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Resuelto el asesinato de Atocha, un crimen de bandas ejecutado por adolescentes

La Policía detiene a tres menores por el asesinato del pandillero que se desangró a las puertas de una discoteca en el centro de Madrid febrero por una cuchillada en el corazón

Pequeño altar con velas y flores en homenaje a Jaime, el adolescente asesinado en el centro de Madrid. Foto: DAVID EXPÓSITO | Vídeo: POLICÍA
Patricia Peiró

El adolescente mira con desgana mientras los agentes inspeccionan su habitación. El quinceañero no abre la boca, pero su madre echa a llorar cuando ve cómo los policías encuentran dos machetes en el cuarto de su hijo. La casa está a unos metros del punto de la calle de Atocha en el que Jaime Guerrero, un pandillero de 15 años, fue asesinado el 5 de febrero en un enfrentamiento entre bandas rivales. Los investigadores acaban de poner rostro a los responsables de ese crimen. El chico que no habla es uno de ellos y junto con otros dos menores fue detenido este miércoles por cometer ese asesinato. Los tres son miembros de la banda Dominican Don’t Play.

La víctima era un chico delgado y atlético al que apenas se le había borrado el acné de la cara cuando murió. Había jugado en equipos de fútbol como el Móstoles y vivía con su familia en Vallecas. Pero alrededor de seis meses antes de su muerte algo cambió. Dejó de ir a clase y abandonó los entrenamientos. Empezó a meterse en líos. Tantos, que la Policía llegó a detenerle por robos con violencia. Todas las pruebas apuntan a que el chico se había unido a los Trinitarios, una de las dos bandas juveniles violentas predominantes en Madrid. Una decisión que puso fecha al final de su vida cuando no había cumplido ni 16 años.

“Creemos que el error de Jaime fue el peor de los que pueden cometer los pandilleros: había cambiado de banda. Antes de ser trinitario había pertenecido o simpatizado con otras”, explica una fuente policial cercana al caso. En las reglas no escritas de las bandas, esto supone una sentencia de muerte y eso es lo que Jaime encontró a las puertas de una discoteca.

Esa noche de febrero en la que hubo al menos otras cinco reyertas de bandas por toda la ciudad, todo sucedió muy rápido. Los trinitarios y los DDP se encontraron de fiesta en las puertas de una discoteca de Atocha y estalló el enfrentamiento. Todos llevaban armas. En las imágenes grabadas por las cámaras de seguridad y por los móviles se ve cómo los pandilleros se mueven entre la multitud calle arriba calle abajo. Primero parece que Jaime, con un machete en la mano, sube para después cambiar de dirección. En ese momento ya le habían clavado el cuchillo en el pecho. La adrenalina provocó que aguantara unos segundos más en pie, pero la pérdida de sangre fue tan grande que solo dio unos pasos hasta que se derrumbó a unos metros del McDonalds que hace esquina y que siempre está rodeado de repartidores que esperan su turno para recoger sus pedidos. Unos viandantes intentaron reanimarle pero Jaime ya estaba inerte en el suelo.

Precisamente la abundancia de testigos y de vídeos ha sido la clave de este caso. La materia prima con la que han tenido que trabajar durante estos meses los investigadores del Grupo V de Homicidios de Madrid era tan abundante que era imprescindible discernir lo que la gente vio de lo que creyeron ver para no errar el tiro. Para ello, han contado con el apoyo de los grupos especializados en bandas de la Brigada de Información, que pusieron encima de la mesa una serie de posibles sospechosos que coincidían con las imágenes. “Hay pruebas suficientes para acreditar que esto tres detenidos participaron en el asesinato”, aseguran fuentes cercanas a la investigación. La Fiscalía de Menores opina como los investigadores y por eso solicitó medidas de internamiento para los detenidos, sin embargo el juez ha dictado de forma cautelar la libertad vigilada para dos de ellos y la provisional para otro hasta que se celebre el futuro juicio.

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Jaime llevaba mucho tiempo en el objetivo de sus rivales. Un grupo de DDP ya había ido a su casa en Vallecas semanas antes de su muerte en su busca. Ese día los que los encontraron fueron agentes de la Policía que les identificaron y les quitaron las armas, aunque no encontraron una explicación a que estuvieran merodeando ese día por la zona. La respuesta llegó semanas después, cuando comprobaron la dirección del adolescente que murió desgandrado en las puertas de una discoteca en Atocha y vieron que estaba muy cerca del punto en el que ese grupo de DDP había sido identificado.

En abril, otro miembro de los DDP, Alejandro Pérez, fue ejecutado en la calle como venganza por la muerte de Jaime. Sus enemigos trinitarios le tendieron una trampa haciéndole creer que había quedado con una chica para abordarlo solo y matarlo a cuchilladas a plena luz del día. La policía detuvo solo unos días después a un trinitario que acababa de cumplir 14 años como autor de la puñalada y a otros seis por participar en la emboscada. Pérez había sido investigado por estar en Atocha la noche en la que murió Jaime. En esta guerra de bandas todos acaban encerrados o enterrados.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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