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Rebeca Grynspan: “Ha llegado la hora de repensar el objetivo del 2% de inflación; no veo por qué tanta resistencia”

La jefa de UNCTAD, el brazo de desarrollo y comercio de Naciones Unidas, cree que llegar a la meta de precios en tan poco tiempo es “demasiado ambicioso” y alerta del golpe de los tipos de interés altos sobre los países pobres

La jefa de Unctad, Rebeca Grynspan, el miércoles en un hotel de Madrid.
La jefa de Unctad, Rebeca Grynspan, el miércoles en un hotel de Madrid.Samuel Sánchez
Ignacio Fariza

Era noviembre de 2021 y la inflación empezaba a apuntar maneras, pero ni la Reserva Federal ni el BCE habían dado aún el paso de retomar las subidas de tipos 11 años después. Rebeca Grynspan (San José, 67 años), entonces recién nombrada secretaria general de Unctad —el brazo de Naciones Unidas para cuestiones comerciales y de desarrollo—, ya avisaba de que el endurecimiento de la política monetaria no ayudaría a resolver los problemas de oferta. Casi dos años y diez subidas de tipos después, la economista costarricense va un paso más allá: reclama una “discusión amplia” sobre el objetivo de inflación de los bancos centrales. Y se extraña por la “resistencia” frente a ese debate. Atiende a EL PAÍS durante una visita fugaz a Madrid, su casa durante los casi siete años que ejerció como secretaria general Iberoamericana. Un día después, el Eurobanco volvería a la carga en su lucha sin cuartel contra la inflación.

Pregunta. Venimos de la mayor subida de tipos de interés en los últimos tiempos, pero los bancos centrales parecen no haber terminado aún.

Respuesta. Es la subida de tasas de interés más rápida e intensa de la historia económica reciente, y nuestra mayor preocupación es el efecto que esto causa en los países en desarrollo. Entiendo la lógica de los bancos centrales: su lucha contra la inflación es totalmente entendible. Pero, cuando tienes distintas causas, usar solo el instrumento de las tasas de interés te obliga a usarlo en exceso.

P. ¿Están yendo demasiado lejos?

R. Llegar al 2% [la meta de inflación] en tan poco tiempo es demasiado ambicioso y obliga a una subida de tasas agresiva. Demasiado agresiva, diría. ¿Es sostenible para la economía global? Esa es una pregunta abierta. Hay causas en la oferta que no tienen nada que ver con la demanda y que requieren de otros instrumentos de política económica.

P. ¿Qué instrumentos?

R. Sabemos, por ejemplo, que ha habido especulación y un aumento de los márgenes de ganancia en las mercancías internacionales en las que no hay competencia. Las regulaciones de márgenes que se usaron en el pasado también podrían haberse usado en esta ocasión. Una mezcla de políticas podría hacer menos agresiva el aumento de las tasas. Todos estamos de acuerdo en que tenían que aumentar, esa no es la discusión: la discusión es cuánto y cuán rápido.

P. Varios países, entre ellos España, han puesto en marcha gravámenes temporales sobre los beneficios extraordinarios de las energéticas o los bancos. ¿Deberían hacerse permanentes?

R. Si el mercado vuelve a un funcionamiento normal podrían ser temporales, porque la capacidad de aumentar los márgenes no se va a mantener permanentemente en el tiempo. Pero hay algo cierto, y es que el mundo se ha olvidado de los problemas que causan los mercados concentrados y la falta de competencia. Hemos dejado abandonada la regulación de los mercados: las instituciones que velan por que sean competitivos han estado bajo ataque, o no han sido renovadas o fortalecidas, cuando están lidiando con actores económicos que tienen mucho poder económico…

P. La autorregulación, decían...

R. Es algo que nunca hemos visto en esos mercados.

P. Volvamos a la política monetaria. ¿Ha llegado el momento de repensar el objetivo del 2% de inflación para los bancos centrales?

R. Sí, yo creo que sí. No veo por qué hay una resistencia tan grande a, por lo menos, tener esta conversación: deberíamos abrirnos a una discusión más amplia sobre cuál debe ser el objetivo de inflación. Hay mucha incertidumbre y es muy difícil poner una meta, pero la mayoría de los expertos y economistas que discuten este tema piensan que el 2% no tiene por qué ser la meta en momentos como este, en el que vemos factores de oferta que no puede ser reguladas por las tasas de interés. La pregunta es: ¿qué nos causa más daño? ¿Tasas de interés elevadas, que pueden comenzar a tener efectos fuertes sobre la estabilidad y sustentabilidad financiera a largo plazo o que [el objetivo] pase del 2% al 3%?

P. Algunos países, sobre todo los de renta baja, ya están en problemas.

R. Hay una gran resistencia a hablar de crisis global de deuda, pero, independientemente de ese término, es innegable que lo que tenemos es una crisis de desarrollo. Hay países enfrentados a decisiones imposibles, con los efectos del cambio climático; la sequía en todo el cuerno de África, que ha sido devastadora; el impacto de la guerra en Ucrania... No estamos hablando de malas decisiones de política económica, sino de un shock sistémico, externo, que ha aumentado su deuda. 3.300 millones de personas viven en naciones que gastan más en el servicio de la deuda que en salud o educación, y que no van a poder cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible. Para ellos, la subida de tipos ha sido devastadora.

