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Machismo, dinero y cancelación: así ha sido la caída en desgracia de Ocelote, el capo español de los eSports

Un vídeo del empresario de fiesta con un violento machista empezó generando un ruido en redes que el fundador del equipo G2 no ha sabido gestionar, y ha acabado defenestrando su carrera en la industria de los deportes electrónicos

Carlos Rodríguez, 'Ocelote', fundador del equipo de eSports G2, en una imagen de 2019.
Carlos Rodríguez, 'Ocelote', fundador del equipo de eSports G2, en una imagen de 2019.
Enrique Alpañés

Carlos Rodríguez, alias Ocelote, necesitó muchos años para convertirse en el amo español de los eSports, un negocio que en 2020 rozó los mil millones de dólares en ingresos en todo el mundo. Pero le han bastado poco más de una semana y unos cuantos tuits para acabar con su imperio y cortar lazos con su equipo, el G2. Si G2 fuera el Real Madrid de su sector (una comparación no del todo disparatada), Ocelote sería Santiago Bernabéu. Este madrileño de 32 años lo fundó en 2014 y le dio forma, convirtiéndolo no solo en uno de los equipos más relevantes de Europa, sino en una extensión de sí mismo. Hasta que un vídeo, un troleo y la presión social contra el machismo han acabado con todo.

El principio del fin se gestó en una fiesta. El pasado 17 de septiembre, Ocelote estaba descorchando botellas de champán alegremente junto al gurú de los incels Andrew Tate, quien dice que las mujeres deberían estar en casa y que son propiedad del hombre. Se jacta de pegarlas y asfixiarlas. Cree que las víctimas de violación deben “asumir la responsabilidad” de sus ataques y sale con mujeres de 18 a 19 años porque así puede “dejar una huella” en ellas, según explica en sus vídeos. Estos han sido retirados de Facebook, Instagram, YouTube, TikTok y Twitter por fomentar la violencia contra las mujeres.

Así que cuando Ocelote publicó en su cuenta de Twitter un vídeo de fiesta con Tate no a todo el mundo le pareció una gran idea. La fina lluvia de críticas acabó convirtiéndose en una tormenta viral, pero lejos de recular, Ocelote sacó el paraguas y tiró para adelante. “Nadie podrá vigilar mis amistades. Trazo mi línea aquí. Salgo de fiesta con quien cojones me dé la gana”, tuiteó el emprendedor. Seis días más tarde cortaba lazos con su empresa: “No me creo lo que voy a decir, pero mi tiempo en G2 ha llegado a su fin”, explicaba en un vídeo en el que hacía esfuerzos por no llorar. “Asumo toda la responsabilidad por lo que ha pasado en los últimos días y estoy destrozado”. Para entender qué pasó entre unas declaraciones y otras, hay que explicar quién es Ocelote y en qué momento se encontraba la industria cuando estalló esta polémica.

Ana Rosa Quintana estaba alucinando. “¿En un estadio de verdad?”, preguntaba la presentadora cuando un joven Ocelote le aseguraba que se había llenado el de Los Angeles Lakers (con capacidad para 20.000 espectadores) para ver una competición de eSports. Era 2014, la industria de los deportes electrónicos estaba despegando y él, que ya había destacado como un jugador medio pero con carisma, había creado su primer equipo. Y fue al programa de Ana Rosa a contarlo. “Aquello fue inaudito en la época”, explica en un intercambio de audios Bruno Ouviña, sociólogo y especialista en eSports en el portal MGG. Aunque más por llegar a conquistar ese espacio que por la entrevista en sí. Ana Terradillos, Eduardo Inda y la propia Ana Rosa le lanzaron preguntas absurdas como si aquello era un trabajo de verdad, si podía tener novia estando todo el rato “con la maquinita y tal”, o si esa hipotética novia era real o virtual. “Es muy interesante y me impacta un poco que gente de a pie, como vosotros, no conozcáis este fenómeno”, resumía hacia el final de la entrevista el empresario. Sus palabras de entonces tienen la misma vigencia en la actualidad.

“Ocelote no consiguió que los periodistas le trataran con mucha seriedad”, reconoce Ouviña. “Pero demostró que se desenvolvía muy bien en las entrevistas, que tenía un punto de showman. Y supo intuir que por ahí iban los tiros”. En 2014 los deportes virtuales despuntaban, pero el mundo del streaming y los creadores de contenidos no eran tan importantes como hoy.

