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Fuera de ruta

Bali: playa, templos y puestas de sol

Ritos, restaurantes y otras pistas en la isla indonesia, un refugio para surferos, artistas y nómadas digitales

Atardecer en la playa de Denpasar, en Bali (Indonesia).
Atardecer en la playa de Denpasar, en Bali (Indonesia). Simon Long (Getty Images)

Enormes demonios de papel pintado invaden las calles. Templos y pequeñas casas adornadas con flores y ofrendas salpican el paisaje. Estamos en Bali (Indonesia). Es el día previo a la celebración del Nyepi, el año nuevo balinés. Con más de 10.000 templos, también es conocida como Isla de los Dioses, la única de religión hinduista en un país con más de 17.000 islas que alberga la mayor población musulmana del mundo (más de 200 millones).

Los hinduistas se rigen por el calendario lunar, que hace coincidir el comienzo del año con el mes de marzo (este año la fiesta fue el día 7; en 2020 será el 25 de marzo). Para celebrarlo, se construyen gigantescas figuras llamadas ogoh-ogoh que representan a los malos espíritus y se queman la noche previa al Nyepi (algo parecido a las fallas valencianas). Con esta ceremonia se quiere expulsar a los demonios de la isla. Al día siguiente, toda actividad se detiene. El aeropuerto de la capital, Denpasar, permanece cerrado y no circulan coches ni motos. El Nyepi es un día de silencio y reflexión. Según la leyenda, los demonios y malos espíritus visitan ese día la isla y pasarán de largo si ven que en ella no hay actividad. Esta es una de las muchas creencias que en Bali se entremezclan con las tiendas de moda, los cafés orgánicos y los estudios de tatuajes. Surferos, artistas, blogueros y nómadas digitales han hecho de este lugar su hogar, y conviven en armonía con los locales y sus tradiciones.

Cova Fdez.

De Kuta a Canggu

Bali es famosa por sus majestuosas e interminables puestas de sol, y uno de los mejores lugares para deleitarse con ese momento mágico son las playas del suroeste de la isla: un arenal de más de 10 kilómetros de largo que se extiende desde la ruidosa y mochilera Kuta hasta el tranquilo arenal de Canggu. Entre interminables arrozales y casas tradicionales se han levantado nuevos negocios, como spas, coworkings y restaurantes de comida vegana y occidental. Es fácil encontrar alojamiento y los hay para todos los bolsillos, ya que en los últimos años han proliferado surfcamps, hoteles y villas.

Contemplar el atardecer en alguno de sus famosos beach clubs es otra de las nuevas tradiciones. La ceremonia se repite cada día hacia las seis de la tarde, momento en que los balineses realizan ofrendas a sus deidades —delicadas procesiones cargadas con cestos de fruta y flores— mientras los turistas o extranjeros residentes se entregan a la dulce languidez del chill out y la copa helada. Potato Head, en la playa de Seminyak; The Old Man, en Batu Bolong, o el Sand Bar, en Echo Beach, son algunos de los más populares. Si todavía se tienen ganas de seguir por la noche, está Pretty Poison, con su impresionante pista de skate, donde patinadores locales y extranjeros exhiben sus habilidades. Otro indispensable, también en Canggu, es Deus Ex Machina, con un taller de motos customizadas, una galería de artistas locales y una tienda de bicicletas y tablas de surf. Las hamburguesas de su restaurante tienen fama, aunque el precio de la comida es más elevado que en los warungs, los bares propiedad de familias locales donde sirven el plato típico nasi goreng o mie goreng (arroz frito o pasta, acompañado de verduras, huevo y pollo).

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El templo de Pura Tanah Lot, en la costa suroeste de Bali. 
El templo de Pura Tanah Lot, en la costa suroeste de Bali. Gonzalo Azumendi

Tanah Lot y Luhur Uluwatu

Pero no todo es playa, surf y fiesta. A unos 10 kilómetros al norte de Canggu se encuentra el imponente templo de Tanah Lot. Construido a mediados del siglo XVI, es uno de los más especiales de la isla por su singular emplazamiento sobre un islote rocoso en medio del mar.

En el extremo sur de la isla, en la península de Bukit, está otro de los templos más importantes, el de Luhur Uluwatu. Fue construido en lo alto de un acantilado, a 70 metros sobre el nivel del mar, protegiendo Bali de los malos espíritus. Los visitantes no pueden acceder al interior, pero sí pasear por sus jardines y disfrutar de las vistas. Otro lugar mágico es Pura Ulun Danu Bratan (pura es el término sánscrito que se emplea para los templos), un conjunto de santuarios hinduistas a orillas del lago Bratan, que llena una antigua caldera volcánica en el centro de la isla. Construido en 1663, Pura Bratan está dedicado a Dewi Danu, la diosa de los ríos y los lagos en la tradición balinesa. Sus torres en forma de pagoda parecen flotar sobre el agua y sirven de decorado para los atardeceres más fotogénicos.

El epicentro espiritual

La tradición sigue muy viva en Ubud. Situada en el corazón de la isla, es el centro espiritual y cultural de Bali. Sus escuelas de yoga, talleres y galerías de arte, centros de meditación, tiendas de artesanía y mercados son fundamentales para entender el alma balinesa.

Plantaciones de arroz en Ubud, en el interior de Bali.
Plantaciones de arroz en Ubud, en el interior de Bali.David Portela

Desde los campos de arroz de Tegalalang, a las afueras de Ubud, se puede ver la cima del monte Agung (3.142 metros), el volcán que domina la isla y que, según la cultura local, es el ombligo del mundo. En sus faldas, a mil metros de altitud, se alza Pura Besakih, el Templo Madre, el más grande y sagrado de Bali. El monte Agung ha sido noticia en los dos últimos años por sus continuas erupciones desde que volvió a despertar, en noviembre de 2017. A pesar de haber sufrido desperfectos, Besakih ha sobrevivido a los desastres naturales que han azotado la zona, como el terremoto que arrasó la vecina isla de Lombok en agosto de 2018 y cuyo temblor se sintió en Bali. Esto no hace más que avivar la leyenda local de que el templo se salvó gracias a la milagrosa intervención de los dioses.

Los primeros europeos que vieron la isla fueron los marineros del buque que capitaneaba el explorador holandés Van Houtman. Ocurría en el año 1597, y parte de la tripulación se negó a abandonar aquel remanso de niebla, volcanes y arrozales. Nadie queda inmune al aura de esta isla de Indonesia.

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