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Detenido en Melilla un yihadista excarcelado tras cumplir condena por reclutar a decenas de jóvenes

Mustafá Maya, a quien se le impuso una pena de ocho años de prisión, ha sido arrestado ahora por adoctrinamiento y enaltecimiento. Marlaska alertó el viernes a los partidos de la peligrosidad de los exreclusos islamistas

Mustafá Maya
Mustafa Maya Amaya, uno de los miembros de la célula yihadista con base en Melilla, tras una detención, en una imagen de archivo.Antonio Ruiz
Óscar López-Fonseca

Agentes de la Policía Nacional han detenido este lunes en Melilla a Mustafá Maya Amaya, excarcelado hace algunos meses tras cumplir una pena de ocho años de prisión por reclutar a, al menos, 28 jóvenes de diferentes países para unirse a grupos yihadistas, como presunto autor de un delito de adoctrinamiento y otro de enaltecimiento. Así lo han confirmado a EL PAÍS fuentes policiales. Esta es la segunda operación contra el islamismo radical que la policía desarrolla en solo una semana y coincide con la decisión del Ministerio del Interior de reforzar la alerta antiterrorista por el conflicto bélico en Gaza y tras los recientes atentados yihadistas en Francia y Bélgica, que han costado la vida a tres personas.

La detención de Maya ―converso al islam y postrado en una silla de ruedas, a quien la policía calificó tras su primer arresto en 2014 como el mayor reclutador yihadista― confirma los temores policiales sobre la potencial peligrosidad de los islamistas radicales cuando son excarcelados. En la reunión celebrada el pasado viernes en la sede de Interior, Fernando Grande-Marlaska mostró a los grupos políticos que asistieron su preocupación por el papel que podían jugar estos reclusos una vez que cumplen su condena y recobran la libertad. Hasta en tres ocasiones, el ministro o algunos de sus colaboradores se refirieron a este temor durante el encuentro, según detallan fuentes que participaron en el mismo.

Hace un año, el Plan Estratégico de la Policía Nacional 2022-2025 apuntaba en el mismo sentido, al señalar que, una vez en la calle, los expresos yihadistas podían “dinamizar la actividad terrorista en los próximos años”. La propia Estrategia Nacional contra el Terrorismo elaborada por Interior en febrero de 2019 también abogaba por prestar “especial atención a los centros penitenciarios” y abría la puerta a reforzar los equipos de funcionarios de Instituciones Penitenciarias que vigilaban a estos reclusos, cuyo programa de reinserción entonces había dado escasos resultados.

De hecho, a comienzos de 2022, el ministerio interrumpió la entrada de nuevos presos yihadistas en el plan de desradicalización puesto en marcha en 2016, cuando era ministro Juan Ignacio Zoido (PP), por ineficaz. En los seis años que ha estado activo, solo se habían apuntado a estos talleres de reinserción 52 internos. En la actualidad hay un nuevo programa en marcha. A la fecha, en España hay 66 presos condenados o preventivos vinculados a delitos de terrorismo yihadista. A este grupo, Interior suma otros 39, que si bien fueron encarcelados por delitos comunes, se les ha detectado haciendo proselitismo del islamismo radical en las cárceles. Otros 54 internos más están bajo observación porque “han puesto de manifiesto actitudes o conductas que pudieran considerarse indiciarias de radicalización violenta de carácter islamista”. En total, son 159.

La investigación que desembocó en la primera detención de Maya ―que se autorrepresentaba como “hijo de gitano español y madre castellana andaluza”― reveló que desde su humilde casa de Melilla había reclutado a decenas de jóvenes. Valiéndose de un ordenador y con un mensaje persuasivo y manipulador, comenzaba hablando de paz y amor para, al final, abogar por la yihad. Oculto bajo nueve seudónimos diferentes y utilizando seis perfiles distintos en blogs y cuentas de las redes sociales Skype y Facebook, se convirtió desde 2012 y hasta aquella primera detención en uno de los “facilitadores” más eficaces del movimiento yihadista internacional.

Según la investigación, Maya nutrió de combatientes dispuestos a morir no solo al Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés) y Jabhat al Nusra en Siria e Irak, también a Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y el Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental (MUJAO) en Malí y Libia. Llegó a estar en el radar de los servicios de información durante años y antes de aquel arresto escapó de una operación policial en Nador (Marruecos) donde residía con su mujer. La información que manejaba y el volumen de combatientes que consiguió reclutar eran tan grandes, que varios agentes del FBI viajaron a España para participar en las pesquisas.

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Tras ser detenido, Mustafá Maya admitió haber enviado combatientes a Siria, lo que lo convirtió en el primer detenido en España que lo hacía. “¿Cuánta gente ha mandado usted a Siria?”, le preguntó el fiscal en un interrogatorio junto a una delegación de la justicia francesa, origen de buena parte de los captados por él. “Más de 200”, respondió, ante la sorpresa de la comisión judicial. Finalmente, Maya, para quien la Fiscalía pedía inicialmente 14 años de cárcel como fundador y dirigente de la célula terrorista, llegó a un acuerdo de conformidad para reducir su pena a ocho años.

En la sentencia, dictada en enero de 2018, el tribunal lo consideró el “líder y dinamizador” del grupo y destacó que su función “era esencial” para que los captados se incorporaran a los grupos terroristas, ya que los asesoraba acerca de los medios de transporte a emplear, rutas, equipamiento, forma de eludir los controles policiales y fronteras. El fallo consideró probado que la red facilitó, al menos, a 28 personas llegar a zonas de conflicto para unirse a grupos terroristas.

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Sobre la firma

Óscar López-Fonseca
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.
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