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Una ruta por el condado de Wicklow para descubrir la belleza salvaje de los bosques y lagos del este de Irlanda

Esta región al sur de Dublín es la escapada más cercana y agreste desde la capital irlandesa. Un paisaje entre el mar y las montañas salpicado de monasterios medievales, parques exquisitos y una variada red de senderos para recorrerlo a pie

Wicklow Dublin
Mansión y jardines de Kilruddery House en el condado de Wicklow, en Irlanda.Alamy Stock Photo

Wicklow es más que una foto bonita. En este condado de la costa este conocido como el jardín de Irlanda encontraremos paisajes espléndidos, un litoral ideal para pasear, destilerías de whisky, productores locales que trabajan con cariño, joyas históricas por todas partes e incluso playas doradas.

Desde caminar por un bosque hasta subir una montaña para tener unas vistas panorámicas increíbles, en Wicklow hay un poco de todo, incluida la ruta senderista más popular del país, la Wicklow Way.

Más información en lonelyplanet.es y en la nueva guía 'Lonely Planet: Explora Irlanda'.

Jardines y mansiones señoriales

A 30 kilómetros al sur de Dublín están los jardines de Powerscourt House, una aristocrática mansión construida en 1730 en estilo palladiano con vistas al monte Sugarloaf que presume de conservar el árbol más alto de Irlanda, un abeto de Douglas de 61,5 metros. Un paisaje de postal con fuentes monumentales, secuoyas gigantes, acebos, tejos centenarios y majestuosas hayas repartidas por una superficie de 19 hectáreas. Powerscourt es también un hotel de lujo y una destilería.

El monte Sugarloaf visto desde los jardines de Powerscourt House.
El monte Sugarloaf visto desde los jardines de Powerscourt House.Alamy Stock Photo

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En el condado hay otras muchas mansiones con jardines fantásticos, como Avondale House & Forest Park; Mount Usher Gardens, en Ashford, que invita a dar paseos junto al río entre flores primaverales; o Killruddery, con uno de los jardines más antiguos de Irlanda y un invernadero con una colección de estatuas de mármol reunida por uno de los condes de Meath durante su Grand Tour por Italia. Pertenece a la familia Brabazon desde 1618, y todavía hoy es el hogar del conde y la condesa de Meath. Admiten visitas, y cuenta con una granja en activo, una tienda, un café y salón de té y un mercado de productos agrícolas los sábados.

Otra finca señorial es Russborough House & Parklands, donde se puede visitar la mansión palladiana de 1740 y admirar su colección de arte o deambular por los jardines y senderos con vistas de los lagos de Blessington y los montes Wicklow.

Conjunto monástico de Glendalough en el parque nacional de las Montañas Wicklow.
Conjunto monástico de Glendalough en el parque nacional de las Montañas Wicklow. Chris Hill (Getty Images)

Misteriosos monasterios en el valle de los lagos

Entre las razones para visitar Wicklow está Glendalough (valle de los lagos, en gaélico) en el parque nacional de las Montañas Wicklow, donde existe una aldea monástica del siglo VI. Se trata de uno de los rincones más bonitos de todo el país, epítome de la Irlanda romántica, esa que casi todos los viajeros tienen en mente. Los restos de este importante cenobio son imponentes, pero se le añade además el atractivo de una ubicación espléndida: dos lagos oscuros y misteriosos dentro de un largo valle glaciar rodeado de bosques. Pese a su popularidad, resulta un lugar de lo más tranquilo y espiritual y es fácil entender por qué llegaron hasta aquí aquellos monjes medievales buscando soledad.

Los edificios más atractivos se encuentran en la parte baja del valle, agrupados en el corazón del conjunto monástico. Un sendero entre bosques y una pasarela unen los dos lagos y apenas se tarda media hora en llegar caminando de uno al otro.

Uno de los invernaderos de los Jardines Botánicos Nacionales de Irlanda.
Uno de los invernaderos de los Jardines Botánicos Nacionales de Irlanda. NurPhoto (NurPhoto via Getty Images)

Flores silvestres en un botánico

En 1697 se construyó Kilmacurragh House en las afueras de Glenealy, en la costa oriental del condado de Wicklow, aprovechando las piedras de una antigua abadía medieval. Hoy la mansión está en ruinas, pero se puede pasear entre píceas orientales de 150 años y cedros japoneses de los jardines botánicos de Kilmacurragh, creados a mediados de siglo XIX, un periodo de grandes exploraciones botánicas y geográficas en el que se introdujeron por primera vez en Irlanda numerosas especies de plantas de todo el mundo.

Se trata de un parque asilvestrado y romántico donde, además de alfombras primaverales de pétalos de rododendros, se pueden ver arrayanes chilenos, cedros de Tasmania y fucsias de nueve metros procedentes de Nueva Zelanda, además de gran variedad de plantas autóctonas irlandesas. También hay especies exóticas en los invernaderos del jardín botánico de Glasnevin, otra de las sedes en Wicklow de los Jardines Botánicos Nacionales de Irlanda.

La despensa natural de Wicklow

Otro de los atractivos de este condado irlandés son sus productos gastronómicos, que presumen de ser ecológicos y producidos por granjeros locales. Se puede salir a buscar alimentos por los tranquilos caminos rurales con la experta Geraldine Kavanagh, de Wicklow Wild Foods, que enseña a identificar y cocinar con ingredientes silvestres de temporada, como frutas, flores, frutos secos, setas y plantas aromáticas. En primavera comparte sus recetas del helado de flor de aulaga y del pesto de ajo silvestre.

