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Simone Rocha explora la liberación del cuerpo femenino para la alta costura de Jean Paul Gaultier

La diseñadora irlandesa lleva casi 15 años desarrollando un lenguaje propio en el que lo gótico, lo cursi y lo urbano dialogan de forma consistente

Simone Rocha Gaultier
El célebre corsé que Gaultier diseñó para Madonna en 1990 es uno de los principales referentes de la colección que Simone Rocha ha creado para la firma. En la imagen, su reinterpretación de la pieza.Ben Toms

“Mi padre siempre me ha dicho: ‘Trabaja duro, pero frena cuando deje de hacerte feliz”. Simone Rocha (Dublín, 37 años) podría haber sido otra nepobaby si no fuera porque hace más de una década que su talento no deja lugar a la crítica. Hija del diseñador hongkonés John Rocha, uno de los más longevos de la escena británica, la irlandesa se pasaba las tardes al salir del colegio jugando con lo que había en su estudio. “Supongo que de algún modo estaba destinada a esto”, dice. Tras pasar por la mítica escuela londinense Central Saint Martins, debutó en 2010, a los 24 años, con un desfile presentado en la Tate Modern (para eso sí le sirvió ser hija de su padre) que fue un éxito instantáneo.

Las críticas fueron tan buenas que ese mismo año consiguió el premio a la mejor diseñadora emergente en los British Fashion Awards. En Londres, acostumbrados a todo en la moda, no habían visto nada parecido: prendas en las que el gótico victoriano dialoga con la indumentaria tradicional china, fabricadas en tejidos técnicos y con decenas de pequeños detalles, siempre lazos o pequeñas flores: “Siempre me he planteado el diseño como un lenguaje. Empecé creando prendas a partir de mi historia, como irlandesa de familia asiática que se trasladó a Londres. He crecido en una ciudad llena de tradiciones y vivo en una donde lo moderno y lo tradicional conviven”, explica. Rocha apenas usa moodboards de inspiración, ya tiene todas sus referencias, es decir, su propio idioma, en la cabeza. También, por lo mismo, una clientela que viste casi de arriba abajo lo que diseña, como si se tratara de un uniforme, algo de lo que pocos diseñadores pueden presumir. “No tengo un perfil concreto, supongo que quien compra mi ropa es porque quiere expresar algo con ella y porque se siente cómoda con mi estilo. Es ropa que no tiene nada que ver con las tendencias ni con el tiempo, que te puedes poner ahora o dentro de mucho. Muchos la compran pensando en eso, pero no hay un prototipo”, sostiene. De hecho, el último desfile de Rocha, celebrado en la iglesia londinense de St. Bartholomew el pasado febrero, estaba inspirado en la vestimenta de luto de la reina Victoria, “piezas que significan, piezas que se preservan”, narraban las notas del desfile.

Simone Rocha junto a Jean Paul Gaultier.
Simone Rocha junto a Jean Paul Gaultier. Estelle Hanania

Es la primera vez, sin embargo, que Rocha se ha enfrentado a crear piezas que se preservan de verdad, es decir, a la alta costura, en el nicho de mercado más exclusivo de este sector, en el que cada diseño, único, se crea a mano en un taller parisiense (así lo dicen las normas de la Cámara Sindical, el organismo francés que regula qué es y qué no alta costura) y suele costar cuatro cifras. “Ha sido como vivir un sueño. Cada idea que proponía se materializaba. Todos en equipo buscaban la forma de crear manualmente cosas que parecían imposibles”, explica la irlandesa sobre los maestros costureros de Jean Paul Gaultier, muchos de ellos con más de 20 años de carrera a sus espaldas en ese mismo atelier. Cuando el diseñador se retiró, justo antes de la pandemia, el grupo Puig, dueño de la enseña, decidió mantener viva la marca invitando cada seis meses a un diseñador diferente a presentar una colección de alta costura. Rocha es la sexta en aceptar el reto. Gaultier los elige personalmente, pero les da tanta libertad que no ve la colección hasta el día del desfile, como el resto del mundo. “Lo hago por una cuestión de respeto”, ha declarado el francés ya en varias ocasiones.

