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Leonor de Borbón
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un día importante en el trabajo para Leonor de Borbón

No era un día de fiesta, karaoke, tarta y velas, regalos en grupo, achisparse y escribir un mensaje al móvil de alguien a deshoras. Lo de hoy ha sido trabajo

La princesa Leonor y la Reina Letizia a su llegada al besamanos previo al almuerzo con ocasión del Juramento de la Constitución, este martes en Madrid.
La princesa Leonor y la Reina Letizia a su llegada al besamanos previo al almuerzo con ocasión del Juramento de la Constitución, este martes en Madrid.EUROPA PRESS/A.Ortega.POOL (Europa Press)
Ángeles Caballero

Uno de los dos Rolls-Royce de la Casa Real llevaba por la calle de Alcalá a la princesa de Asturias y a la infanta Sofía en dirección al Congreso de los Diputados. La misma marca de coche que llevaba al colegio a Victoria Adams, ahora conocida como Beckham. Y este 31 de octubre en Madrid, la banda de música ponía banda sonora al recorrido de las dos hijas de los Reyes y tocaba Los nardos, una de las piezas más conocidas de la revista musical Las Leandras. Porque España sigue siendo Celia Gámez y muchas otras cosas, a pesar de que algunos se empeñen en no verlas.

Gracias a la señal retransmitida por televisión, los cristales del coche permitían observar las diferencias entre las dos hermanas. Sofía, melena al viento, sonrisa abierta, dientes al aire, saludaba con ganas. A su lado, Leonor en su particular fiesta de cumpleaños. Mucho más contenida, con la sonrisa ensayada desde casa. Los dos tacones de los zapatos ―anchos, para aguantar tantas horas de pie― apoyados en la alfombrilla, las punteras rígidas como el resto de su cuerpo. La mano saludaba sin ganas, o quizá con pocas. Que no se note, que no exagere. Que no le pase lo que aquella vez, mientras se rodaba el vídeo con motivo del 50º cumpleaños de su padre. Cuando se quemó la lengua con la sopa de berzas de ese día, lo hizo saber, y fue su madre la que reprendió la naturalidad del gesto. Porque sabe la periodista, mejor que nadie, que la suya no es una familia normal.

La Monarquía es rito, es estética, es tradición. Aunque algunas estén diseñadas para romperse. Lo hizo doña Letizia, cuando cortó el largo del vestido para su coronación. Lo ha hecho hoy la princesa Leonor al jurar la Constitución. Porque se vistió de lo que tenía hoy entre manos. No era un día de fiesta, karaoke, tarta y velas, regalos en grupo, achisparse y escribir un mensaje al móvil de alguien a deshoras. Lo de hoy ha sido trabajo. Por eso encargó a su sastre un traje pantalón homenaje a aquel día en el que su madre le pidió a su padre que la dejara hablar. De blanco sufragista, dicen las expertas en moda. Del mismo color que escogen las mujeres para días importantes. La comunión, la boda, la jura de la Constitución. Inmaculada concepción, Leonor del Gran Poder.

La princesa Leonor y la infanta Sofía, a bordo del Rolls-Royce 'Phamton IV', en su trayecto hacia el Palacio Real.
La princesa Leonor y la infanta Sofía, a bordo del Rolls-Royce 'Phamton IV', en su trayecto hacia el Palacio Real. Daniel González (EFE)

Pelo recogido, pendientes casi invisibles de aguamarinas y diamantes, rostro nacarado, el Toisón de Oro. Juró la Constitución española ante la atenta mirada de todos y sobre todo de dos mujeres. Su madre y su hermana. Una repetía modelo y el de la otra era de alquiler. Otro signo de los tiempos. La primera, más tensa que nunca ante lo que estaba viviendo, pendiente de todo, vigilando que nada falle. Es un dron andante al que hoy le estaba prohibido ejercer como madre. Que encima tiene que aguantar a la familia política esta tarde. Una familia política que tampoco es normal. La segunda, quizá la única amiga de verdad que tendrá en su vida la heredera al trono, el mejor hombro en el que podrá apoyarse, que la acarició con levedad una vez que Leonor juró delante de la presidenta del Congreso, Francina Armengol, y volvió a ocupar su sitio.

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La princesa apretó centenares de manos, se llevó la suya al corazón tras cuatro minutos seguidos de ovación en el hemiciclo. Firmó con su mano izquierda el Libro de Honor del Congreso, constatando, si aún alguien no se ha dado cuenta, que el mundo está diseñado por y para los diestros. Escuchó varias veces el himno de España, aguantó firme en todos y cada uno de los lugares en los que sus padres le fueron indicando que tenía que ponerse. Mantuvo el mismo gesto en todos y cada uno de esos lugares. Fue algo fría, muy profesional, impecable. Como en cualquier día importante en el trabajo.

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