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Un récord de empleo imposible sin trabajadores extranjeros

En España hay tres millones de personas de otras nacionalidades en el mercado laboral, más incluso que en la burbuja del ladrillo, y a ellos se suma un millón con doble nacionalidad. Juntos sustancian dos tercios del incremento de la contratación en el último año

Un operario durante su jornada laboral este lunes el 4 de diciembre en Toledo.
Un operario durante su jornada laboral este lunes el 4 de diciembre en Toledo.Ángeles Visdómine (EFE)
Emilio Sánchez Hidalgo

España nunca había logrado emplear a tantos trabajadores como ahora, 21,3 millones según la última Encuesta de Población Activa (EPA). Este hito tan positivo, que ayuda a fomentar el consumo, a dotar de fondos a los servicios públicos o a rebajar la presión en prestaciones sociales, es cada vez menos atribuible a la fuerza laboral nacida en España. Nunca antes había sido tan alta la proporción de trabajadores extranjeros (14,1%, tres millones) o con doble nacionalidad (4,7%, un millón). Hace un año sumaban el 17,1%; hace diez el 12,8% y hace dos décadas, el 8,6%. Son los empleados que impulsan la ocupación a niveles desconocidos. La principal razón de este fenómeno, explican las expertas consultadas por EL PAÍS, es que la economía española necesita mano de obra y la estructura poblacional de los nacionales no satisface esas necesidades. Lo que la bajísima natalidad y el intenso envejecimiento restan lo compensan los flujos migratorios. Sin ellos el sistema productivo griparía.

Una de las cifras que mejor ilustra esta tendencia hace referencia al empleo atribuido a cada colectivo. En el último año (del tercer trimestre de 2022 al mismo periodo de 2023), según la EPA, se crearon 720.200 puestos de trabajo. Entre extranjeros y empleados con doble nacionalidad aportaron 482.300 trabajadores, más que nunca. Del total solo un tercio (237.900) corresponde con trabajadores españoles, la segunda proporción más baja en lo que llevamos de siglo. Solo fue inferior en el periodo 2018-2019.

Otro dato en la misma línea: la creación de empleo se impulsó en los últimos 12 meses un 3,5% en España, el mayor alza desde la burbuja del ladrillo (y sin contar el rebote anómalo de la pandemia). Este impulso global coincide con el segundo menor incremento anual de la población trabajadora española en un año de creación de empleo. Casi toda la subida se debe al acelerón de trabajadores con doble nacionalidad (13,4%) y extranjeros (13,8%). Fuentes del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones hacen una interpretación positiva de estos datos: “Reflejan el gran dinamismo del mercado de trabajo español en los últimos dos años como resultado conjunto de políticas en el ámbito económico, laboral y migratorio”. Además, desde el departamento de Elma Saiz destacan “el fortalecimiento de las finanzas de la Seguridad Social y la mejora en la sostenibilidad del sistema de pensiones”.

Rosa Aparicio, experta en migraciones e investigadora del Instituto Universitario Ortega-Marañon, cree que una de las principales explicaciones es demográfica. “La población española es decreciente. No va a bastar con los hijos de los españoles para que la economía se mantenga como ahora. Los inmigrantes son más jóvenes, la mayoría de ellos están en edad de trabajar y tienen más hijos. Sin ellos, ¿quién va a pagar las pensiones?”, indica esta experta. Coincide Mónica María Monguí, doctora en Sociología e investigadora de la Universidad Complutense de Madrid: “La llegada de inmigrantes en edad laboral y la incorporación de jóvenes con doble nacionalidad en la búsqueda de empleo han llevado a un incremento de la población activa en estos colectivos”. Monguí cree que su mayor tasa de paro (16,5% entre extranjeros, 11% entre españoles), en un escenario de creación de empleo como el actual, también favorece que sean los principales protagonistas del incremento.

