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Madrid quiere saldar la deuda con sus orígenes islámicos

El pleno del Ayuntamiento aprobó un plan para “cuidar y divulgar” la muralla construida entre los siglos IX y XII, el registro arqueológico más antiguo del asentamiento que dio origen a lo que hoy es la capital española

El parque del Emir Mohamed I y la Muralla Árabe en una foto del 12 de mayo de 2018.
El parque del Emir Mohamed I y la Muralla Árabe en una foto del 12 de mayo de 2018.Jaime Villanueva
Armando Quesada Webb

Madrid es la única capital europea fundada por musulmanes. En el centro de la ciudad, los restos de la muralla islámica —construida por orden del emir Mohamed I de Córdoba en el siglo IX para proteger Toledo de las invasiones del norte— son el registro histórico más antiguo de aquel asentamiento, llamado entonces Mayrit. Pero si uno visita el parque que actualmente lleva el nombre del emir, le costará enterarse de toda esta historia. En este recinto de ambientación andalusí, ubicado detrás de la iglesia de la Almudena e inaugurado en 2010 hay, además de una decena de gatos, un puñado de carteles informativos. En ellos se cuenta con brocha gorda la historia de la muralla islámica, mientras que sí se desarrolla más a fondo la etapa cristiana y las posteriores expansiones del muro hasta el siglo XII. La única placa que menciona la palabra “Mayrit” y el origen islámico de la ciudad está detrás de unas verjas y es difícil acercarse para leerla.

El Ayuntamiento de Madrid reconoce que tiene “una deuda” con la muralla, declarada monumento histórico-artístico en 1954. Esa fue la palabra que usó el entonces delegado de Desarrollo Urbano, Mariano Fuentes (después de las elecciones del 28M esa cartera fue asumida por Borja Carabante), al presentar el plan para “cuidar y divulgar” la muralla a principios de este año. El Pleno del Ayuntamiento los aprobó por un presupuesto de 9,5 millones de euros el pasado abril, donde se incluye la construcción de un Centro de Interpretación con el objetivo de difundir la historia de la muralla.

Daniel Gil-Benumeya, profesor del Área de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense de Madrid, apunta que históricamente la muralla “no ha sido muy bien tratada”. “Desaparece completamente en un momento del siglo XX, no se conservaba ningún rastro visible hasta que fue descubierta una parte en los años cincuenta, que es lo que actualmente constituye el parque, y desde entonces esa parte sí ha sido relativamente cuidada por el Ayuntamiento, pero no es una zona de paso, ya que no suele estar dentro de los itinerarios turísticos”, explica el académico por llamada telefónica.

Restos de la Muralla Árabe, el 12 de mayo de 2018.
Restos de la Muralla Árabe, el 12 de mayo de 2018. Jaime Villanueva

Gil-Benumeya sostiene que hay razones históricas e ideológicas que han llevado a la marginación de esta estructura: “Los problemas que arrastra Madrid con el patrimonio tienen que ver con el hecho de que es capital en España. Es decir, que Madrid, simbólicamente por el hecho de ser la capital, encarna la identidad colectiva de la nación española, que generalmente se concibe a sí misma con hostilidad contra el islam, ya que los españoles somos herederos de la lucha medieval contra los musulmanes”.

De los 2,3 millones de musulmanes que hay en España, aproximadamente 300.000 viven en Madrid (un 13%). Este colectivo recientemente ha denunciado situaciones de marginación dentro de la capital, como el no contar actualmente con un cementerio, porque el único que existe está lleno. Respecto al patrimonio, un caso reciente que causó indignación fue la demolición hace unos meses de La Higuera, una casa en el distrito de Tetuán de estilo neomudéjar que representaba un registro histórico y artístico del arte hispano-musulmán.