Otra propuesta es visitar Wicklow Way Wines, donde Pamela Walsh y Brett Stephenson elaboran vinos con frutos y bayas silvestres de la zona. Brett ofrece visitas guiadas por la bodega, desde la sala de prensado de fruta a la de producción donde se procesa. Como colofón, se pueden catar vinos de fresas, moras o frambuesas acompañados de quesos y chocolates irlandeses.

Tampoco puede faltar una cata de genuino whisky irlandés en la Powerscourt Distillery. Su propietaria, Santina Kennedy, ha volcado su experiencia y pasión por la cultura y gastronomía irlandesa en el circuito Fercullen, Food and Folklore, donde el whisky Fercullen se marida con productos locales artesanos (Fercullen era el nombre gaélico que recibían estas tierras donde ahora se cultiva y cosecha la cebada para su elaboración). La Old Mill House, el antiguo molino de la finca, alberga parte de la destilería.

También hay propuestas como las que ofrece Ballyknocken House, una preciosa casa cubierta de hiedra con siete habitaciones y muebles originales donde imparte sus clases de cocina irlandesa la chef Catherine Fulvio. Y desde finales de junio hasta finales de julio se celebra el Taste of Wicklow, el principal evento gastronómico y musical de la región.

Lough Dan, un lago cerca de Rounwood, en el Wicklow Way, la ruta senderista más popular de Irlanda.
Lough Dan, un lago cerca de Rounwood, en el Wicklow Way, la ruta senderista más popular de Irlanda. Paul Grace Photography Somersham (Getty Images)

Paraíso senderista

Wicklow es un paraíso para los senderistas, y al estar tan cerca de Dublín, se puede ir y volver en el día seleccionando alguno de los tramos de las grandes rutas que recorren el condado, como la Wicklow Way, de 127 kilómetros, una de las rutas de largo recorrido más populares de Irlanda. El tramo de Glendalough a Aughrim (37 kilómetros), por ejemplo, atraviesa los rincones más remotos de los montes Wicklow entre bosques de coníferas. Puede llevar todo el día, pero es una delicia.

En Glendalough existen nueve senderos señalizados, aparentemente fáciles, aunque no conviene dejarse engañar por la suavidad del paisaje. El tramo más sencillo y popular es la subida por la margen norte del Upper Lake hasta las minas abandonadas de plomo y cinc. También se puede subir hasta la Spink (colina puntiaguda, en gaélico), una inclinada cresta de cortados verticales que discurre a lo largo de la margen sur de Upper Lake. La tercera posibilidad es subir al monte Camaderry (700 metros), escondido tras las colinas. Son unas cuatro horas en las que se puede disfrutar mucho.

Un senderista contampla uno de los lagos del valle de Glendalough.
Un senderista contampla uno de los lagos del valle de Glendalough. Anna Gorin (Getty Images)

El valle de Glenmalure, de 20 kilómetros de longitud, es maravillosamente salvaje y remoto, y por ello es fácil entender que los rebeldes irlandeses utilizaran ese terreno escabroso para frenar a las tropas inglesas durante siglos. Un monumento los recuerda en el aparcamiento de coches de Baravore, de donde sale una pista corta (tres kilómetros) pero escarpada por el bosque hasta Fraughan Rock Glen y la costa. El corto camino del Minero (Miner’s Path) que sale de Ballinafunshogue brinda unas magníficas vistas del valle y la cascada de Carrowaystick.

Una opción de alojamiento es el hotel Glenmalure Lodge, ideal para tomar unas pintas de Guinness junto a la lumbre. Cerca de allí hay una sauna de leña a orillas del Avonbeg, donde los caminantes pueden desentumecer sus músculos tras sudar y darse un baño en las frías aguas del río.

Faro de Wicklow Head, en la costa oeste de Irlanda.
Faro de Wicklow Head, en la costa oeste de Irlanda.Sergiu Cozorici (Getty Images)

Aventuras cerca de la costa

Hay otros senderos menos conocidos, pero no menos hermosos, como el Seamus Heaney Walk, una senda forestal de cuatro kilómetros que lleva el nombre del famoso poeta irlandés y conduce hasta la impetuosa cascada de Devil’s Glen, la cañada del diablo. También se pueden hacer excursiones por la Avonmore Way, una ruta de 12 kilómetros, o si se prefieren los paseos junto a la costa, el Bray to Greystones Cliff Walk, un vertiginoso sendero de siete kilómetros por los acantilados (algunos tramos de la ruta pueden estar cerrados puntualmente debido a la erosión costera, por lo que hay que estar atentos a las señales de desvío), o el Glen Beach Cliff Walk, un paseo de cuatro kilómetros desde el sur de la localidad de Wicklow hasta su histórico faro.

Puerto de Arklow, en el condado irlandés de Wicklow.
Puerto de Arklow, en el condado irlandés de Wicklow.Alamy Stock Photo

Wicklow es conocido por sus montañas y campos fértiles, pero sus largas playas de arena, calas escondidas y pequeños puertos también son preciosos. Las focas y delfines visitan la zona con regularidad. Y cuando el mar está tranquilo se puede navegar en kayak por la costa escarpada del Bray Head o mantenerse en pie sobre una tabla de paddlesurf en el seguro puerto de Bray o en el plácido río Dargle.

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