Las estadísticas de población confirman estas impresiones: hay 6,37 millones de extranjeros, más que nunca. Es un millón más que en el anterior pico registrado, los 5,4 millones de 2010, un máximo impulsado por la burbuja del ladrillo y que se fue desinflando con la Gran Recesión. Cayó hasta 4,38 millones en 2016 y desde entonces ha crecido en dos millones. Su edad media es de 37 años, ocho menos que los nacionales, y la tasa de natalidad es el doble que la de las españolas. Esto también queda claro en las estadísticas de empleo: la proporción más alta de trabajadores españoles se da entre los mayores de 55 años (89,2%) y la menor, de 25 a 34 años (76,3%). Si nos fijamos en los residentes en edad de jubilación el desfase es aún mayor, dado que muchos extranjeros vuelven a sus países: en global son el 15,2% de la población, pero solo el 5,2% de los mayores de 65 años es extranjero.

El extraordinario incremento de empleados extranjeros cambia de ritmo en función del sector económico. El mayor salto absoluto se da en la hostelería, una de las actividades con condiciones más penosas (14,4% más que el año pasado, 50.244 trabajadores). También destacan en otras profesiones con horarios difíciles, como el comercio (12,9% más y 22.437 empleados), o de gran esfuerzo físico, como la construcción (10,9% y 27.557). “Creo que los sectores que más sufrieron durante la pandemia, como el turismo y el comercio, han experimentado un acelerón. Y son actividades donde los inmigrantes están sobrerrepresentados, algunas que muchos españoles no quieren hacer, así que esto puede tener bastante que ver en el aumento general”, opina Myriam González-Rabanal, profesora de Economía Aplicada de la UNED.

Pero cabe destacar que el acelerón no se limita a ese tipo de actividades. En el último año los extranjeros también han sido protagonistas en los aumentos en empleos relacionados con la información y las comunicaciones (13% y 8.548), en sanidad (12,7% y 11.887) o en actividades científicas y técnicas (12,6% y 9.693), todas ellas con retribuciones por encima de la media. La única rama en la que el aumento de profesionales españoles ha sido proporcionalmente mayor que el de extranjeros ha sido educación.

Este panorama español coincide con un mal momento para el empleo en los países con menos recursos, que sufren el golpe de la inflación y de los altos tipos de interés. Según las estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de 186 países con datos disponibles, la tasa de paro solo cae en 40 respecto a 2019 (la mayoría entre los más ricos), se mantiene en nueve y crece en 136. “El empeoramiento de la situación económica y política en otros países, sobre todo en los de Latinoamérica, es un factor que aumenta la llegada de población extranjera”, añade Aparicio. La evolución positiva del empleo en Europa se debe, principalmente, a la pronunciada caída del desempleo en los países que más registraban históricamente, como España.

Los cambios normativos también juegan un papel clave. En los últimos años el Gobierno ha fomentado la llegada de mano de obra extranjera. Esta posición parte del convencimiento del ministro de Migraciones durante la pasada legislatura, José Luis Escrivá, de que España sufre un problema de vacantes sin cubrir, falla que el Ministerio de Trabajo solo advierte en sectores muy específicos. Con la tasa de paro más alta de Europa, Yolanda Díaz y los sindicatos siempre se han mostrado reticentes ante ese planteamiento de Escrivá.

Pese a las diferencias, ha habido modificaciones clave. “La actualización de las figuras de arraigo, la creación de una tipología nueva (arraigo por formación), la flexibilización de los requisitos para la reagrupación familiar, la actualización del Catálogo de Ocupaciones de Difícil Cobertura, una mayor estabilidad en los procesos de migración circular o los cambios sustanciales para que los estudiantes compaginen trabajo y formación, entre otros, están detrás de estos datos”, resaltan en el ministerio. Estas políticas han motivado un incremento en las autorizaciones de trabajo para extranjeros: en 2022 se aprobaron casi 200.000, el récord desde la Gran Recesión. La previsión es que en 2023 sean aún más. Con todo, son cifras alejadas de las que se llegaron a registrar a principios de siglo, cuando la inmigración tomó velocidad de la mano de la burbuja del ladrillo.