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Por ahora, el Ayuntamiento de Madrid carece de servicio arqueológico municipal, un área que sí está implementada en ciudades como Valencia, Santiago de Compostela, Zaragoza o Barcelona. El impulso de un servicio propio es un reclamo histórico del Colegio de Arqueólogos de Madrid y en 2022, el Gobierno de José Luis Martínez-Almeida se comprometió a llevarlo a cabo, pero la propuesta no salió adelante. Los únicos trabajadores públicos de los que dispone el Consistorio en esta materia es el equipo de arqueólogos del departamento de Patrimonio Histórico de la Comunidad. Pero entre sus competencias no están la conservación de restos ni la difusión.

Un plan poco claro

Aurora Ferrini, coordinadora de Arte y Educación del Centro de Estudios del Madrid Islámico (CEMI), explica que, si bien la capital nunca ha llegado al extremo de ocultar su origen islámico, desde su asociación llevan años insistiendo en la necesidad de una mejor divulgación de la historia musulmana. Para Ferrini el caso del parque del Emir Mohamed I es claro: “Cuando entras no hay nada y mucha gente no sabe siquiera la historia que aloja. Hace falta una mayor visibilidad, y sobre todo creemos que haría falta además que la información estuviera en varios idiomas, incluido el árabe, para enfatizar ese legado en común”.

En ese sentido, Ferrini califica el nuevo plan del Ayuntamiento como una medida necesaria, pero opina que hace falta claridad en el texto: “En primer lugar, tiene muy poco detalle y, sobre todo, preocupa que no hace ningún tipo de distinción entre las fases de la muralla que se van a proteger, porque lo engloba todo dentro de la antigua muralla”.

El plan del Ayuntamiento no especifica los detalles del Centro de Interpretación que construirán, ni tampoco de las “zonas verdes” que estarán ubicadas en puntos estratégicos para observar los segmentos más importantes de muralla. Este periódico contactó con el Consistorio para solicitar esta información y preguntar si con este nuevo esfuerzo de divulgación harán mayor énfasis en la historia islámica o incluso si el cambio de legislatura afectará de alguna forma al proyecto, pero no han respondido.

Gil-Benumeya —que además es coordinador científico del CEMI— opina que lo más grave del plan es que no especifique qué medidas exactas se van a tomar para proteger la muralla. El académico, además, califica de “contradicción” que se exponga en la recién inaugurada Galería de las Colecciones Reales —ubicada justo detrás del parque del Emir Mohamed I— un pedazo de la muralla islámica: “Es un elemento extraño para ese museo y además solo se va a mostrar una quinta parte del pedazo de la muralla sobre el que se construyó la Galería”. Ferrini, por su parte, no cree que esté mal que se exponga en ese museo el fragmento de la muralla porque, según dice, cualquier puesta en valor del patrimonio y legado islámico en Madrid es una victoria.

Un domingo de este verano, frente a la iglesia de la Almudena, había ruido, música, baile, fotos, paseos y todo tipo de movimiento asociado al turismo. Pero al bajar al parque del emir Mohamed I, que está, literalmente, a la sombra de la iglesia cristiana, la gente caminaba sin apenas volver la mirada. Solo tres turistas se encontraban en la plataforma donde están las placas que cuentan su historia. Una pareja de dos jóvenes se hacía una foto y se iba casi de inmediato. Otro hombre se quedaba unos minutos leyendo lo que dicen las placas y se marchaba poco después.

Así es la rutina en el parque, un lugar relegado a los curiosos que se desvían de la ruta turística que recorre el centro de Madrid. Una mejor divulgación, coinciden los expertos, ayudaría a hacer más visibles la muralla y el parque, pero por ahora los únicos que lo conocen de verdad son los gatos. No parece casualidad que “gato” sea la palabra con la que se llama a las personas con cuatro abuelos madrileños. La leyenda dice que es porque hace cientos de años las personas que escalaban la muralla de Mayrit parecían felinos.

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Armando Quesada Webb
Periodista costarricense. Escribe en El País Semanal y colabora con el suplemento Ideas. Antes de incorporarse a EL PAÍS pasó por varios medios de comunicación en Costa Rica. Cursó el máster de Periodismo UAM-El País en la promoción 2021-2023.

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