“Claro que era fan de Gaultier, como todos los diseñadores de mi generación”, cuenta Simone Rocha, “siempre me ha gustado su forma de mezclar la estética de la calle con la del lujo, pero sobre todo me gusta su visión de liberación de lo femenino, siempre respetando las diferencias”. Fue Gaultier quien, en 1990, diseñó un corsé para la gira Blonde Ambition, de Madonna, que ya es historia de la cultura popular. Ese corsé, quizá la prenda más asociada con la opresión femenina, subvertía sus connotaciones y se convertía en un elemento de liberación y reapropiación del cuerpo. La irlandesa lo ha utilizado como punto de partida para diseñar su colección: “Me interesan los opuestos. Explorar la mezcla de lo etéreo con lo muy armado”, dice. Gasas y miriñaques, encajes y ballenas metálicas, transparencias y volúmenes; la colección de Rocha es, en realidad, una exploración de lo que significa el cuerpo femenino vestido, “del pecho, las caderas, la cintura… Cómo la propia ropa les da una forma determinada y cómo son naturalmente”, cuenta. En una industria que vuelve a retroceder mostrando nuevamente cuerpos delgados y canónicos, ella es una de las pocas que introducen en sus presentaciones modelos de todas las generaciones y tallas. “Para mí es algo natural. Es la realidad. No tendría sentido que lo que hago no se lo pudiera poner cualquier mujer”, opina.

En su primera incursión en la alta costura, donde las piezas, únicas, no están pensadas para ser llevadas a diario, ha mezclado el universo de la corsetería con polisones y miriñaques victorianos del siglo XIX.
En su primera incursión en la alta costura, donde las piezas, únicas, no están pensadas para ser llevadas a diario, ha mezclado el universo de la corsetería con polisones y miriñaques victorianos del siglo XIX.Ben Toms

A diferencia de muchos diseñadores masculinos, Rocha confiesa que no tiene musas y no diseña pensando en mujeres concretas. Esta incursión en la alta costura le ha servido para poder poner en práctica algo que nunca había hecho antes, prendas con una complicación artesanal que las hace únicas, casi obras de arte, pero en su día a día, y pese a que la irlandesa diseña pensando en la permanencia, su trabajo es tan visualmente imponente como funcional: algodones, cremalleras, bolsillos (esa excepción aún hoy en las prendas femeninas) y una silueta escalable a cualquier talla. En “su lenguaje”, como a ella le gusta llamar a su proceso creativo, hay espacio para esos muy reconocibles vestidos de aspecto victoriano, pero también para toda una serie de pequeños accesorios que hacen que su proyecto no sea solo el de una firma de lujo tradicional: zuecos Crocs cuajados de pedrería, pendientes, broches o accesorios capilares con forma de perla, flores o lazos que casi siempre acaban convirtiéndose en virales en redes sociales. “Empecé hace tiempo introduciendo estos elementos relacionados con lo femenino en mi trabajo para probar cómo funcionaban en contextos distintos. Al final se han convertido en una de mis señas de identidad”, explica.

Simone Rocha durante el desfile.
Simone Rocha durante el desfile. Thaddé Comar

Ahora que la enésima tendencia en boca de todos, llamada coquette, reivindica estos y otros elementos asociados a lo cursi (con y sin ironía), la diseñadora parece haber encontrado una fórmula de éxito: “Aunque no sé si el hecho de que todo esto se ponga de moda es bueno o malo. Por un lado, supongo que para mí es bueno; por otro, yo prefiero seguir haciendo las cosas a mi manera”, dice. Tan a su manera que en un mundo dominado por Kering y LVMH, los dos grandes holdings que acaparan la mayoría de las firmas de moda de lujo, Simone Rocha lleva 15 años siendo independiente y no parece que quiera dejar de serlo. Tiene cuatro tiendas físicas repartidas por Londres, Nueva York, Hong Kong y Taipéi, es decir, en sus cuatro mercados principales, y un taller de poco más de 50 personas en el este de Londres. “Y por ahora estamos bien así. Ya me parece increíble haber llegado hasta aquí y mantenernos. No pienso en el futuro, solo pienso en la colección que vendrá después, en cómo materializarla y en cómo presentarla. Eso ya me parece un reto suficiente”.

Detalle del maquillaje del desfile: la diseñadora irlandesa siempre utiliza pequeñas aplicaciones de pedrería o pétalos en el rostro de las modelos.
Detalle del maquillaje del desfile: la diseñadora irlandesa siempre utiliza pequeñas aplicaciones de pedrería o pétalos en el rostro de las modelos.Thaddé Comar

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