¿Quiénes son?

La cifra de trabajadores extranjeros actual no es muy diferente de la que se registró en la burbuja del ladrillo. En el primer trimestre de 2008 había 2,86 millones de empleados foráneos, una cifra que se desplomó durante la Gran Recesión. Muchos volvieron a sus países y otros muchos dejaron de venir, hasta rebajar el total en más de un millón en 2014. Entonces la tasa de paro era más del doble que la actual, un 25,9%. A medida que mejoró la economía volvieron estos trabajadores, hasta los casi tres millones de la última EPA (2.996.700). El elemento diferencial entre el escenario previo a la crisis inmobiliaria y el actual son los trabajadores con doble nacionalidad. Por primera vez son más de un millón, cuando hace dos décadas solo eran unos 70.000.

Por países, el que más aporta al total de extranjeros españoles es Rumanía. Son 337.765, según los datos de Seguridad Social de septiembre. Completan los cinco primeros puestos Marruecos (309.639), Italia (182.757), Colombia (171.982) y Venezuela (146.126). Es un reparto parecido al de 2012 (primer dato disponible), con la salvedad de que entonces Ecuador estaba en tercera posición y ahora está en séptima, mientras que China era quinta y ahora es sexta. Con una mirada más amplia destaca el acelerón de América Latina en conjunto: en 2019 había 937.200 trabajadores procedentes de países de la Unión Europa, lo que les convertía en el grupo más numeroso, seguido de los latinoamericanos con 738.700; solo cuatro años después hay 1,23 millones de latinoamericanos, frente a los 856.000 procedentes de la UE. “La población latinoamericana, al guardar parentescos culturales y de idioma con España, posibilita que su contingente esté en constante crecimiento y su inclusión en la sociedad española sea mucho más acelerada”, analiza Monguí.

“Hay una diferencia importante respecto a la anterior gran llegada de inmigrantes, en los años 2000. Ahora vienen más mujeres y es mayor la proporción de las que trabajan”, indica la investigadora Nicoleta Enache, autora de la tesis doctoral Relaciones laborales e impacto económico de los trabajadores inmigrantes rumanos en España y profesora de la Universidad Valahia de Targoviste. Las estadísticas le dan la razón: hoy hay 100.000 trabajadores extranjeros menos que en el primer trimestre de 2008 (el anterior récord de la ocupación extranjera), pero 200.000 trabajadoras más.

Peores condiciones laborales

Las mujeres inmigrantes son precisamente las que peores salarios reciben: ingresaron 13.401 euros brutos de media en 2022, según los datos de la Agencia Tributaria. Son unos 2.000 euros anuales menos que el salario mínimo y 3.500 menos que la media que cobraron los trabajadores extranjeros, 16.950 euros. Los mejor retribuidos son los empleados españoles (26.488 euros), seguidos de las españolas (21.033 euros).

Los trabajadores extranjeros, que también sufren más temporalidad y parcialidad, cobran menos por varios motivos. El principal es que la mayoría trabaja en sectores en los que las retribuciones son bajas, normalmente los menos productivos y que exigen menos formación. Destacan en el servicio doméstico, con un 45% de los afiliados medios en el régimen general. Casi todas son mujeres que sufren salarios escasos, alta informalidad, gran esfuerzo físico y mucha temporalidad. Son males parecidos a los del campo, con una porción de extranjeros del 33% en el sistema especial agrario. “Los españoles no quieren esos trabajos y en algunos de ellos cada vez hay más demanda, como en los cuidados de personas mayores. Los extranjeros se ven más empujados a aceptarlos porque tienen menos red, menos posibilidad de acceder a ayudas y menos familiares o amigos que les puedan ayudar”, indica Aparicio.

