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El misterioso Dominic: cómo cabrear a millones de personas por ir a ver a tus padres

Unos opinan que el asesor de Boris Johnson es un ególatra dañino, otros que es un genio político. Lo que es seguro es que la última ocurrencia de Cummings de viajar 250 kilómetros en pleno confinamiento le ha salido cara

Retrato de Dominic Cummings cuando era director de campaña de Business for Sterling, tomado el 19 de marzo de 2001 en Londres, Reino Unido.
Retrato de Dominic Cummings cuando era director de campaña de Business for Sterling, tomado el 19 de marzo de 2001 en Londres, Reino Unido.Getty Images

¿Qué hace un señor calvo vestido con la ropa de alguien que guarda la pulsera del primer Benicàssim en un relicario (gafas de pasta de moderno de 2005, camiseta beisbolera, pantalones cargo) en las portadas de toda la prensa británica? El Daily Star incluso ofrece una careta recortable del hombre del momento: Dominic Cummings (Durham, Reino Unido, 1971), asesor principal de Boris Johnson y protagonista del escándalo de la semana.

Nunca hay que subestimar la capacidad de la política británica para sacar farsas hasta de las peores tragedias. Hace unas semanas fue el epidemiólogo Neil Ferguson, apodado “profesor cuarentena”, quien tuvo que dimitir de su cargo de consultoría del Gobierno cuando se destapó que se había saltado el confinamiento, que él mismo recomendó para el Reino Unido, para encontrarse con su amante.

Los periódicos destaparon el fin de semana pasado que Cummings violó las normas de la cuarentena en el mes de abril y condujo 250 kilómetros junto a su esposa, que tenía síntomas de coronavirus, para llevar a su hijo de cuatro años a la casa de sus padres en Durham, en el Norte de Inglaterra

Pero lo de Cummings está a otro nivel. El lunes, el spin doctor, del que muchos dicen que es quien gobierna de verdad en el país, dio una rueda de prensa que se recordará durante años tanto por su puesta en escena como por lo que se dijo. El motivo para convocarla era admitir que todo lo que habían publicado The Guardian y The Daily Mirror era verdad, pero que no por ello pensaba dimitir ni disculparse. Los dos periódicos destaparon el fin de semana pasado que Cummings violó las normas de la cuarentena en el mes de abril y condujo 250 kilómetros junto a su esposa, que tenía síntomas de coronavirus, para llevar a su hijo de cuatro años a la casa de sus padres en Durham, en el Norte de Inglaterra. Desde allí, además, hizo una excursión a la zona turística de Barnard Castle, justo el día del cumpleaños de su esposa, la periodista Mary Wakefield.

Dominic Cummings, asesor principal de Boris Johnson, regresando a su casa en Londres este miércoles. En vídeo, declaraciones de Cummings asegurando que no dimitirá pese a saltarse el confinamientoVídeo: EFE | REUTERS

Cummings habló durante más de una hora, instalado en una especie de mesita de picnic en el jardín de los rosales de Downing Street (una decisión extraña en si misma, puesto que no es un cargo electo), pero lo único que el público recordará es que dijo que si condujo a Barnard Castle fue para “comprobar su visión” antes de volver a Londres.

Cummings asegura que hizo lo que tenía que hacer para proteger a su familia y su jefe, Boris Johnson, lo defendió por eso. Le confirmó en el cargo y dijo que su mano derecha “siguió los instintos que tendría cualquier padre”. A la opinión pública tampoco se le escapa la ironía de escuchar a Johnson hablar de paternidad responsable. El primer ministro tuvo el mes pasado al que podría ser su hijo número cinco, seis o siete según qué documentos se consulten, ya que el premier se niega a confirmar exactamente cuántos hijos tiene más allá de los cuatro reconocidos que concibió con su segunda mujer, Marina Wheeler.

El asesor del primer ministro Boris Johnson, Dominic Cummings, regresa a su hogar el pasado 25 de mayo rodeado de manifestantes que protestan tras saber que se había saltado el confinamiento y viajado 400 kilómetros para ver a su familia.
El asesor del primer ministro Boris Johnson, Dominic Cummings, regresa a su hogar el pasado 25 de mayo rodeado de manifestantes que protestan tras saber que se había saltado el confinamiento y viajado 400 kilómetros para ver a su familia.Getty Images

El nuevo escándalo, en todo caso, vuelve a poner en primera fila a alguien cuyo cometido es permanecer oculto en la trastienda de la política. Nada en Cummings es muy habitual. Licenciado en Historia Antigua y Moderna en Oxford, habla ruso (trabajó en Rusia durante varios años en los noventa), lleva lustros haciendo campaña contra el euro y contra la pertenencia del Reino Unido a la UE y, según afirma en su web oficial, nunca ha formado parte de un partido político. Tampoco es habitual que un asesor político tenga su propia película para televisión. En marzo del año pasado se estrenó en HBO Brexit, una dramatización de la campaña que llevó al Reino Unido a votar “sí” a salir de la Unión Europea con Benedict Cumberbatch en el papel de Dominic Cummings.

Tanto en la película como en la vida, el personaje genera dos tipos de reacciones en su entorno: aquellos que creen que es un ególatra dañino con demasiada confianza en sus propias aptitudes y los que piensan que es un genio político de los que surgen tan solo una vez en cada generación. La producción de HBO se centra en cómo Cummings explotó sentimientos xenófobos de la clase trabajadora británica con la ayuda de datos agregados no siempre conseguidos de manera legítima –el caso fue el germen del escándalo de Cambridge Analytica– para lograr la victoria del sí. Un detalle que se cuidó especialmente fue el vestuario de “Dom” (en estos días, los adláteres del Gobierno británico tratan de señalar su cercanía al poder por el número de veces que se refieren a Cummings como “Dom”). Cumberbatch sacrificó su pelo para replicar la calva de Cummings, que ahora lleva afeitada, y mimetizó su estilo desaliñado, sus chalecos reflectantes de ciclista, los acolchados, las camisas arrugadas llevadas por fuera y las prendas demasiado grandes o demasiado pequeñas.

