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Cemento para obras duraderas y menos contaminantes

La industria del hormigón ensaya soluciones que disminuyen las emisiones de CO2 y la presencia de componentes tóxicos en la fabricación

Asfaltado con Bioroad en la autovía del Eresma (Segovia).
Asfaltado con Bioroad en la autovía del Eresma (Segovia).Sacyr

El cemento y el hormigón son base fundamental de la industria de la construcción, pilar sobre el que se edifican ciudades y comunidades. Sus prestaciones mecánicas y de durabilidad permiten la creación de infraestructuras esenciales, desde rascacielos hasta carreteras. “El cemento es el material de construcción más utilizado. De hecho, su principal derivado, el hormigón, es el segundo producto más consumido en el mundo, después del agua. El 70% de la población mundial vive en edificaciones con dichas estructuras”, explica César Bartolomé Muñoz, director de tecnología y promoción en el Instituto Español del Cemento y sus Aplicaciones (IECA).

Sin embargo, a pesar de su importancia, estos materiales tienen un alto coste para el medio ambiente, dado que el proceso de producción del cemento requiere liberar grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. En 2021 se emitieron 2.900 millones de toneladas de CO2 a través de la producción de este conglomerante, lo que representa más del 7% de las emisiones de todo el planeta, según el Centro para la Investigación Climática Internacional (Cicero).

Por un lado, las altas temperaturas que requieren los hornos para su fabricación suponen un elevado consumo energético, que además suele implicar combustibles fósiles. Por ello, se busca mejorar su eficiencia para reducir la contaminación, combinándolo con el uso de fuentes alternativas como la biomasa. Y, por otro lado, se trabaja en la reducción del clínker, el componente del cemento que atañe la mayor parte de la huella de carbono asociada a su producción, y sustituirlo, en la medida de lo posible, por adiciones procedentes de residuos industriales, fomentando a su vez la economía circular.

Un ejemplo de esto último es Sacyr, que desarrolla “un hormigón a partir de la revalorización de residuos de vidrio permitiendo reemplazar entre un 10% y un 20% el cemento necesario en el hormigón. Los últimos resultados demuestran que el vidrio aumenta en promedio hasta un 13,4% la resistencia mecánica de dicho material a los 28 días de edad y, por tanto, también su durabilidad”, señala Ana Esteban Mateos, gerente de innovación y conocimiento de la compañía.

Todas estas líneas de investigación, entre otras, forman parte de la hoja de ruta de la industria, cuyo principal objetivo es alcanzar la neutralidad neta de emisiones de carbono en 2050. Sin duda, todos los esfuerzos del sector se encuentran orientados a la consecución de este reto medioambiental. “Hemos firmado varios contratos de energía renovable con Acciona Energía para satisfacer el 25% del consumo de nuestras plantas integrales de cemento en España en los próximos 10 años. Esto supone una reducción de 6.400 toneladas de emisiones de CO2 anuales a la atmósfera, lo que equivale a las emisiones de 4.500 coches en circulación durante un año”, afirma Alberto Fraga, gerente de sostenibilidad e innovación de Votorantim Cimentos.

Un abanico de oportunidades

Si bien la idoneidad y la sostenibilidad del material dependen de muchos factores, como el uso y la localización de la infraestructura, la abundancia del recurso, las distancias de transporte, la durabilidad, etcétera, “los materiales sostenibles utilizados con frecuencia en la construcción incluyen la madera, la celulosa, los hormigones de alto rendimiento, el cemento termocrómico, o los tableros OSB [o de fibras orientadas en la misma dirección]. También podemos destacar los materiales compuestos, como el hormigón reforzado con fibras, o aislantes térmicos y acústicos avanzados como la espuma de poliuretano, la lana de roca y los paneles de aislamiento de fibra de vidrio”, apunta David García Núñez, portavoz del área de construcción de FCC.

Pero, tal y como indica García Núñez, la sostenibilidad en la construcción también pasa por invertir en “materiales inteligentes”, como “las pinturas y revestimientos ecológicos, que poseen un bajo contenido de compuestos orgánicos volátiles (COV), y materiales de cambio de fase (PCM), que almacenan y liberan calor para regular la temperatura interior de los edificios, reduciendo el uso de calefacción y refrigeración. También existen aquellos que pueden autolimpiarse mediante la exposición a la luz solar o repararse a sí mismos en caso de daños superficiales, reduciendo los costes de mantenimiento y prolongando su vida útil”.

Maquinaria eléctrica, drones y ‘blockchain’

La tecnología ofrece soluciones que están transformando la industria de la construcción, impulsando la adopción de materiales y prácticas más sostenibles.
Al igual que los automóviles, también se busca la electrificación de la maquinaria de construcción, como es el caso de las hormigoneras eléctricas. La primera de este tipo que entró en servicio en España lo hizo de la mano de Holcim, una de las empresas cementeras asociadas a la patronal de fabricantes de cemento Oficemen. “Tienen cero emisiones y un funcionamiento silencioso que contribuye a la reducción de la huella de carbono y minimiza la contaminación acústica. Se calcula que, dependiendo del modelo, pueden evitar la emisión de 58 toneladas de CO2 a lo largo de un año, lo que equivale al consumo energético anual de siete viviendas”, detalla Bartolomé Muñoz, director de tecnología y promoción en el Instituto Español del Cemento y sus Aplicaciones (IECA).
Julián Núñez, presidente de la Asociación de Empresas Constructoras y Concesionarias de Infraestructuras (Seopan), destaca “la metodología BIM, la utilización de drones en trabajos de topografía y en la gestión de la seguridad de las obras, el empleo de la impresión 3D, así como la conectividad entre equipos productivos y sistemas de control, y la automatización y robotización de algunos procesos concretos, muy especialmente en ejecución de túneles. Asimismo, la utilización del blockchain dará una fiabilidad de uso y mantenimiento de las infraestructuras, así como la valoración de la resiliencia y afecciones al cambio climático”.

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