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Hay un tipo de personalidad que eleva el riesgo de sufrir un infarto

La conducta tipo A se identifica con un porcentaje alto de personas que sufren infartos. Muchos pacientes tratan de suavizar sus rasgos para disminuir el riesgo.

Psychology
Mikel Jaso

Se necesita cierta cantidad de hostilidad para avanzar por el mundo”. “Las otras personas son ignorantes e ineptas”. “Va a arrepentirse de lo que ha hecho”. “Dar y recibir amor es un signo de debilidad”. “Si no me ocupo yo de las cosas, no lo hace nadie”. “Con una vez que se digan las cosas es suficiente”. Este estilo de pensamiento caracteriza a un perfil de personalidad llamada tipo A.

Los cardiólogos estadounidenses Meyer Friedman y Raymond Rosenman diferenciaron cuatro patrones de personalidad en la década de los cincuenta (A, B, C y D) en función de cómo las personas reaccionaban ante situaciones diversas. Cada persona tiene una combinación de rasgos aunque predomine cierta tendencia. La personalidad tipo B caracteriza a personas relajadas, alegres, pacientes, despreocupadas, poco competitivas y conformistas. La personalidad tipo C define a personas sistemáticas, pensativas, sensibles y prudentes. La personalidad tipo D describe a personas apenadas, negativas, pesimistas y socialmente inhibidas que evitan compartir emociones negativas. Tanto el patrón de conducta tipo A como la personalidad tipo D se consideran factores de riesgo cardiovasculares porque predomina una mayor tendencia al estrés, lo que repercute sobre la salud.

. Su pensamiento tiende a la rigidez. Casi nunca están satisfechos. Pueden tener conflictos interpersonales al no cuidar las relaciones profundas y carecer de amigos íntimos. A nivel fisiológico, se exponen a un estado de hiperalerta física y mental que les hace ignorar las necesidades del cuerpo y menospreciar el descanso. Este estado repercute en su sistema nervioso, hace que se eleve el ritmo cardiaco, la presión arterial, la tensión muscular, los niveles de colesterol y los triglicéridos.

Un porcentaje alto de personas que sufren un infarto se identifican con la personalidad tipo A. Muchos pacientes tratan de suavizar estos rasgos de personalidad para disminuir el riesgo. Es fundamental conseguir una actitud adecuada porque, como decía Séneca, “el deseo de curarse es la mitad de nuestra salud y el poder de la mente debe tenerse en cuenta para alcanzarlo”. El trabajo consiste en proporcionar técnicas o pautas de conducta adecuadas para aprenden a distinguir entre lo prioritario y secundario; diferenciar lo que está y lo que no está bajo nuestro control; establecer objetivos realistas y gestionar el tiempo de una forma adecuada; aprender a verbalizar emociones positivas y negativas; incluir la práctica de la relajación o la meditación en el día a día y practicar la gratitud.

Pero lo que más cuesta a los pacientes con personalidad tipo A es manejar la ira y la agresividad. Decía Aristóteles que “todo el mundo puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan fácil”. La agresividad aparece tras un pensamiento irracional como los del inicio del artículo o si se aguanta mucho hasta que se explota como una olla a presión. Hay varios libros que ayudan a manejar mejor la ira. Desde los clásicos Sobre la ira o El arte de mantener la calma: un manual de sabiduría clásica sobre la gestión de la ira, de Séneca, hasta los más recientes como Controle su ira antes de que ella le controle a usted, del psicólogo Albert Ellis.

El objetivo sería aprender a no esperar tanto y decir las cosas en cada momento pero de la manera adecuada. Esto exige ser conscientes de las situaciones que hacen que la ira se desborde. En ocasiones conviene decir a la otra persona que uno está empezando a ponerse nervioso y que va a dar una vuelta hasta calmarse. Otras veces es mejor utilizar alguna excusa (ir un momento al baño o decir que tienes que marcharte). Durante el intervalo que dure el “tiempo fuera” conviene llevar a cabo alguna actividad que ayude a reducir la ira. Utilizar frases que calmen formuladas en forma positiva, es decir, afirmaciones acerca de aquello que quieres conseguir: “Voy a estar tranquilo”. Algunos ejercicios ayudan a distraerse: contar de 100 a cero de siete en siete… Centrar la atención en un objeto de la habitación o, si uno está en la calle, en un escaparate también funciona. Del mismo modo, sería necesaria una reflexión profunda de las creencias irracionales que tengan que ver con el reto, éxito, ambición, la forma en cómo evalúa a los otros y a sí mismo, que están condicionando que se fortalezca este patrón de conducta tipo A.

Esto defienden en su libro Corazón y mente Luis Rojas Marcos y Valentín Fuster, que reafirman la importancia de revisar las prioridades de la vida. Si la salud y la calidad de vida importaran más, el manejo de la ira se haría más fácilmente.

Patricia Fernández Martín es psicóloga clínica en el Hospital Ramón y Cajal.

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