El personaje genera dos tipos de reacciones en su entorno: aquellos que creen que es un ególatra dañino con demasiada confianza en sus propias aptitudes y los que piensan que es un genio político de los que surgen tan solo una vez en cada generación

En estos días se ha vuelto a hablar mucho del particular aspecto de Cummings. “Viste como una combinación todos los personajes de la primera temporada de Skins”, tuiteó alguien que lleva 27.000 "me gusta", junto a una foto que lo muestra con botas de motero hasta la pantorrilla, pantalones anchos, bufanda de punto de rayas y chaqueta aboatinada. “Es multimillonario, pero viste como una madre soltera de cinco hijos”, señaló otro, transparentando de paso su clasismo, y comentando el famoso vídeo de esta semana que lo mostraba con pantalones anchos de chándal y camiseta naranja, ignorando a un vecino que le hace peinetas. Hay más: “Dominic Cummings viste como el tipo de persona que comenta 'qué bella' en el Instagram de las actrices porno"; o “Si los tories fuesen una pandilla de atracadores, Dominic Cummings sería el hacker que viste como un fumeta”.

Se han hecho muchos análisis sobre su querencia por lo que en España conocemos como fachaleco (chaleco acolchado), que en el Reino Unido tiene otras connotaciones. “Esta prenda tan europea es el pan de cada día para alguien tan eurófobo como Cummings”, escribió Hannah Jane Parkinson en The Guardian. “Casi nunca se le ve sin ella, o sin el plan para minar la democracia”. El asesor domina bien el arte de hablar con sus camisetas –lleva mucho las de Sci Foo, el congreso para nerds (personas inteligentes pero sin habilidades sociales) poderosos que se celebra cada año en la sede de Google en California– y el de la bolsa de tela –“Vote Leave”, o sea, "Vota por abandonar", dice su preferida–. Y no le hace ascos a las sudaderas grises, entre “skater con tik tok” y “persona que fue a la Universidad en los noventa”.

Por supuesto, nada de esto es casualidad. Vestir mal en el trabajo es algo que solo pueden permitirse las personas que tienen mucho poder, y además es una tradición tan británica como expoliar frisos de civilizaciones ajenas o comer fresas en Wimbledon. “Por supuesto que viste como un tirado adrede. Nadie se cree que este estratega no planifique su vestuario”, señalaba Kate Finnigan en la edición británica de Vogue. “Cummings desprecia a los políticos de carrera, así que elige no vestirse como uno. Se ha inventado su propio código (…). El look de athleisure [moda deportiva para el día a día] cutre es un corte de mangas a la historia y la tradición del parlamento, una señal de que él no lo soporta porque es un disruptor, un chaos monkey, un tipo que se mueve rápido y rompe cosas”.

Un joven Dominic Cummings sujeta un póster donde se puede leer "Sí a Europa, no al euro" en 2001.
Un joven Dominic Cummings sujeta un póster donde se puede leer "Sí a Europa, no al euro" en 2001.Getty Images

Minutos antes de que compareciera el lunes, la aristócrata convertida en activista (y pareja del cómico Russell Brand) Jemima Goldsmith especuló en Twitter con qué se pondría Cummings para su cita más importante con el público: “¿Camiseta o camisa? Yo voto camisa abierta”. Finalmente apareció con una camisa blanca, el símbolo internacional de la transparencia, pero informal, con el cuello abierto y ligeramente desbocado y las mangas arrugadas al codo, tejanos grises, cinturón de cuero marrón y esa clase de calzado indeciso que no quiere definirse como zapatilla ni como zapato, coqueteando con la equidistancia. En conjunto, el término medio entre el traje que nunca lleva y los looks de exraver que ha seguido llevando durante la polémica.

Más curioso aun que su aspecto es su manera de hablar. Para la rueda de prensa, Cummings estrenó un tartamudeo educado a lo Hugh Grant, añadió una especie de vacilación a sus palabras, una enunciación muy distinta a la que tiene habitualmente, firme, segura y un punto displicente, y que de alguna manera contradecía el contenido de su discurso, en el que insistió que “entendía” por qué los británicos podían estar enfadados, pero que ni se arrepentía, ni se disculpaba.

Por el momento, Johnson ha salvado a su mano derecha. En el medio digital Reaction aseguran que el primer ministro es “psicológicamente dependiente” de su asesor. En Politico citan a un alto cargo de la campaña del Brexit diciendo que en el actual Gobierno “toda la operación es Dom”. “Todo el número 10 de Downing Street está ocupado por protegidos de Dom. Ministros, secretarios de estado y asesores especiales están ahí porque él quiere”. Y la articulista Marina Hyde, en otro de sus brillantes análisis en The Guardian, señala que la imagen de la gente increpando al asesor por la calle no deja de ser un triunfo de la visión de Cummings, “una viñeta de la Gran Bretaña que él fomentó: polarizada, agresiva por reflejo y funcionando con una corriente subterránea de amenaza”. Mientras, y según la consultora Savanta, los índices de aprobación de Boris Johnson han pasado de +19 a -1 en cuatro días. Pero quién sabe, quizá todo es parte del plan de Dom.

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