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Si piensa que por invertir en bonos no corre riesgos se equivoca: por qué la renta fija es de todo menos fija

El mercado de deuda, tanto pública como privada, acumula una notable corrección este año con altas dosis de volatilidad en los precios

Bolsa de Madrid, en una imagen del pasado miércoles.
Bolsa de Madrid, en una imagen del pasado miércoles.Vega Alonso (EFE)

En juego hay más de 120 billones de dólares entre deuda pública de los Estados y bonos y obligaciones de empresas privadas u organismos públicos. Es el tamaño del mercado global de renta fija: equivale a más que la suma del valor del PIB de las cinco principales economías mundiales. Un mercado inmenso que en 2022 acumula su mayor caída de los últimos 20 años, de entre el 15% y más del 20% según los tipos de bonos y las divisas elegidas.

La deuda, tradicionalmente un activo más sosegado para los inversores que la renta variable, sin embargo, ha mostrado en los últimos meses debilidad, falta de confianza y una volatilidad tan extrema que ha roto con el pasado. La tradicional baja (o incluso negativa) correlación entre los activos de riesgo —acciones— y los activos de menor riesgo —deuda pública o bonos— ha volado por los aires. Renta fija y variable van ahora de la mano en su caída, arrastradas por una inflación que, desde los años noventa del pasado siglo, no había acaparado tanta atención. Como reacción, las subidas de los tipos de interés más rápidas de los últimos tiempos. Como consecuencia, el temor a gripar las economías, a peores resultados empresariales y, también, a posibles impagos de deuda. Un cóctel “casi mortal” para los bonos de todo tipo y condición que ha pillado con el pie cambiado a casi todos: desde autoridades monetarias a gestores e inversores.

Se suele decir que los expertos en renta fija son los que mejor control tienen del escenario económico y que su visión de futuro suele ser certera. Pues bien, consultados más de 20 especialistas, la realidad es que las palabras que más repiten son: incertidumbre, volatilidad, divergencia, fragilidad y riesgo. También es verdad que ya hablan de rendimientos de la renta fija —hay que recordar que en este activo la rentabilidad se mueve de forma inversa a los precios— en niveles atractivos y creen que existen oportunidades en bonos soberanos, high yield (también conocidos como bonos basura), bonos flotantes y deuda corporativa global de alta calidad. Aunque la mayoría cree que “mañana podría haber más” y ello porque siguen existiendo asuntos que les tienen en vilo.

Una de las claves para determinar el potencial de la renta fija es qué pasará con la inflación. El debate sigue abierto. Para algunos analistas hay razones para creer que los precios en Estados Unidos están llegando a su tope. A su juicio, los sectores de la economía sensibles a los tipos de interés, como el inmobiliario, están cayendo en picado —­las ventas de viviendas han bajado casi un 24% y llevan siete meses consecutivos descendiendo, a lo que se une que las solicitudes de hipotecas se han reducido un 38%—, lo que genera esperanzas de un enfriamiento en los costes de la vivienda, que es uno de los principales impulsores de la inflación general. Por lo tanto, sus expectativas de que los precios de los bienes duraderos se moderarán son, según ellos, realistas.

Un factor clave

Para otros expertos consultados, la inflación seguirá siendo elevada al menos durante todo 2023 no solo por los precios energéticos, sino porque las incertidumbres sobre las excepcionales interrupciones que se están viviendo en la cadena de suministros, el mercado laboral y la geopolítica son elevadas. Sobre todo en Europa. Incluso, explican, el BCE, que siempre ha sido históricamente optimista en sus previsiones de inflación, espera ahora una tasa de inflación del 5,5% para la eurozona en 2023. Y este nivel, siempre que se produzcan acuerdos salariales moderados que eviten el inicio de una espiral de subida de precios. En cualquier caso, estos analistas consultados recuerdan que la historia nos enseña que se necesitan varios años, una vez superado el umbral del 5%, para que la inflación vuelva a un nivel del 2%.

Estrechamente vinculado a los precios se mueven los tipos de interés. ¿Hacia la moderación en las alzas? Tras las últimas subidas de 75 puntos básicos de los tipos de interés tanto por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) como del Banco Central Europeo (BCE), estos han pasado de un nivel cercano a 0 a situarse en el 4% y el 2%, respectivamente. Son muchos los gestores que coinciden en creer que la Fed comenzará a reducir el tamaño de las subidas, otros 50 puntos en diciembre, y luego hará una pausa para evaluar su efecto acumulativo. “Hace un año, la perspectiva de una subida de 50 puntos básicos habría sido un shock. Hoy día, cualquier cosa por debajo de los 75 puntos básicos supone una buena noticia”, dice uno de los expertos consultados. No todos son tan relativamente optimistas y aventuran, en el caso americano, tipos por encima del 5% en 2023.

Para Europa, las expectativas son algo distintas. De entre los consultados, una mayoría cree que los tipos de interés subirán el próximo mes de diciembre otros 75 puntos básicos y que a lo largo de 2023 podrían situarse en el caso más optimista en el 3% y hasta el 4% en el menos.

Las justificaciones para uno u otro nivel se basan en el primer caso en el impacto negativo que estas subidas tienen en el crecimiento económico y, en el segundo, en la cada vez mayor divergencia entre política monetaria y fiscal en la eurozona. En este último caso hacen referencia a las ayudas que los gobiernos están aprobando para empresas y hogares para tratar de aliviar su empobrecimiento por la crisis energética. Desde su punto de vista, éstas se financiarán con más deuda, lo que puede conducir a una pérdida de confianza en la solvencia del país (que provocará un debilitamiento de la moneda y un aumento de las primas de riesgo) y en la capacidad del banco central para luchar eficazmente contra la inflación.

Con este escenario de inflación y tipos de interés sobre la mesa, la gran incógnita es la evolución del escenario económico, y lo duro que puede ser el deterioro sobre el crecimiento que se avecina, ya sea una recesión profunda o una recesión técnica. Todo apunta a un riesgo extremadamente alto de recesión en Europa y a un crecimiento muy débil en EE UU, en el mejor de los casos. Para muchos analistas, “lo peor está por venir”.

Respecto a los resultados empresariales, por el momento, las tasas de crecimiento de los beneficios han seguido siendo sólidas, aunque algunos gestores precisan que la inflación está ayudando a mantener el importe de las ventas aunque los volúmenes realmente se estén reduciendo.

Sobre el endeudamiento de las compañías se muestran relativamente optimistas. Según explican, los fundamentales y los balances de las empresas siguen siendo saludables, ya que se han refinanciado a niveles de rendimiento más bajos y/o han ampliado el vencimiento medio de la deuda.

Para algunos analistas, se exagera el riesgo de impago, descontándose en el mercado niveles de entre el 8% y el 9% cuando el escenario base que contempla Moody’s es que se sitúe entre el 3% y el 3,5% o, por parte de alguna casa de valores, en el 4% a finales de 2023. Es cierto que más de un analista ve más solidez en los emisores americanos que en los europeos.

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