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Independentismo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El ‘procés’ y la danza de la lluvia

Cada vez es más evidente que no hay más discurso independentista que el de la fe y la emoción

Carmen Domingo
Presidenta de la ANC Dolors Feliu
La presidenta de la ANC, Dolors Feliu, en un acto en Barcelona.Quique García (EFE)

Parece, tras la renuncia de Junts en el Govern, que nos esperan tiempos revueltos. Parece, digo, porque si algo hemos aprendido en política catalana es que cuanto más parece, en realidad menos es. Recordemos que ocho segundos duró la independencia, con eso está todo dicho. ¡Ocho! Sin embargo, quienes montaron los ocho segundos son insistentes. Sí, lo sé, si no llaman la atención ¿cómo vamos a acordarnos de ellos? El caso es que, por increíble que parezca, el tema aún da juego de la mano de un grupo de gente; grupo, digo, porque no sé cuantificar cuántos son. En Wikipedia —a día de hoy— están definidos como organización española —sí, española— de ámbito catalán que tiene como objetivo alcanzar la independencia de Cataluña. Habéis acertado, me refiero a la Assemblea Nacional Catalana.

La ANC, con Dolors Feliu a la cabeza, tampoco es que sea un proyecto milenario, en contra de lo que puede parecer, su formación es reciente, poco más de diez años hace que están con el mantra de la independencia, y tienen en su seno nombres ilustres del independentismo patrio, desde Carme Forcadell hasta Jordi Sànchez, pasando por Quim Torra o Lluís Llach. Todos ellos preocupados, así se señala en su manifiesto fundacional, por aquel “España nos roba”, els calers.

A Dolors Feliu la escuché hace unos días en el programa Cafè d’idees. Yo no la había oído nunca, y de inmediato recordé un refrán español que dice: “Otros vendrán que buenos nos harán”, rememorando a Paluzie, la anterior presidenta. Feliu es de esas personas convencidas —quiero pensar que se lo cree— de “la religión” del procés y de que este desembocará en la independencia, pero ni sabe cómo, ni cuándo, ni de mano de quién. Quizás por eso, le preguntara lo que le preguntara Gemma Nierga, siempre acababa con: “Haremos la independencia”.

Daba igual que Nierga le diera porcentajes (en la actualidad solo el 42% de los catalanes la apoyan); le preguntara por los planes de los partidos (“ni ERC, ni Junts ni la CUP tienen un plan, pero la ANC sí, una lista cívica para que el Parlament haga la independencia”); se sorprendiera de que la ANC le pide a los partidos que se salten la ley mientras ellos la acatan (recientemente una sentencia tilda el sitio Consum Estratègic de la ANC de “desleal y contrario a la buena fe”, se lo han hecho cerrar y han acatado); o le comentara que tal vez están alimentando la esperanza de algo que nunca llegará. Feliu, sin cambiar la expresión —mientras Nierga no podía disimular la sorpresa—, insistía: “Nosotros haremos la independencia.”

Cada vez es más evidente que no hay más discurso independentista que el de la fe y la emoción. Por momentos una tiene la sensación de escuchar a un imam o un cura prometiendo el paraíso o un brujo de aldea convencido de que su danza traerá la lluvia. ¿De verdad todavía hay personas que los escuchan y no se dan cuenta de que de lo único que buscan es seguir vendiendo sus amuletos, porque es lo único que les queda en la mochila?

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