Quizá la figura que mejor representa cómo ha crecido este mundillo es Ibai Llanos, uno de los creadores de contenido más queridos y seguidos del mundo (suma 11 millones de seguidores en Twitch, otros tantos en TikTok y más o menos los mismos en Twitter). Fue Ocelote quien convirtió a Ibai en lo que es, o al menos le ayudó en el camino. En 2019 el vasco era comentarista de la Liga Profesional de Videojuegos (LVP). Ponía la voz a los partidos en los que jugaba el equipo de Ocelote. Y fue al final de uno de estos encuentros, en los Mundiales de 2019, cuando en vivo y en directo el empresario hincó rodilla y le pidió a Llanos que abandonara su trabajo para convertirse en creador de contenido para G2. La asociación solo duró un año, pero fue suficientemente productiva para reforzar la imagen del presentador reconvertido en streamer y del equipo más mediático de la LVP.

De esta forma, Ocelote se fue creando una imagen pública cercana, alejada del empresario gris cuyas palabras pasan por el tamiz de un equipo de comunicación y asemejándose más al estilo de comunicación irreverente y políticamente incorrecto de los streamers. “No tiene nada que ver con el resto de consejeros delegados del mundillo”, explica Ouviña. “Es el chico malo, pero también el chico divertido, el que se disfraza de payaso, se ríe de sí mismo. Se ha construido un personaje duro, que se mete con la gente, no tiene problemas en decir lo que piensa y sabe manejar al público”.

Hasta ahora. La verborrea diarreica que lo encumbró ha sido la que ha acabado precipitando su salida de G2. Cuando empezó a despotricar contra quienes criticaban sus amistades no era consciente de las implicaciones que esas palabras podrían tener. “No supo diferenciar bien los límites entre la vida privada y su marca personal”, señala Lara Smirnova, streamer y periodista especializada en eSports. “Cuando eres un personaje público, estas líneas son muy difusas y más si eres tú mismo el que comparte ese contenido. Ocelote creyó que esto sería una polémica más y subestimó lo que implicaba su comportamiento”, analiza. Su empresa no lo hizo. No esperó ni 24 horas a hacer control de daños. Le suspendió de empleo y sueldo durante dos meses y esperó por su parte un gesto de contrición que llegó a medias. El 18 de septiembre, Ocelote pidió perdón en un comunicado en tono frío y administrativo y fue dejando pistas en sus redes sociales de su verdadero parecer. Se cambió su avatar poniéndose una imagen de un ave fénix. Añadió a su nombre un emoticono que sonreía con autosuficiencia. Y fue regando de likes a todos los mensajes de apoyo, riéndose en la cara de sus detractores con un troleo de manual.

Puede que en otro contexto su actitud hubiese pasado desapercibida. Pero no lo hizo el pasado fin de semana. “El timing ha sido complicado”, concede Smirnova, “G2 optaba a una plaza en la VCT, la competición del videojuego Valorant”. Todos los equipos seleccionados iban a tener una plaza asegurada en esta competición para los próximos cinco años, ganaran o perdieran (algo así como España en Eurovisión, pero con disparos), garantizando una seguridad que en los eSports apenas existe y unos cuantos millones en ingresos en un juego con mucha proyección de futuro.

La creadora de este videojuego, la desarrolladora californiana Riot Games, también tiene su pasado. Es una empresa que viene de pagar 100 millones de dólares en daños a sus empleadas por discriminación de sexo y comportamientos machistas. No podía permitirse un titular que mezclara su nombre con el de Andrew Tate. Así que no cedió ninguna plaza a G2 en un movimiento que muchos en el sector, conceden los entrevistados, relacionan con la polémica de Ocelote. Seis días después de que publicara el controvertido vídeo, el empresario se desvinculaba de su empresa. Pero el eco de la polémica ha seguido resonando.

“El mundo de los eSports y el gaming tiene en el machismo una lacra muy grande que combatir”, expone Smirnova. “No solo te encuentras comportamientos muy misóginos en el servidor cuando juegas, sino en redes sociales, en los chats de las competiciones femeninas, es algo preocupante siendo la fanbase un público tan joven”. Por eso, opina la periodista, las decisiones que se toman desde arriba son importantes. “Hay que señalar los comportamientos machistas como algo serio. Ya no es una bromita más de la bro culture en la que vivimos”, añade. No se trata tanto de establecer una cultura de la cancelación como de una cultura de las consecuencias: “Porque las conductas tienen sus consecuencias. Tenemos que dejar atrás la idea de que todo vale, y todo se olvida rápido”.

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Sobre la firma

Enrique Alpañés
Licenciado en Derecho, máster en Periodismo. Ha pasado por las redacciones de la Cadena SER, Onda Cero, Vanity Fair y Yorokobu. En EL PAÍS escribe en la sección de Salud y Bienestar

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