CALLE o cómo hacer que todo un barrio participe en un proyecto cultural
El festival de arte urbano cumple 10 años rejuveneciendo fachadas y cristaleras de los comercios de Lavapiés
El barrio de Lavapiés ya no es lo que era, dice Pilar Raya, que ha vuelto a participar en el festival de arte urbano CALLE, en el que se pintan fachadas, cristaleras y cierres de todos los locales de la zona que se presten a ello. Aunque es su tercera participación, y seguirá haciéndolo mientras pueda, añade, esta edición ha sido una muy especial, ya que ella junto a otros 19 artistas del Centro de Mayores de Antón Martín eran los responsables de pintar el mural conmemorativo del décimo aniversario. Ha querido participar porque le hace ilusión y “es una forma de darle alegría al barrio, que ya tiene bastante, pero así es más bonito, más colorido”.
Aunque es de Jaén, lleva 72 años en la calle del Salitre, en una corrala de casi 200 años de antigüedad. No se plantea mudarse y menos ahora, aunque lo único que le falta es un ascensor. “Me voy a morir sin él, pero es que no hay manera de encajarlo en el edificio. Verás, es que el patio es cuadrado”, explica con resignación. Esta mujer, de 80 años “ya cumplidos”, se acuerda de cuando las puertas de las casas se mantenían siempre abiertas, los vecinos se conocían entre ellos y el ambiente era familiar. Ahora, en su edificio solo quedan tres casas con personas de “toda la vida”, cuenta mientras toma café en un bar de la zona. Los demás son jóvenes y personas que alquilan, “de los que suben y bajan las escaleras y no saben quién eres”.
Para Miguel Ángel Fernández, que también ha participado en el homenaje a los diez años, coger el pincel es algo que no le gusta demasiado, pero en esta ocasión ha ido “más animado a colaborar”. Su participación ha sido de aquellas que a veces no se notan, pero que en retrospectiva son las que más se agradecen. Desde un segundo plano, Fernández ha “escuchado a la gente” mientras apoyaba a quienes están más cómodos pintando, ya que para él “es muy bonito ayudar a que se sientan más estables y a gusto”. También es vecino de Lavapiés de toda la vida y fue el dueño de unos de los bares más antiguos del barrio. Lo abrieron sus abuelos y lleva ya 121 años en funcionamiento.
Siempre ha tenido una debilidad por ayudar a las personas mayores, colaborar con ellas, apoyarles y animarles. Ahora que también pertenece a este colectivo, la necesidad ha aumentado. “La gente es muy agradecida y ves que ponen ese interés, como si la vida hubiera vuelto de nuevo. Da mucha alegría ver como, según vamos siendo mayores, tenemos todavía la ilusión de sentirnos jóvenes”.
El mural conmemorativo se ha erguido en las cristaleras del bar Donde da la vuelta el viento, en la calle del Mesón de Paredes, número 81. En ella se pueden ver las diferentes propuestas de los artistas del centro. En una se ha dibujado una parada de metro con un paraguas con la bandera LGTBI, otro tiene varias tapas y un jamón. Toda una oda a la diversidad de Lavapiés y de Madrid.
Los artistas detrás de CALLE
CALLE, que comenzó el 17 de abril y seguirá hasta el 14 de mayo, no solo ha contado con la participación del Centro de Mayores de Antón Martín, sino que 56 artistas de diferentes partes del mundo han acudido a la gran cita. Emmanuel Carvajal ha sido uno de los participantes de este año. Es de México y tan solo lleva seis meses en Madrid, específicamente en Lavapiés, y su primera impresión del barrio fue que era “muy colorido”, como su arte.
Con rosas chillones, verdes pastel, azules y morados, Carvajal pintó, el miércoles 26 de abril, la fachada de una tienda de comida para llevar. A sus 30 años ha decidido migrar, lo que ha supuesto para él una forma de expandirse y descubrirse como artista, afirma. A pesar de llevar tan poco en la ciudad, no dudó en inscribirse en el festival. Y aunque “no tiene contexto ni histórico ni cultural de la zona” le asombraba ver que “de todos los barrios, Lavapiés es el que más arte tiene”; sin embargo, la paleta de colores era siempre la misma y creyó que con su manera de pintar “podía aportar algo nuevo al barrio”.
David Malolargo, de 30 años, y Albert García, de 29 y artísticamente conocido como Hermano García, también quisieron aportar su granito de arena en el festival. Han dejado brevemente las calles de Barcelona para poder pintar en Madrid. García se apuntó y le pasó la convocatoria a su compañero, que nunca había estado en la capital, por lo que hacerlo para dejar su huella en los bares de Lavapiés junto a su amigo era algo “muy emocionante”.
Malolargo le ha hecho un homenaje a su primera vez en Madrid y ha titulado su obra, dibujada en las paredes de un bar de la calle de Argumosa, como Bad Welcome, mala bienvenida. “Vine sin mucha idea, tenía diseños y personajes pensados, pero como no sabía bien las dimensiones, pues tampoco quise cerrar mucho la idea”, aclara el barcelonés, que sí tenía claro que quería que fuese algo amable, divertido, colorido y para todos los públicos.
García, por su parte, pinta en A Tola de Migitana, una tienda de arreglos de ropa también en la calle de Argumosa. “Estoy supercontento de pintar donde Encarni [la dueña]. Es una vecina del barrio y es superamable. Se ha prestado a todo. Es brutal”, explica. Y es que la colaboración y promoción de los comercios de la zona es uno de los motivos principales de CALLE. María Esteban Jiménez, presidenta de la Asociación de Comerciantes de Lavapiés, coordina los locales que participan en el festival y es algo que no le cuesta porque, según cuenta, el barrio “es muy participativo” porque entienden que “para conseguir cosas hay que unirse”.
Iniciativas como esta implican que artistas como García y Malolargo puedan vivir del arte, les permite darse a conocer en una capital y exponer su arte de forma que todo el mundo pueda verlo. Ganarse la vida pintando es complicado, bien lo saben los 56 concursantes. Los dos barceloneses consideran que es algo precario, ya que no solo deben lidiar con la presión de crear obras, sino que también deben afrontar el mercado, que es “aún más difícil de sobrevivir”.
CALLE rejuvenece desde hace una década las fachadas de la zona y “le da voz a todos los artistas que buscan expresarse”, juzga Carvajal, quien considera que a través de los participantes se muestra, aunque solo sea un poco, la diversidad del barrio. Él le dedica su obra a quienes salen de sus países para “buscar su sueño, nuevas oportunidades y algo que no sepan de sí mismos y que en un sitio como Lavapiés lo puedan encontrar”.
Que el Lavapiés de Raya o de Fernández ya no existe es un hecho objetivo. Para Raya es algo triste y le encantaría volver a aquellos tiempos. Para Fernández es, aunque se acuerda del mercado en la calle y de la sensación familiaridad, algo que ha dado “mucho ambiente” a la zona. Con el tiempo ha visto como los locales que habían cerrado volvían a resurgir y las zonas que necesitaban un lavado de cara mejoraban. “Esto es un barrio antiguo, muy bonito y con mucha historia. Pero ahora es un lugar multicultural y quienes hemos estado aquí nos damos cuenta de que realmente la evolución ha sido para bien”, reflexiona.
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