Esta experta ha estudiado el sesgo en los procesos de selección y comprobó que los candidatos españoles, con currículums exactamente iguales, tienen un 35% más de posibilidades de ser contratados que los extranjeros. “Existen estudios que documentan un componente de discriminación en el mercado laboral hacia personas racializadas, lo que llevaría a estas personas a una situación de mayor dificultad de acceso a determinados puestos de trabajo, empujándolas por lo tanto a peores condiciones”, comenta Inmaculada Serrano, directora de la revista Migraciones, del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones.

También destacan en la construcción, el sector que concentra más accidentalidad laboral, con un 20% de los ocupados; y en la hostelería, que a los bajos salarios suma horarios que impiden la conciliación. Y, a la vez, apenas hay extranjeros en los sectores de mayores retribuciones, más valor añadido y mejor protección sindical. Son solo en torno al 10% en la industria y en actividades tecnológicas. Aparicio apunta que la escasa presencia de inmigrantes en estos sectores conecta con un círculo vicioso: como hay pocos extranjeros, es más difícil que conozcan a un familiar o amigo que les abra las puertas, de lo que sí se benefician los españoles. “Visto en perspectiva, hay una mayor entrada en estos sectores; sin embargo, es verdad que aún no puede considerarse representativo debido a los obstáculos administrativos como la homologación de títulos”, lamenta Monguí. Son aún menos en la gran empresa con jornadas laborales más cortas y más garantías frente al despido: solo representan el 1% de los afiliados del sector público.

Más allá de las muchas barreras que enfrentan los trabajadores extranjeros, se ven lastrados por su menor formación. El 50,3% de los trabajadores españoles tiene estudios superiores, una proporción que cae al 35,2% entre aquellos con doble nacionalidad y al 27,6% entre extranjeros. El terrible reverso de este dato es que el 75% de los analfabetos que viven en España son extranjeros, así como el 59,8% que ha cursado Primaria pero no ha completado este nivel de estudios. Estas fallas estructurales alejan a extranjeros y empleados con doble nacionalidad de los mejores puestos en las empresas: son el 39,3% en las ocupaciones elementales y solo el 2,5% entre directores y gerentes.

¿Dónde viven?

La comunidad autónoma que se anota una menor tasa de paro, Baleares (5,7%), es la que más trabajadores extranjeros concentró en el tercer trimestre (26,4%). En el otro lado de la balanza, la segunda autonomía con más desempleo, Extremadura (16,5%, la más alta después de Andalucía), es la comunidad con menos fuerza laboral foránea, un 5,6%. Este patrón no se cumple con otros territorios: en Canarias el paro también es muy alto (15,2%), pero se anota la segunda mayor proporción (18,4%) de trabajadores extranjeros. Y una de las autonomías con menos desempleo, Euskadi (8,3%), acoge una porción baja de empleados de diferente nacionalidad (7,1%).

Enache asegura que la actividad económica explica parte de este reparto, pero que también juegan un papel fundamental las comunidades ya asentadas: “Los inmigrantes tienden a asentarse donde ya hay un familiar o un amigo. Por eso la mayoría de los rumanos de Alcalá de Henares son de una zona concreta, en torno a Transilvania, y en Castellón son de mi provincia, Dâmbovița”. Asimismo, González-Rabanal destaca la mayor propensión de los inmigrantes a cambiar de autonomía en busca de trabajo como otro factor que impulsa su protagonismo en la extraordinaria creación de empleo de los últimos años.

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Sobre la firma

Emilio Sánchez Hidalgo
Redactor de Economía. Empezó su trayectoria en EL PAÍS en 2016 en Verne y se incorporó a Sociedad con el estallido del coronavirus, en 2020. Ha cubierto la erupción en La Palma y ha participado en la investigación de la pederastia en la Iglesia. Antes trabajó en la Cadena SER, en el diario AS y en medios locales de su ciudad, Alcalá de Henares.
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