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Alicia Keys o cómo 63 minutos le dieron fama y fortuna a la niña de Harlem

La cantante reedita 20 años después su primer disco, ‘Songs In A Minor’, que la ha convertido en una estrella mundial gracias a un largo recorrido musical rematado por una reciente autobiografía

Alicia Keys
Alicia Keys, en los premios Billboard celebrados el 20 de mayo en Los Ángeles, California.Chris Pizzello (AP)
María Porcel

Alicia Keys ha vivido rápido. Empezó muy pronto, arrancó con prisas y ahora, con solo 40 años, ha decidido frenar —solo un poco, una pausa— y mirar por el retrovisor. Una pequeña parada de impulso que la ayuda a tomar aire sobre su vida cuando, en principio y con un poco de suerte, todavía le queda mucho por vivir. Esa niña neoyorquina que se enamoró de la música gracias a un piano heredado de un vecino vuelve ahora a recordar sus inicios con una reedición de su primer y exitoso disco, Songs In A Minor, aquellos 63 minutos con 16 canciones del que ahora, en un latigazo del tiempo, se cumplen 20 años.

Por eso este se ha convertido en un año redondo. También por unos cuantos hitos más: Keys llegó en enero a los 40 años, cifra redonda, reflexiva. Además, hace pocos meses publicó un libro, una autobiografía, que se ha colocado en la célebre lista de los más vendidos del diario The New York Times. Y entre todo ello el año pasado lanzó sus primeros productos homónimos. Una línea de cuidado de la piel (esa que hace unos años decidió no maquillar más o hacerlo solo con pequeños detalles) junto a un dermatólogo que ha sido un gran éxito, tanto que esta primavera la ha ampliado con tres productos más.

Keys está de celebración. Quizá por los 40 años, pero sobre todo por los 20 que han pasado desde que empezó a pisar los escenarios. Desde que una entrevista en horario de máxima audiencia en el programa de su ahora buena amiga Oprah Winfrey (esa que ahora le manda cientos de rosas por su cumpleaños) la lanzara al estrellato, Keys ha pasado por muchas fases hasta convertirse en la que es hoy. En los pasados premios Billboard, cuando empezó las celebraciones por todas estas cifras redondas con un miniconcierto, su presentación corrió a cargo de la ex primera dama Michelle Obama, que la describió como una “fuerza singular”.

La pequeña Alicia Augello-Cook creció en un apartamento primero en Hell’s Kitchen (al sur de la ciudad, donde su madre alquilaba un piso subvencionado para actores y aspirantes a serlo, como ella misma) y después en Harlem, en la calle 137. “En un apartamento de una sola habitación”, como contaba la propia Keys hace unos días en Instagram, con una foto de esa niña que fue mirando a cámara con una media sonrisa. “Había tan poco espacio que se sentaba en la cama y tocaba el teclado intentando que llegaran canciones que encajaran con los sentimientos que había en su corazón”, escribía sobre sí misma en tercera persona. “Cantaba en un armario lleno de mantas en los veranos ardientes de Nueva York, intentando encontrar su voz y demostrándoles a los que no creían en ella que podía hacerlo, daba igual lo que dijeran, ella podía. Podía componer, tocar, cantar y producir, y lo hacía todo en un diminuto dormitorio de Harlem”.

El amor por la música le viene a Alicia de su familia materna, con un abuelo locutor radiofónico (llegó a presentar e incluso actuar en programas de radio) y una abuela pianista. Su padre estuvo fuera de su vida durante mucho tiempo, pero cuando entró en ella lo hizo también su abuela paterna, como explica en sus 300 páginas de biografía, More Myself. De ella le vienen sus raíces y el color de su piel: esta enfermera negra —la única de sus cuatro abuelos que lo es— se casó con un joven italiano en un matrimonio poco común en aquellos Estados Unidos racistas y segregadores de mediados de siglo.

Contaba su madre en una reciente entrevista con el medio Bustle que, desde niña, la artista tuvo claro lo que quería, que “con siete años tocaba el piano y con 11 componía”, y que desde los nueve iba haciéndose con pequeños trabajos para ganar su propio dinero y ayudar en una casa donde las cosas nunca estuvieron demasiado boyantes. La cantante explica en sus memorias que con once años ya sabía que algún día se dedicaría a la música, a cantar. “Lo he sabido internamente desde que tenía cuatro años”, relata.

Por eso también ha aprendido no solo a crear, sino a vender sus creaciones. De aquel Songs In A Minor colocó 50.000 copias en el mercado el primer día y llegó a ser de platino cinco veces. En total ha vendido 65 millones de discos y ganado 15 premios Grammy. Ya va por su séptimo álbum y cuenta, en esa misma entrevista en Bustle, que la magia a la hora de crear, cantar y componer sigue ahí. “Nunca sé exactamente qué va a pasar. Nunca. Ni cuando escribo una canción ni cuando estoy en un escenario [...] Lo que sea que vaya a pasar, pasará, y esa magia es algo que respeto profundamente”.

Pero más allá de la música repite en las entrevistas que lo que más la llena hoy es ser madre. Tiene dos hijos, Egypt y Genesis, de 10 y seis años, fruto de su relación con el rapero Swizz Beatz, con quien se casó en 2010 en Córcega y a quien conoce desde su primera juventud, aunque entonces, curiosamente, quedó cegada —y no para bien— por el momento de brillos y cochazos del artista y no se llevaban muy bien.

Aquel es un momento al que no le gustaría volver. “Lo juro, no volvería a tener 20 años ni aunque me pagaran. Fue la peor etapa, literalmente”, contaba en una entrevista a InStyle hace un año. “Quería encajar desesperadamente. Estaba tan ciega, era tan dependiente de las opiniones de los demás, estaba tan incómoda, tan perdida... Ni siquiera me di cuenta de que estaba construyéndome una armadura y de que estaba escondida detrás”. Ella misma ha explicado que esas dificultades para enfrentarse a la realidad —lógicas para una veinteañera no curtida en esee mundillo— le hicieron pasar momentos difíciles en, por ejemplo, sesiones de fotos donde le pedían mostrar más carne de la que ella misma quería. “No era una cuestión de enseñar piel, que haré por mi propio pie en los años venideros”, contaba en su biografía. “Era por ser manipulada, por sentirme como un objeto. Me sentía más que avergonzada, abochornada de vender parte de mí misma”. Aunque The New York Times la calificaba en sus primeros años de “joven, dotada y bajo control”, ella asegura que entonces era una extranjera en territorio extraño que no sabía encajar la carga que tenía y que solo buscaba “contentar a la gente”.

“La fama es peor que la heroína”, ha llegado a decir en una entrevista con Numèro. Pero ella no parece culpable de esa adicción. Ahora lo que más le gusta de la gloria es que la gente, cuando la conozca, le diga que es justo como pensaban. Es decir, que está muy lejos de ser un personaje. O, como decía de ella en los Billboard Michelle Obama, “Alicia no es solo una artista”. “Es una defensora de las mujeres y las familias en todo el mundo, una líder de la justicia social, esposa, mentora, madre, pero sobre todo es ella misma, siempre sabia, siempre llena de esperanza, siempre Alicia”.

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Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.

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