_
_
_
_
_

El cerebro de la receta ‘MasterChef’

El cineasta Franc Roddam, director del filme de culto ‘Quadrophenia’, es el creador del ‘ reality’ culinario que arrasa en televisiones de medio mundo

Franc Roddam, en el barrio londinense de Notting Hill.
Franc Roddam, en el barrio londinense de Notting Hill.r. keith wolff (cordon press)

Los dos grandes amores de Franc Roddam son el cine y la cocina. El primero ha dejado un sabor agridulce en este sexagenario director inglés que firmara la película de culto Quadrophenia (1979) para luego ver frustrada su vocación de cineasta de autor por el imperativo de los productores. Pero el segundo sigue siendo el plato fuerte de su mesa desde que ideó hace más de cinco lustros un programa culinario televisivo que hoy siguen 200 millones de personas en 46 países, incluida España. Roddam es el creador del reality MasterChef, un fenómeno que él atribuye a “la democratización del arte de cocinar, uno de esos placeres esenciales en el que todos podemos participar”.

Cómo ese formato, imaginado originalmente “para recuperar el amor por la comida” entre un público británico poco dado a meterse entre fogones, puede funcionar en lugares tan diversos como Bolivia, China, Albania o Arabia Saudí es una cuestión que Roddam atribuye a la globalización de los gustos: “El mundo ha cambiado. La emisión es un éxito en India, donde las clases medias y altas no solían cocinar porque sus empleados lo hacían por ellos”. O en España, cuya cultura culinaria es venerada en Reino Unido y donde el británico de a pie cree que cada hogar esconde a un Ferran Adrià o a un Arzak. “Pero es precisamente por eso. A la gente a quien le gusta la cocina también le gusta recrearse en un programa que te muestra todos los estadios de la preparación del plato”, subraya el artífice de la franquicia que ha arrasado en sus dos primeras ediciones de la parrilla televisiva española.

La cocina es uno de los placeres esenciales en el que todos podemos participar”

Franc Roddam (Norton, 1946) es un patriarca que suele cocinar todos los sábados para sus siete hijos y que fácilmente se pierde hablando sobre el maridaje entre los tomates y el vodka o el tequila durante la entrevista en un club de la londinense Portobello Road. La génesis de MasterChef nace de una aproximación más sencilla, como fueron en su momento las bromas sobre la deprimente reputación de la cocina de las islas británicas que le gastaban sus colegas de Hollywood, donde se había instalado en los años setenta gracias al éxito de su filme basado en una ópera rock de la banda The Who (Quadrophenia). Él, que seguía rememorando los platos caseros de su madre, elaborados a partir de los productos locales del noreste de Inglaterra, sabía que sus colegas americanos “tenían razón”. “Frente a las carencias y racionamiento de los años de posguerra, el gobierno (británico) decidió industrializar la comida” y, en el camino, “se perdieron el sentido y la esencia de un placer desde entonces reservado a un grupo de privilegiados”.

Inmerso en una carrera cinematográfica con altibajos, “el hombre de las mil ideas”, como se autodefine, no dejó de darle vueltas al proyecto de un programa que metiera las cámaras en la cocina y que, en su vocación de “democratizarla”, pudiera mostrar “a un taxista compitiendo de igual a igual con un obispo”. El retorno a Reino Unido para embarcarse en las producciones televisivas le permitió plasmarlo.

El éxito de MasterChef, estrenado en la BBC en 1990, redundó en su reedición para el segundo milenio, aunque adaptado a las demandas de un público inmerso en el reinado de la telerrealidad. “Pero nunca vamos a criticar a las personas ni a caer en esas humillaciones que alimentan otros programas”, subraya sobre una filosofía que considera clave en la proyección de su propuesta.

El chef Gordon Ramsay en un programa de 'MasterChef Junior' de la televisión estadounidense.
El chef Gordon Ramsay en un programa de 'MasterChef Junior' de la televisión estadounidense.CORDON PRESS

Siente debilidad por la versión australiana, “porque fueron los primeros en hacerlo a lo grande, y los americanos acabaron copiándoles”. Y de ahí, el salto a tantos países con su particular idiosincrasia, como el MasterChef de Israel, donde los cocineros aficionados suelen relatar historias de la diáspora entre pucheros, o a la misma España, donde creía que sus cocinas lo tenían todo aprendido. Roddam no deja de sorprenderse por los ecos de esta franquicia global: “Inmediatamente después de emitirse una semifinal de MasterChef en Reino Unido, que incluyó una filmación del Celler de Can Roca, la lluvia de reservas de clientes ingleses había cubierto nueve meses de la agenda del restaurante de Girona”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_