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¿Por qué nos gusta reventar burbujas de plástico?

Los modos contemporáneos de encontrar satisfacción son extrañamente conformistas: vídeos de ASMR, quedarse embobado ante acciones anodinas y repetitivas...

Burbujas Plástico Satisfactorio

Cuando en 1957 aparecieron los rollos de plástico de burbujas para proteger objetos frágiles, la humanidad enseguida supo darles otro uso: el de reventar las bolitas con el pulgar y el índice para escuchar su particular chasquido, que genera una satisfacción insólita. La popularidad de esa acción antitensiones fue tal que, en 2007, la marca japonesa Bandai comercializó su llavero Mugen Puchi Puchi, que reproducía el sonido y la sensación táctil de hacer estallar las tan queridas burbujas de plástico.

El Mugen Puchi Puchi hoy nos parece una simpleza comparado con los vídeos de la categoría Oddly Satisfying, es decir, extrañamente satisfactorios, que pueblan Instagram y otras redes sociales. Estos vídeos ofrecen gratificación instantánea en forma de gustito sensorial para, según dice la ciencia, darle al cerebro la pausa que necesita si quiere seguir funcionando correctamente para hacernos producir más y mejor. Equivaldrían a lanzarle un cacahuete a nuestro órgano más sofisticado, pero este fruto seco metafórico engancha tanto como una droga dura, aunque camuflada en escenas aparentemente inocuas como la de una mano que corta pastillas de jabón en cubitos o que sella con un tenedor los bordes de una tanda infinita de empanadillas antes de hornearlas.

Dentro de la red social Reddit, la comunidad de nombre Oddly Satis­fying la integran más de nueve millones de personas: que haya tanta gente en busca de lo mismo no puede ser una coincidencia. También nos dará claves de la inmensa popularidad de estos vídeos el anuncio creado por el banco ING en 2019 para promocionar sus servicios: colores cálidos, sonidos relajantes y texturas apetecibles al servicio del marketing bancario. Aunque no sepamos a ciencia cierta qué productos nos ofrecen, es inevitable quedarse embobados ante tal despliegue de bienestar.

En la Universidad de Swansea (Reino Unido) han dedicado tiempo a estudiar este fenómeno, pero esta vez las explicaciones científicas no nos descubren la pólvora: nos cuentan que ver actividades relajantes facilita la producción de serotonina y dopamina, algo óptimo, como ya sabemos, para el funcionamiento de nuestro organismo. Todo está relacionado con las sensaciones que aporta el ASMR, esas siglas inglesas que, en castellano, corresponden al concepto de “respuesta sensorial meridiana autónoma”. No todo el mundo siente los beneficios de la sigla mágica, pero cualquiera que se exponga a los vídeos o audios que, bajo la susodicha sigla, pueblan la youtubesfera van a recibir algún bienestar físico, por mínimo que sea.

También perciben bienestar, en este caso económico, quienes han encontrado rentable producir este tipo de material audiovisual. En mashable.com proporcionan consejos para quienes quieran abrir una cuenta de vídeos Oddly Satisfying. Para empezar, deberían adquirir lo que se conoce como “arena mágica” (kinetic sand) o espuma de la que se emplea como soporte de arreglos florales, tal es la demanda de ver a gente estrujando poliedros de este material cubiertos de purpurina. Como ejemplo tenemos a Annette Labedzki, que fabrica unas galletas Oreo de colores, las rellena de pintura congelada procedente de una manga pastelera y después las corta con una espátula, lo que provoca un sonido enormemente placentero. Podríamos ver cientos de veces esa acción que transcurre en un presente intensificado: mientras contemplamos la elaboración de la Oreo ficcional nada malo puede pasarnos, el mundo exterior no existe, la campaña electoral tampoco. ¿No es esa la valiosa atención plena de la que tanto se habla? La paradoja es que la depositemos sobre este tipo de material.

Otra paradoja de estos vídeos es que, si bien lo blandengue reina, el cuchillo aparece como herramienta indispensable, ya que el corte de masas y bloques es lo que proporciona con frecuencia el placer. Los psicoanalistas se frotarían las manos con la aparición de este objeto con filo que puede herir, pero que aquí está al servicio de la calma y el bienestar.

El toque perverso de los vídeos Oddly Satisfying es que en muchos de ellos la satisfacción se obtiene mirando cadenas de elaboración de productos. Contemplar su ritmo regular es de lo más gratificante, pero más placentero aún es reconocer que no tenemos que trabajar en ellas. En la cuenta de Instagram @Relaxify lo saben, de ahí que suban numerosos vídeos de trabajadoras pintando las características líneas negras sobre el color naranja de las pelotas de baloncesto o de gente al cargo de una envasadora de helados.

Ver cortar bloques de arena compacta de colores como los que aparecen en @sand.isfying se parece a ver cómo alguien trocea barras de turrón del blando sin cesar. Por eso quizás sería rentable abrir un ­Oddly Satisfying patrio con actividades gustositas de ver, de las que se han practicado toda la vida por aquí: desde abrir una granada y separar sus semillas hasta moldear cerámica de Talavera en un torno.

Si algo nos queda claro es que los modos contemporáneos de encontrar satisfacción son extrañamente conformistas, lo cual debe de estar haciendo felices a quienes urden mecanismos de control social. “Podría estar viendo esto durante horas” es uno de los comentarios más frecuentes de los espectadores de estas piezas; por eso, tengan cuidado porque, mientras miramos embobados esos vídeos, nuestros niveles de vigilancia están bajo mínimos. Bienvenidos a la burundanga de la satisfacción.

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