P. No son los países más endeudados del mundo.

R. Ni mucho menos, pero su deuda sí es la más cara: África paga [por financiarse] entre cuatro y ocho veces más que Alemania o EE UU. Tenemos, además, un mal sistema de calificación de riesgos.

P. Después de la Gran Recesión se intentó abrir el melón de las agencias de rating.

R. Pero no se hizo nada, no hubo ningún cambio.

P. ¿Es el momento de reabrirlo de nuevo?

R. Creo que sí. Las calificadoras de riesgos son privadas, no públicas. Por eso creo que tendría que haber una conversación más abierta entre las instituciones de Bretton Woods [el FMI y el Banco Mundial] y estas entidades.

P. En anteriores crisis de deuda, América Latina solía estar en el ojo del huracán. No es así esta vez.

R. América Latina también está en problemas, porque sus tasas de crecimiento, como en el resto del mundo en desarrollo, son muy bajas. Y la inversión para poder hacer la transformación hacia una economía sustentable no está llegando.

P. Ahora, el kilómetro cero de la crisis parece ser África.

R. Sí, absolutamente. La mitad de los países en problemas de deuda o en riesgo de caer en problemas de deuda son africanos.

La ex secretaria general Iberoamericana, antes de la entrevista.
La ex secretaria general Iberoamericana, antes de la entrevista. Samuel Sánchez

P. ¿Se puede hablar de crisis de deuda en el mundo en desarrollo?

R. Lo que pasa es que los mercados no están afectados, pero sí hay una crisis en la gente. Por eso hablamos de una crisis de desarrollo. Es algo que vemos tanto en lo social y en lo político, con problemas de estabilidad por la subida en el precio de los alimentos.

P. Apenas se están viendo reestructuraciones de deuda.

P. En los tres últimos años, solo hemos visto tres: la de Chad, la de Zambia y la de Etiopía, que aún está pendiente. Y Sri Lanka y Ghana siguen negociando. Hay que establecer un sistema permanente, previsible y transparente de reestructuración de deuda.

P. ¿Se puede empezar a dar por controlada la crisis inflacionaria?

R. La tendencia va en la dirección correcta. No podemos tener la pretensión de que los factores más permanentes de la inflación bajen con la rapidez de las expectativas. Eso es lo que provoca que los bancos centrales tengan que sobreactuar. Mi preocupación es más bien geopolítica: que no resurjan elementos que vuelvan a poner una presión adicional sobre la inflación.

P. ¿Ha quedado atrás el máximo en el precio de los alimentos?

R. Sí. El acuerdo del grano hizo que el índice de la FAO [el brazo de Naciones Unidas para cuestiones alimentarias] bajara un 23%, y eso fue una gran contribución a la inflación.

P. Pero el pacto ha saltado por los aires.

R. La retirada de Rusia ha hecho que los mercados sean más volátiles y que haya mayor fragilidad. Es un problema, pero no hemos visto el incremento de precios que vimos al inicio de la guerra.

P. ¿Descarta, entonces, un episodio similar en los próximos meses?

R. Es muy necesario volver al acuerdo, porque esta estabilidad es frágil. No son negociaciones fáciles, pero el secretario general [de la ONU, António Guterres] sigue teniendo como único objetivo evitar una crisis alimentaria.

P. ¿Hay visos para un acuerdo antes de que termine el año?

R. No tengo respuesta. Lo que es seguro es que no escatimaremos ningún esfuerzo para lograrlo.

Grynspan, el miércoles en Madrid.
Grynspan, el miércoles en Madrid.Samuel Sánchez

P. El comercio mundial se ha fragmentado en los últimos años y empieza a dar señales de enfriamiento.

R. Nos preocupa. El FMI dice que si fuéramos a sistemas fragmentados, el mundo perdería un 7% de su PIB en términos de perspectivas de crecimiento. Hay un riesgo, y la pregunta es si se va a materializar o no. Hay que revitalizar el compromiso con el multilateralismo y fortalecer los acuerdos regionales.

P. ¿Estamos asistiendo a una desglobalización a cámara lenta?

R. Me parece buena esa expresión. Estamos en los niveles de comercio internacional más altos de la historia, pero es cierto que la tasa de crecimiento del comercio internacional es menor hoy que la del PIB global. Exactamente al revés que en la etapa de la hiperglobalización, cuando el comercio era la fuerza más importante de crecimiento de la economía mundial. ¿Es eso desglobalización? Esa es la pregunta.

P. ¿Le quita el sueño el choque entre EE UU y China?

R. Me preocupa, por supuesto, porque estamos hablando de la primera y la segunda economía del mundo. Puede haber competencia y rivalidad, pero se necesita una plataforma de cooperación entre ambas.

P. ¿Y el frenazo de la economía china?

R. Estamos estudiándolo. Vemos un enfriamiento en consumo y en bienes raíces, y algunos problemas de financiamiento en algunas regiones. Pero no una gran crisis. Lo que sí es cierto es que China ya no va a crecer como al principio de su despegue, cuando era un mercado emergente: ya no puede crecer a los dígitos.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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