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El adiós en plenitud de Elton John en Barcelona

El cantante impresionó en el Palau Sant Jordi en el primero de sus dos conciertos de despedida

El cantante británico Elton John ofrece un concierto este lunes, en el Palau Sant Jordi de Barcelona (España). Foto: ENRIC FONTCUBERTA (EFE) | Vídeo: EPV

Era una despedida, pero fue una juerga, comedida juerga, no imaginemos lo imposible, considerando que la generación protagonista, la llamada de los boomers, era la ungida. La estrella tenía encima más piedras brillantes que una bisutería, en especial en la espalda de su frac, igual que en sus gafas, rosadas bajo un peluquín nada exagerado peinado a raya. Sí, era un Elton John comedido considerando sus usos, y en el Palau Sant Jordi, en el primero de sus dos conciertos de despedida en España, el color lo dejó para una pantalla que cerraba el escenario por detrás y también discurría hacia el frente haciendo un ángulo de algo más de 45º. Los músicos, tan veteranos como el propio Elton, su banda favorita dijo, en muchos casos compañeros de batalla de cuando Elton aún no tiraba de sus imaginativos tupés, ocupaban unos fosos que dejaban para Elton y su piano el protagonismo de la boca del escenario. Y para sus canciones, y para su voz, y para enmarcar con el colorido de una noche que pese a ser de despedida no quería dejar lágrimas. Elton, el artista que nos ha dicho que los artistas no pueden ser tan anodinos como quienes los escuchan, ya no volverá a iluminar escenarios. Quedarán sus discos y los recuerdos de sus conciertos.

Esta gira de despedida arrancó en 2018, la truncó la pandemia y luego se reemprendió. Y son las mismas las canciones que la han hecho brillar desde el primer día. Sin cambio alguno. ¿Para qué?, debe pensar Elton, satisfecho con temas que tachonaron de éxitos los años setenta y una parte de los ochenta, última década presente en el repertorio. Y así comenzó con Bennie And The Jets, y ya en ese tema, incitando la complicidad del respetable, 16.000 personas, las luces del recinto se encendieron como diciendo…aprovechen, es la última vez. En quinta posición sonó Tiny Dancer, y aunque los agudos ya quedan lejos, Elton dejó claro que la voz ahí sigue, poderosa. Había saludado rutinario, ya se sabe, Barcelona muy contento bien y tal, y tras Have Mercy On The Criminal llegó ese Rocket Man que también descargó de años a la audiencia. Una canción soberbia, como muchas de Elton, de ahí la datación de su elección de repertorio, inmóvil por casi incuestionable -bien, todos echaron en falta alguna, se da por sentado-; una canción que agitó las gafas con lucecitas que muchas personas compraron dentro del recinto para acompañar las refulgencias de Elton. Su voz, llevada hacia los tonos graves y entonaciones cómodas, redondeó la estampa cósmica que la pantalla proyectaba a un recinto que ya comenzó a encender los móviles. El cielo en el escenario, estrellitas en las gradas y en la platea. Todo casi como entonces, con arreglos similares y un Elton que en absoluto parecía físicamente tener sus casi 76 años, prueba inequívoca de que los retoques faciales sólo se perciben como los bisoñés, cuando son muy chapuceros. Y para dar rango la pieza, pasó por escena en versión larga, para que todo el mundo se luciera, Elton y su piano los primeros.

El cantante británico Elton John ofrece un concierto este lunes, en el Palau Sant Jordi de Barcelona. EFE/ Enric Fontcuberta.
El cantante británico Elton John ofrece un concierto este lunes, en el Palau Sant Jordi de Barcelona. EFE/ Enric Fontcuberta. Enric Fontcuberta (EFE)

El ramillete de éxitos no por esperado fue menos impactante. Tener en un repertorio piezas como Levon, con sus arreglos de orquesta digital, ese dueto medio fúnebre, medio emotivo que conforman Candle In The Wind, sólo a piano y voz con Marylin en pantalla y Funeral For a Friend, abierto con el sonido siniestro de un viento acompañado en pantalla por nubes de tormenta y truenos, con Elton ya de blanco y con gafas de montura azul oscuro y reflejos brillantes, deslizándose por escena junto a su piano, plantaron la actuación en el meridiano. Como siempre Elton simpático, pelín auto paródico, caminando por el ancho escenario con la soltura del Pato Donald y silabeando algunos pasajes de sus fraseos al piano, fue el mejor Elton para decir que uno más marcha, como han hecho Serrat, quizás el Springsteen de estadio y quien sabe si en breve Bob Dylan. Un ocaso de gigantes que sólo suelen ser irrepetibles para quienes los vivieron de primera mano cuando la música es, como todo en la vida, intenso, extremadamente vital, enormemente trascendente: esos años en los que todo deja huella. Ese Elton que se vio en el Sant Jordi incluso pareció más pletórico que en visitas anteriores, un estupendo último regalo, esperanzador último recuerdo, una muestra de orgullo generacional muy bien comprendida en la platea.

Tras la severidad de Funeral For A Friend y el delta euforizante de su desembocadura Love Lies Bleeding el concierto mostró en pantalla a un Elton juvenil mientras sonaba Don’t Let The Sun Go Down N Me, para luego ir virando hacia tonalidades menos trascendentes y ligeras, antesala del tramo rockero y contagioso que explotó con The Bitch Is Black, I’m Still Standind, Cocodrile Rock y Saturday Night’s Alright For Fighting. Pura diversión, luces encendidas, público en pie, más imágenes retrospectivas de Elton en pantalla, un homenaje a la música de siempre, a esas canciones desenvueltas y juveniles que no por acumular años dejan de evocar sentimientos sin manosear. Canciones de siempre en manos de quienes llevan toda la vida tocándolas, disfrutando y haciendo disfrutar con ellas. La puesta al día, bailable y petarda, con el bombo a paso de baile de Cold Heart abrió los bises, con Elton en batín rosa, bises rematados con Your Song, lagrimitas de ternura, y la alegre Goodbye Yellow Brick Road que cerró la noche. Elton marchó satisfecho. Hasta el mes de julio seguirá disfrutando de sus últimos conciertos. Y si todos son como este primero de Barcelona, dejará un gran sabor de boca, el de un veterano que sabe cuando ha de dejar de repetir canciones que escribió hace muchas décadas y que merecen reverdecer cuando se dice adiós. Y cantarlo en forma.

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