Fashion Week de París.Edward Berthelot (GC Images)

¿Deberían ser más baratas las cosas que diseña un imbécil? Obviamente lo pregunto por Kanye West, o Ye, su nombre elegido, y el desagüe de estupidez por el que se ha precipitado su vida en las últimas semanas. West, hasta ahora un bocazas aquejado de bipolaridad, un músico de talento con alucinante ojo para la moda, un diseñador de éxito y dictatorial pigmalión fashion de sus parejas, ahora suma a ese historial haber devenido abusón, antisemita furibundo e improbable defensor del contraeslogan White Lives Matter: una respuesta del supremacismo blanco al movimiento antirracista Black Lives Matter, que justo va a cumplir diez años.

En realidad mi pregunta no tiene sentido porque, mientras escribo estas líneas, Adidas ha cortado lazos con Ye: adiós a Yeezy, la influyente colaboración entre ambos iconos que facturaba dos mil millones de euros anuales. Lo mismo han hecho Gap y Balenciaga. Para cuando esta carta se imprima, creo que no se podrá conseguir ningún producto nuevo diseñado por Ye. Solo está por ver si los algoritmos de la reventa también querrán castigar al rapero o si, por el contrario, la repentina escasez hará que los precios de sus zapatillas, ya prohibitivos, se disparen.

Pero yo me sigo planteando lo del descuento por idiota, que en realidad es una idea bastante graciosa que robé del Economist: un analista financiero llamaba moron risk premium, o prima de riesgo por imbécil, al añadido en la tarifa que los mercados le estuvieron exigiendo al Banco de Inglaterra hasta tener la seguridad de que, por fin, había alguien al volante de su economía. Todos cometemos errores pero, si los mercados cobran más intereses por comprar deuda de un país gobernado como desde una guardería, ¿no deberían devolverle algo equivalente al que se compró una carísima sudadera de Ye? ¿Acaso los consumidores no sufrimos daño reputacional?

Precisamente, asistí a una cena en pleno torbellino de inflación disparada y hundimiento de Liz Truss. A los postres, un colega inglés nos explicaba el lío en su país: el problema de casting en el partido tory y, en particular, la falta de contacto de sus líderes con la realidad. “No tienen hipotecas”, avisó, y recordó una micropolémica del pasado mes de marzo con el actual primer ministro Rishi Sunak. Cuando le preguntaron qué producto de consumo diario había notado encarecerse más, Sunak soltó una risa cándida y dijo: el pan. Luego añadió que a él le gusta el de pipas y que, en realidad, en su casa cada uno toma un tipo. Ya saben, espelta, trigo, trigo sarraceno, mitad centeno, centeno 100%. Masa madre, siempre, eso por supuesto.

Hay muchos tipos de pan ahí fuera. Ayuda que los de Rishi Sunak y su mujer se financien con una fortuna de 800 millones de euros y descansen, supongo, en cuatro bonitas alacenas en sus casas de Kensington, Old Brompton Road, North Yorkshire y Santa Mónica. Contaba el Guardian que Sunak no piensa que al electorado le importe que vista trajes de 4.000 euros con mocasines de Prada para visitar una obra. “Lo que importa son los valores, no lo que llevo”, ha dicho. Y él es un hombre frugal, prueba de ello es que no se mudará a la vivienda del primer ministro en el 10 de Downing Street sino al apartamento de arriba, el que ya ocupó como canciller de Hacienda hace unos meses: “Todavía está el papel pintado que pusimos. Y es donde vivió Margaret Thatcher, algo que siempre me pone la piel de gallina”.

Al cierre de esta página, el disco Life of Pablo, que Kanye West publicó en 2016, acaba de volver a las listas de éxitos, resulta que Kim Kardashian estuvo cenando con Ivanka Trump y los mercados respiran más tranquilos con Rishi y su pan de pipas. Con lo que odio el pan de pipas.

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Sobre la firma

Daniel García López
Es director de ICON, la revista masculina de EL PAÍS, e ICON Design, el suplemento de decoración, arte y arquitectura. Está especializado en cultura, moda y estilo de vida. Forma parte de EL PAÍS desde 2013. Antes, trabajó en Vanidad y Vanity Fair, y publicó en Elle, Marie Claire y El País Semanal. Es autor de la colección ‘Mitos de la moda’.

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