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El mapa de riesgos para 2024: el radar apunta a las tensiones geopolíticas y los bancos centrales

La situación del inmobiliario chino y la inflación seguirán también en el ojo del huracán el próximo año

Christine Lagarde
Christine Lagarde, presidenta del BCE, y Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal.GETTY

La economía global se ha instalado ya en una dinámica que el Fondo Monetario Internacional (FMI) define como de “propensión a los shocks”. El mundo estrenó la década con una pandemia que congeló casi por completo la actividad, le siguió un gran atasco en la distribución que encendió la chispa de la inflación y posteriormente la guerra de Ucrania acabó por extender las llamas. Este año se espera que la economía crezca, pero la debilidad será la tónica en regiones como la zona euro. El mapa de riesgos crece. Las tensiones geopolíticas ya no solo proceden de Moscú y Pekín, sino también de Israel y el mar Rojo, en especial desde que en las últimas horas EE UU y el Reino Unido hayan lanzado ataques aéreos contra varias ciudades controladas por los rebeldes hutíes de Yemen. Las subidas de tipos, además, pueden golpear la economía más de la cuenta y el mercado inmobiliario de China sigue suponiendo una amenaza para la estabilidad económica. Este es el mapa de los principales riesgos de 2024.

Tensiones geopolíticas. Las instituciones internacionales ven los riesgos derivados de las crisis políticas casi como una suerte de “nueva normalidad”. En 2022, la guerra de Ucrania golpeó los mercados de materias primas y energía, disparando los precios. La guerra en Gaza supone un nuevo desafío. El principal temor era otra subida del precio del petróleo. Según el FMI, un incremento del 10% en los valores del crudo reduce el producto interior bruto global en cerca del 0,2% y aumenta la inflación entre dos y cuatro décimas. Eso, por ahora, no ha ocurrido. El otro temor es la extensión de nuevas disrupciones en el comercio, que el año que termina prácticamente se estancó.

El foco se ha colocado ahora sobre la inestabilidad en el mar Rojo, por donde transita el 12% del comercio mundial. A raíz de los ataques de la milicia Huthi desde Yemen, la mayoría de las navieras habían decidido cambiar de ruta y desviar sus buques mercantes hacia el cabo de Buena Esperanza, en el sur de África, para esquivar los secuestros y agresiones con drones de los rebeldes. La medida supone entre 10 y 14 días más de viaje, y por tanto implica retrasos y encarecimientos en las entregas de mercancías y materias primas como el gas o el petróleo, que antaño cruzaban el mar Rojo y entraban en el Mediterráneo por el canal de Suez.

Además, 2024 será un año de intensa actividad electoral. Hay posibilidades de que Donald Trump regrese a la Casa Blanca, lo cual podría alterar la marcha de la economía. Además, hay comicios programados en el Reino Unido, la India y el Parlamento Europeo, donde volverá a ponerse a prueba la fuerza de los partidos populistas de extrema derecha. “Los conflictos geopolíticos están aumentando, la productividad en la industria, la cultura y la política prácticamente ha desaparecido y estamos inmersos en tonterías sin sentido en un mundo que necesita desesperadamente soluciones para agua potable, protección contra inundaciones, cambio climático, desigualdad, defensa, ciberseguridad, educación e infraestructura”, afirma Steen Jakobsen, director de Inversiones de Saxo Bank.

Tipos de interés. Los bancos centrales de todo el mundo tuvieron que subir los tipos de interés de forma abrupta y prácticamente desde cero. Las autoridades monetarias han extremado desde entonces la precaución, también en la llamada banca en la sombra (prestamistas no bancarios, como fondos de pensiones, compañías aseguradoras e incluso hedge funds). Aun así, no han podido evitar episodios de inestabilidad, como el que puso en vilo a las autoridades estadounidenses la pasada primavera en EE UU, donde la banca regional, con el Silicon Valley Bank en cabeza, sacudió el tablero financiero mundial. “Lo que vimos fueron signos tempranos de debilidad. Y creo que deberían tomarse en serio, más de lo que se hizo”, afirmó recientemente en Madrid el expresidente del Bundesbank Axel Weber.

No solo eso. Los analistas creen que los bancos centrales pueden hacer descarrilar el llamado aterrizaje suave, en especial en Europa, si el proceso de caída de la inflación no va acompañado con una política monetaria coherente. O lo que es lo mismo, si no se bajan los tipos para adaptarlos a la nueva realidad. Por ahora, el BCE solo ha lanzado signos de que no seguirá subiendo el precio del dinero, pero no quiere hablar de descensos.

Inflación. Los expertos dan por hecho que la inflación va a seguir relajándose. Los precios de la energía continúan cediendo, mientras que los de los alimentos van moderándose. Sin embargo, la guerra contra el alza de precios no puede darse por terminada. El cambio climático ha hecho que cada vez sean más frecuentes fenómenos extremos, como las sequías. Y eso amenaza con volver estructural este tipo de encarecimientos en el precio de los alimentos, como está sucediendo con el aceite de oliva, que no termina de tocar techo por las malas cosechas. A su vez, las tensiones geopolíticas pueden volver a amplificar los problemas energéticos, aunque ese flanco, el de la normalización de los precios del petróleo y la electricidad, ha sido uno de los puntos positivos de 2023.

En Europa, el BCE sigue observando las variables domésticas de la inflación. En su última comparecencia, la jefa del Eurobanco, Christine Lagarde, se refirió a los aumentos salariales y de los márgenes empresariales, pero tiró de la habitual prudencia de Fráncfort. “Necesitamos más datos para comprender mejor lo que sucede”, afirmó.

China. El gigante asiático ya no es el país más poblado del mundo —la India lo superó en abril—, pero sigue siendo el motor del crecimiento global, aunque cada vez con más dificultades. Los analistas están especialmente preocupados por su sector inmobiliario, cuyas valoraciones podrían seguir hinchadas. De ahí los problemas de algunas de sus inmobiliarias, como Evergrande o Country Garden. Recientemente, además, el banco en la sombra Zhongzhi se declaró insolvente con un agujero de 33.000 millones de euros, lo cual volvió a disparar las alarmas.

La intervención de Pekín para evitar una crisis está siendo suficiente por ahora. La tasa de crecimiento para 2023 rondará el 5% que se había propuesto, pero China y el final de su milagro económico se han convertido en un fijo en las listas de posibles cisnes negros que pueden cambiar el paso al planeta. Nadie puede responder con exactitud cuándo sucederá ni la potencia de su impacto, y tal vez ese sea uno de los argumentos que más puede tranquilizar a las autoridades chinas: hace años que se anuncia su entrada en una fase de turbulencias, pero ese descenso a los infiernos no acaba de producirse.

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