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El quejío de los tablaos flamencos

Tras el anuncio de cierre de Casa Patas, los responsables de locales emblemáticos reclaman ayudas para mantener los negocios hasta la recuperación del turismo internacional

Ivana Portoles, propietaria del mítico tablao flamenco Cardamomo, en el barrio de Las Letras de Madrid.
Ivana Portoles, propietaria del mítico tablao flamenco Cardamomo, en el barrio de Las Letras de Madrid.Kike Para

El anuncio a principios de esta semana del cierre definitivo de Casa Patas, uno de los tablaos con más solera de la capital –con más de treinta años de actuaciones casi diarias y un precioso restaurante-, fue una desagradable sorpresa para muchos aficionados al flamenco en Madrid. Pero los directores de los principales tablaos temen que el local de la calle Cañizares no sea el único en caer si las administraciones no elaboran un plan de ayudas para sus negocios hasta que la afluencia del turismo internacional en Madrid recupere los niveles anteriores a esta crisis.

Los responsables de los tablaos advierten que no podrán resistir hasta que esos visitantes extranjeros –que suponen el 90% de su clientela- puedan o quieran volver con seguridad a sus locales. Y sin limitaciones de aforo. Trabajar con el 50% de público previsto para los teatros, bares y clubes nocturnos cuando termine el estado de alarma sería inviable para casi todos los tablaos, según sus responsables. El taconeo y el zapateado, el rasgueo de la guitarra, el quejío del cantaor y la profundidad del cajón, las flores y peinetas que se desprenden de la melena en el éxtasis del baile en un tablao… Todo ello podría pasar a ser historia de Madrid.

El 95% de los artistas profesionales obtiene la mayor parte de sus ingresos de sus actuaciones en los tablaos. Si cerramos nosotros, se acaba el flamenco en vivo
Juan Manuel del Rey, director del Corral de la Morería

“Si las instituciones no brindan unas ayudas efectivas a los tablaos flamencos, la inmensa mayoría no va a sobrevivir hasta el primer o segundo trimestre de 2021, cuando previsiblemente se pudiera recuperar el flujo normal de turistas y volviéramos a funcionar con el 100% del aforo”, advierte Juan Manuel del Rey, copropietario y director del Corral de la Morería, el tablao más antiguo en continuidad, ya que desde 1956 no había cerrado sus puertas hasta el pasado marzo.

Es una advertencia que hacen todos los directores de los tablaos consultados ya que, con alguna excepción debida al gran tamaño de la sala, no ven viable mantener el negocio ni siquiera durante unos meses si deben cumplir las normas de seguridad estipuladas para cuando abran los teatros, discotecas, bares o clubes nocturnos. “Con el tablao cerrado y 26 empleados en un Erte no sé cuánto podremos aguantar sin echar el cierre definitivo, pero con el negocio abierto solo con un 50% del aforo permitido y una previsible ausencia de turistas, sí sé que apenas resistiríamos unos días”, asegura Ivana Portolés, propietaria de Cardamomo, el tablao emblemático de la calle Echegaray, en uno de los entornos más flamencos de la capital, donde se sitúan también Villa Rosa, Casa Patas, Candela y bares como El Callejón o El Burladero.

El mismo largo plazo de vuelta a una situación viable prevé Jesús Rodríguez Cerezal, propietario del tablao Villa Rosa, el precioso local en la plaza de Santa Ana que celebró sus primeras actuaciones flamencas en 1914. “Aún en el supuesto que en otoño y Navidad se diera una situación de relativa normalidad, luego vienen los meses de enero y febrero, que son deficitarios, así que no veo una puesta en marcha con regularidad hasta finales de marzo como mínimo”, dice.

