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Una encina la salvó de morir y hoy combate en España la fobia a los árboles

La ingeniera forestal Susana Domínguez Lerena es una pionera del activismo arbóreo

La investigadora Susana Domínguez Lerena, en un parque de Madrid.
La investigadora Susana Domínguez Lerena, en un parque de Madrid.Juan Millás
Pablo de Llano Neira

El odio a los árboles no está registrado con un término en el Diccionario de la Real Academia Española. Lo llamaremos arborifobia, que sale cientos de veces en Google. Como toda fobia, consiste en un odio irracional a su objeto. Susana Domínguez Lerena afirma que en España creció con la alienación desarrollista del siglo XX y que se manifiesta estructural e individualmente: en las políticas de tala o poda al tuntún de ayuntamientos, en el vecino de un adosado que exige que quiten un árbol de la calle porque le da sombra a su piscina.

“Luego en verano aparcan sus coches a la sombra de los árboles”, protesta en una entrevista en Madrid en el parque de la Fuente del Berro.

Un ejemplar de ginkgo biloba en el parque de la Fuente del Berro, Madrid.
Un ejemplar de ginkgo biloba en el parque de la Fuente del Berro, Madrid.Juan Millás

Domínguez Lerena es una pionera del activismo arbóreo. De 56 años, nacida en Madrid en una familia urbana —padre inspector de seguros, madre ama de casa—, se aficionó a ir a la sierra con el club de montaña de su colegio y se interesó por el medio ambiente por las clases de una profesora del instituto. Quiso estudiar Biología. Tenía buena media. Tuvo un mal día en la selectividad. Su nota se desplomó, se metió en Ingeniería Forestal. Cursaba segundo cuando un día se fue con un novio a la ruta del Cares (Asturias), se resbaló por una pendiente peligrosa y a punto de despeñarse por un barranco —”ostras, me voy a matar”, observó— quedó detenida sobre el único árbol que asomaba en la pared de roca. Una encina. “Me salvó”, recuerda. “Me salvó aquella encina. Creo que es algo que se me quedó metido en el coco”.

Ama y estudia los árboles con reverencia, admiración. Los considera unos seres vivos prodigiosos, los más viejos de la Tierra, y ha dedicado la mitad de su vida a que se aprenda a apreciarlos. Pide que haya leyes estatales que los protejan, programas que nos enseñen su importancia desde que somos niños. Acaba de publicar El valor de los árboles (Saure), un libro didáctico, ilustrado por Daniel Rodríguez, cuyo dibujo de portada muestra billetes cayendo de un árbol como hojas de otoño, simbolizando que son un maná de beneficios: productos naturales, biodiversidad, captación de CO2, etcétera.

Susana Domínguez maneja una forcípula, un instrumento de medición.
Susana Domínguez maneja una forcípula, un instrumento de medición.Juan Millás

Etcétera incluye que a medida que siga calentándose el planeta haya algo que pueda atenuar cuánto nos asemos en las ciudades, justo los espacios donde según ella más se maltrata el arbolado: “El mayor problema lo veo en las zonas urbanas y aquí es aún más necesario, hace como un manto térmico que limita el fenómeno de las islas de calor”, explica.

Con su empresa de consultoría asesora sobre política arbórea a municipios y evalúa situaciones para particulares; preside la ONG Bosques Sin Fronteras, que organiza el concurso Árbol del Año en España; y es autora de un valioso y desconocido catálogo de 150 árboles singulares españoles, los que destacan por longevidad u otras particularidades, Árboles, leyendas vivas I y II (2005, 2008). Cada uno de estos árboles es una obra de arte. Brian May, el guitarrista de Queen, lleva años abducido por la potencia expresiva de uno de los ejemplares que aparecen, una sabina en la isla de El Hierro tumbada hasta el suelo por los vientos alisios. En la portada de su álbum propio Another World aparece junto al sabino imitando su postura.

Bosques Sin Fronteras ofrece la posibilidad de apadrinar un árbol singular cerca de donde se viva. Quien lo hace recibe el título gandalfiano de Guardián de Árboles. También organizan excursiones para ver ejemplares únicos. Domínguez Lerena multiplica esfuerzos por sensibilizar sobre los árboles en un país que “arrambla con ellos sin piedad”.

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