_
_
_
_
_
El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Liberty Valance’, cuando el cine era un arte mayor

No es una película política; demuestra la grandeza con que se puede mostrar en pantalla emociones muy complejas

Jesús Mota
Lee Marvin, James Stewart, John Wayne y Edmond O'Brien
Lee Marvin, James Stewart, John Wayne y Edmond O'Brien

Quizá, no lo sé; no soy psicólogo. A lo mejor estoy envejeciendo”. Esto es lo que contestó John Ford a Peter Bogdanovich cuando éste le preguntó por que la imagen del Oeste en El hombre que mató a Liberty Valance (The man who shot Liberty Valance, 1962) era tan triste. La respuesta radiografía la personalidad de Ford: hosco, pragmático, proclive a la ira, borracho a plazo fijo, tímido y, a pesar de todo su despliegue coactivo con el entorno, socialmente torpe. Cuenta Jim MacBride que, durante el rodaje de Mogambo, Ford le lanzó a Ava Gardner uno de sus gruñidos. “No sé que le has visto a a un italiano delgaducho de 50 kilos [Frank Sinatra]”. “Tienes razón, John, pero es que son 50 kilos de polla”. Jung no dudaría en situar a Ford en la categoría de Intravertido-Intuitivo y a Ava Gardner en el de Extrovertido-Sentimental.

El 13 de abril de 1962 se estrenó El hombre que mató a Liberty Valance; ayer se cumplieron 55 años, lo cual si bien no da para construir un aniversario es motivo suficiente para recordar que hubo un tiempo en el que se podía creer en el cine como arte mayor. Liberty Valance es seguramente uno de los tres mejores westerns de la historía (los otros dos también deben ser de Ford) y una de las mejores películas que se han rodado jamás. Llama la atención la importancia que se ha concedido a su mensaje político; The Shinbone Star, el diario dirigido por Dutton S. Peabody (un inmenso Edmond O'Brien), es el ejemplo recurrente cuando se quiere emocionar al lector con la defensa de la libertad de prensa. El conflicto entre grandes y pequeños ganaderos enfrenta un un mundo hobbesiano con la idea de la ley como un orden para todos (el abogado Ransom Stoddard, un Jimmy Stewart tan imponente como siempre).

Pero la ocultación de uno de los focos del conflicto —de los grandes ganaderos sólo se ve con claridad su brazo armado, Liberty Valance, un desaforado Lee Marvin como en sus mejores tiempos y sus dos secuaces— revela que no es una película política. La fuerza de Liberty Valance está en su deslumbrante planificación. Basten tres secuencias (entre muchas) para mostrar la grandeza con que se pueden mostrar emociones complejas.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

En la cocina del restaurante, Tom Doniphon (¡y que alguien pudiera decir de John Wayne que era un mal actor¡) deambula absorto tras Hallie (Vera Miles, el ojo derecho de Ford), de forma que el espectador sabe de inmediato que está enamorado de ella y que ella sabe que lo está... pero no acepta lo que se da por sentado. En el comedor, Liberty zancadillea a Ramson y pone en marcha un plano sostenido electrizante, milimétrico, entre áquel y Tom, donde el espacio escénico entre ambos se convierte en una trinchera de tensión pocas veces igualada en cine. La flor de cactus, que al principio Tom regala a Hallie, se convierte al final en el eje luminoso sobre el que descansa la planificación y el discurso en torno al ataúd de Tom. Liberty Valance es en realidad El hombre al que amó Hallie Stoddard. Ford estaba con Tom; y con Tom han estado siempre todos los espectadores que se han emocionado con el (casi) testamento de un genio del cine.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_