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Este empresario es propietario, además del Villa Rosa, de siete tabernas en la zona en las que la clientela está compuesta también mayoritariamente por turistas. En total, en sus empresas trabajaban unas 120 personas. Al haber cerrado temporalmente el tablao y las tabernas están casi todas en espera, “desde el 13 de marzo hasta el próximo 31 de diciembre me veo obligado a desembolsar cerca de un millón de euros en indemnizaciones por los despidos, mantener las licencias, pagar las hipotecas de los locales, los alquileres, etc, sin contar, por supuesto, la caída brutal en los ingresos”, dice Rodríguez Cerezal.

Un espectáculo en El Corral de La Morería.
Un espectáculo en El Corral de La Morería.SANTI BURGOS

Ivana Portolés estima en una cantidad similar los créditos Ico y de otras instituciones que ha pedido para capear de momento el temporal. “Pero si cuando abramos de nuevo no nos dan oxígeno, nos podríamos descarrilar definitivamente; ya no podríamos volver a las condiciones del Erte”.

Habría que haber empezado hace mucho con la creación de un sello de calidad. Se perdió afición por la chapuza de tantos negocios que expandieron el prejuicio de que todos somos un negocio para guiris
Ivaná Portolés, responsable del Cardamomo

En cuanto a las ayudas que podrían salvar la situación, la propietaria de Cardamomo considera imprescindible que cuando termine el estado de alarma “no tenga que pagar la Seguridad Social de 26 empleados de un local que no puede funcionar hasta que no haya una vuelta del turismo y se pueda trabajar con la sala al completo, porque en caso contrario me vería obligada a despedir a todo mi gran equipo, lo cual me produce una gran angustia, porque me pongo en su piel; aparte, claro, del descalabro económico que me supondría”. En esta propuesta coincide también Juan Manuel del Rey, que tampoco ve posible trabajar con limitación de público.

Rodríguez Cerezal cree que “sería necesaria una importante rebaja fiscal, de Ivas y otros impuestos para poder sobrevivir estos meses. Mi tablao, al ser de gran tamaño, pienso que podría ser algo rentable con un 50% de clientes, pero el problema es que ese porcentaje tendría que seguir siendo de turistas. ¿Va a haber turistas extranjeros? ¿Cuándo?”. Y es que intentar paliar este déficit impulsando el turismo nacional, como va a intentar, entre otros, el sector hotelero, no es una posibilidad, opina Portolés, “pues habría que haber empezado hace mucho con la creación de un sello de calidad para los tablaos que lo merezcan, para intentar que los españoles volvieran a nuestros locales, una afición que se perdió por la chapuza de tantos negocios que expandieron el prejuicio de que todos somos un negocio para guiris”.

Los directores de los tablaos coinciden en resaltar que el flamenco está considerado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco “y ello obliga a las instituciones a protegerlo. Además, somos la industria del flamenco, el 95% de los artistas profesionales obtiene la mayor parte de sus ingresos de sus actuaciones en los tablaos. Si cerramos nosotros, se acaba el flamenco en vivo, lo que se traduciría en el fin del flamenco, algo que nuestro país no puede permitirse”, insiste Del Rey. La dirección del Cardamomo añade que “necesitamos un censo de tablaos, artistas, tiendas de flamenco y hasta de aficionaos para pedir al Gobierno que nos tome en consideración en la verdadera dimensión del problema”.

La semana que viene, el director del lujoso Corral de la Morería, cuyo restaurante tienen una estrella Michelín, presentará junto al resto de promotores implicados la Asociación Nacional de Tablaos, cuyo principal reclamo al Ministerio de Cultura es la creación urgente de un plan estatal de ayuda a los tablaos, “que se nos declare un sector de interés especial”, reclama. Un tablao no suele tener una capacidad mayor de cien o 120 clientes y la gran mayoría cuenta con un restaurante que implica muchos más gastos de personal; además lo que cuesta la contratación de los artistas, por lo que según sus directivos, no es rentable si no consiguen que al menos se llene de jueves a domingo y como mínimo los fines de semana en la temporada baja de turismo. Hasta ahora ninguna de las administraciones central, autonómica o municipal ha comunicado medida alguna de ayuda al sector, coinciden todos los empresarios consultados.

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