La policía sospecha que el cadáver hallado en un pozo en Jerez es el de una mujer desaparecida hace casi dos meses

La policía sospecha que el cadáver de una mujer localizado el domingo en un pozo en los alrededores de Jerez de la Frontera (Cádiz) pertenece a una mujer de 64 años originaria de Irán que lleva desaparecida desde el 6 de julio. Ya entonces la policía catalogó su ausencia como “involuntaria, forzosa y con riesgo para su vida”. Los investigadores han detenido a un hombre de más de 70 años, que este lunes ha confesado ser el autor de los hechos y que tiene antecedentes por un delito similar por el que ya estuvo en prisión. En el entorno de la mujer desaparecida esperan los resultados de las pruebas de ADN. “Lo peor ya me lo esperaba”, asegura una persona que la conocía y que pide anonimato.

El hallazgo del cadáver en un pozo de riego en el abandonado Cortijo de la Ducha saltó a la luz el domingo, según confirmó la Policía Nacional en un comunicado. Fuentes conocedoras del caso explican que el cuerpo de la mujer estaba desmembrado y cubierto con piedras. Ya el mismo domingo la policía informó de la detención de un hombre relacionado con el caso. Este lunes, el detenido ha confesado, según ha adelantado RTVE y han confirmado a EL PAÍS el abogado de la defensa y la policía. El letrado ha explicado que la declaración del sospechoso, de entre 70 y 80 años, ha sido breve, y ha eludido aportar más detalles del caso.

El homicida confeso cuenta con “antecedentes por hechos similares por los que cumplió 15 años de prisión”, según aseguran fuentes cercanas al caso. Durante la mañana de este lunes la policía ha acudido a la zona de la Barriada Picadueña Baja para realizar un registro en una propiedad vinculada al hombre, aunque al abogado de la defensa no le consta si se ha llegado a requisar material relacionado con el homicidio. El sospechoso y la víctima mantenían “relaciones esporádicas”, según apunta la misma fuente policial. La propia desaparecida había manifestado a su entorno que conocía al hombre y que “no se fiaba de él”, según fuentes cercanas al entorno de la desaparecida.

Mesas de Asta es una tranquila barriada rural de Jerez de apenas 600 vecinos, ubicada sobre un enorme yacimiento arqueológico aún por excavar. Allí todos se conocen. La mujer desaparecida pasó en esta barriada los últimos 15 años de su vida, rememora el dueño de un establecimiento hostelero. “Aquí la conocía todo el mundo”, dice. En los últimos años, vivió primero en una caravana y posteriormente en la cercana casa de la que era su pareja sentimental desde hacía años, un hombre mayor con problemas de movilidad que apenas salía de su casa, según asegura la misma fuente.

La pasada primavera la pareja rompió y ella dejó de vivir en la zona. “No la vemos por aquí desde hace unos cinco meses”, asegura el mismo vecino. Tras marcharse del domicilio, la mujer acabó viviendo en el albergue municipal de Jerez, su última residencia conocida, según confirmó la policía cuando informó de su desaparición en julio.

El Ayuntamiento de Jerez confirma que la mujer pasó “periodos sueltos” residiendo en ese espacio municipal. De allí desapareció el 6 de julio, y una hermana suya que reside en Toledo denunció su ausencia. En estas semanas, el entorno de la víctima ha colaborado con una investigación que, por ahora, se mantiene bajo secreto.

La mujer desaparecida llegó a España hace más de 30 años tras un cambio de régimen político en su país que la llevó a huir con estatus de refugiada. Es madre de tres hijos, uno de ellos ya fallecido. “Ha tenido una vida dura”, afirma la misma fuente cercana. De su existencia en los últimos 10 años, daba cuenta en Facebook, donde mantiene hasta cinco cuentas, la más antigua de 2012. El perfil más reciente compartía publicaciones hasta el 5 de julio, un día antes de que desapareciese.

A lo largo de este mes, el entorno de la mujer ha recibido pistas de que podría estar en distintos puntos de España, pero ellos intuían que no eran certeras. Este domingo, la policía informó a su allegado del hallazgo del cadáver. Serán las pruebas de ADN las que confirmen la identificación, aunque este reconoce que sospecha el fatal desenlace.