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La historia del baile más castizo de Madrid

Se cree que el chotis nació en Reino Unido, de ahí que su nombre fuera ‘schottisch’, término que remite a Escocia

El chotis, baile típico de San Isidro.
El chotis, baile típico de San Isidro.CLAUDIO ALVAREZ

Ni surgió en Madrid ni era un baile popular en sus orígenes y, sin embargo, el chotis se acabó convirtiendo en el género más representativo de la capital y en el máximo exponente del casticismo. En este San Isidro atípico, sin verbenas ni rosquillas con limonada en La Pradera, aprovechamos para conocer mejor su historia.

Aunque se siguen investigando sus orígenes, se cree que el chotis nació en Reino Unido. “Desde allí pasó al continente y se popularizó en Centroeuropa, sobre todo en la zona de Bohemia”, explica José Luis Campos, de la Agrupación de Madrileños y Amigos Los Castizos, dedicada a promover y conservar las tradiciones de Madrid. De ahí que su nombre fuera schottisch, término alemán que remite a Escocia. El chotis llegó a España a través de la corte de Isabel II y se bailó por primera vez en el Palacio Real el 3 de noviembre de 1850. Los madrileños sabían que el nombre original era schottisch, pero su difícil pronunciación hizo que la palabra acabara derivando en “chotis”.

Una niña luce su vestido de chulapa en la pradera de San Isidro. A su lado, los mayores bailan un chotis.
Una niña luce su vestido de chulapa en la pradera de San Isidro. A su lado, los mayores bailan un chotis.BERNARDO PÉREZ

Según Campos, “en el momento en que el pueblo se enteró de que la alta sociedad lo bailaba quiso bailarlo también, adaptándolo a su manera”. Rafael Sánchez, de Variedades Azafrán –grupo que se dedica a reinterpretar los géneros musicales tradicionales con un toque de humor y crítica social–, señala que las zarzuelas fueron clave para la popularización de este género. “El chotis era uno de los números fijos en las zarzuelas, muy populares en la época y cuyos sus libretos bebían de lo que pasaba en las calles”. De hecho, el chotis nos habla de la historia y de la idiosincrasia de la capital. “Era una música urbana en un momento en el que Madrid multiplicaba su población y buscaba su identidad como ciudad”. El fenómeno de los chulos y las chulas –que Sánchez define como “la tribu urbana de los modernos en ese Madrid”–, tiene que ver con este crecimiento, “con una ciudad en la que ser un poquito prepotente y ‘echao pa’lante’ era necesario, porque era un lugar duro, donde había mucha violencia y pobreza”.

La forma de bailar el chotis también nos habla de esa chulería que tan asociada ha quedado a la imagen de Madrid. El personaje arquetípico del chulo iba siempre como un pincel, marcaba su ley en el barrio y en la verbena, y por eso no se molestaba ni en moverse al bailar. En el chotis, el hombre gira sobre sí mismo, prácticamente quieto, mientras que la mujer es la que se mueve a su alrededor. “Por eso se dice que el chotis se baila ‘sin salirse de un ladrillo’—comenta Campos. Es una forma de decir que se baila en un espacio muy reducido”.

El personaje arquetípico del chulo iba siempre como un pincel, marcaba su ley en el barrio y en la verbena, y por eso no se molestaba ni en moverse al bailar
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Los trajes de chulapo y chulapa son un reflejo de ese carácter popular que acabó adquiriendo el chotis. Los madrileños adoptaron para ir a las verbenas la indumentaria que aparecía en las zarzuelas de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Algunos de sus elementos más característicos tienen mucha historia detrás, como el clásico mantón de Manila –originario de China, desde donde se transportaba a la capital de Filipinas–, del que Galdós dijo que “envolverse en él es como vestirse con un cuadro” y que se incorporó al traje de chulapa inspirándose en la forma de vestir de las mujeres trabajadoras de la época, como las modistillas. El pañuelo de los hombres, por su parte, servía en muchas ocasiones para tapar que debajo de la chaqueta no había nada, es decir, que no tenían ni para camisa.

Para Campos, el éxito del chotis entre las clases populares se debe a que era “una forma de arrimarse a la pareja” y también al hecho de que era “un baile relativamente fácil de aprender –aunque, puntualiza, para bailarlo bien hace falta mucha práctica; para empaparse de la técnica, es muy recomendable el libro Apuntes de chotis madrileño, de Alfredo Povo y Arsenio López– y con una música pegadiza”. Las melodías se tocaban con organillo, introducido en España por el luthier Luis Apruzzese, que al ser un instrumento musical portátil, brindaba la posibilidad de organizar un baile en cualquier lado. Sánchez compara este instrumento con lo que hoy sería un DJ: “habiendo un organillo, había baile”.

Las letras de los chotis hablaban de las cosas que le pasaban a la gente en el Madrid de la época. Algunos hablan de amor, otros cuentan pequeñas historias y a menudo se mencionan zonas muy castizas de la ciudad, como Lavapiés o Chamberí. Sánchez resalta que “los chotises del XIX y principios del XX constituyen una galería muy viva de los usos, costumbres, personajes y comidillas de la época”, pero insiste en que “hay un antes y un después de la Guerra Civil, como ocurre con todos los folclores en España, porque se empezaron a tratar de una forma patriótica y tipificadora. Así, el chotis dejó de ser un reflejo vivo de la ciudad”. Desde Variedades Azafrán intentan, precisamente, que el chotis vuelva a hablar del día a día de Madrid como lo hacía originalmente, con una fina ironía y una sorna bien entendida. Lo hacen con creaciones como Chotis your name?, un chotis en inglés que han estrenado para este San Isidro confinado, en el que abordan el fenómeno de la turistificación. Una propuesta para invitar al turista “desde el desparpajo y cierta chulería con denominación de origen, a quedarse un ratito por el barrio y empaparse de vida real antes de perderse en el downtown”.

Una selección con los mejores chotis

Esta playlist se ha creado con las recomendaciones de José Luis Campos (Agrupación de Madrileños y Amigos Los Castizos), Rafael Sánchez Andújar (Variedades Azafrán) y la asociación Cultura Popular.

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