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Los horarios locos que “roban vida” a miles de trabajadores españoles

Trabajamos más horas que los países más avanzados de Europa, pero nuestros principales problemas son lo diseminada que está la jornada a lo largo del día y lo tarde que acabamos. España es el país europeo en el que más personas trabajan después de las 18.00

Amanda Gil ha cambiado su trabajo en rodajes, que absorbían una gran porción de su tiempo, por un empleo en una librería.
Amanda Gil ha cambiado su trabajo en rodajes, que absorbían una gran porción de su tiempo, por un empleo en una librería.Samuel Sánchez
Emilio Sánchez Hidalgo

Marina trabaja como empleada del hogar en un domicilio. Llega muy temprano, antes de que tanto el padre como la madre se vayan a trabajar. Por la mañana limpia la casa, hace la comida, recoge a los niños y los cuida durante la tarde. “Mis jornadas duran unas 12 horas, aunque cobro ocho. Tengo que esperar a que vuelvan y ellos siempre trabajan más de esas ocho horas”, explica esta hondureña de 48 años. Cobra en torno al salario mínimo (1.080 euros al mes), sin retribuciones extra por esas cuatro horas de más. Javier Graña, trabajador en una gran empresa telefónica, sí percibió durante años un sueldo alto a cambio de sus jornadas maratonianas, “pero te aseguro que no merece la pena, terminé con ataques de pánico y un problema de ansiedad terrible”. Este gallego de 53 años acabó necesitando una baja tras pedir ayuda sanitaria. Raquel Lomas, de 29 años, es médica en un hospital público. Como sus compañeros, de vez en cuando hace guardias de 24 horas seguidas. “Para que no tuviésemos que hacerlas tendrían que contratar a mucho más personal y las administraciones no están dispuestas”, indica.

Las jornadas laborales de estos tres trabajadores son parte de un círculo vicioso infinito. Rutinas como las suyas se retroalimentan. Con la misma lógica, muchos comercios cierran en días laborables a las 21.00 y bares y restaurantes a las 00.00, e incluso más tarde. Cuando los empleados de estos negocios tienen la suerte de que sus jornadas se limiten a 40 horas, es habitual que se den en turnos partidos, de manera que se expanden a lo largo de todo el día. “Trabajar así te roba vida”, dice Jesús, un abogado de 32 años que siempre está disponible para sus clientes.

Los expertos que estudian este fenómeno señalan que España tiene un grave problema de horarios, tanto laborales como vitales en general. “Hay una desordenación absoluta del tiempo de trabajo”, critica Miguel Basterra, profesor del departamento de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de Alicante y uno de los expertos que ha participado en la elaboración de un estudio al respecto encargado por el Ministerio de Trabajo. En su desarrollo también ha participado Elisa Stinus. “Estamos muy atrasados respecto a otros países, de los peores respecto a los que nos podemos comparar”, dice esta investigadora del Instituto Infancia y Adolescencia de Barcelona.

Según los datos de Eurostat, en 2022 los empleados españoles trabajaron de media 36,4 horas a la semana, ligeramente por encima de la media europea (36,2). Esta situación contrasta con la de Países Bajos (31,1), Noruega (33,2), Dinamarca (33,7) o Alemania (34,4), países con un renta per cápita alta, al contrario que aquellos que más horas trabajan a la semana: Serbia (42,2), Grecia (39,7), Rumania (39,7) o Polonia (39,5).

“La cantidad de horas que trabajamos es un problema”, dice Basterra, “pero el central, el que nos complica las cosas respecto a otros países, es lo diseminadas que están a lo largo del día”. Es decir, es un atraso para la conciliación y la vida personal que trabajemos más horas que en los países europeos más avanzados, pero lo que nos destroza es que nos ocupa demasiada porción del día. “Sufrimos una gran segmentación del tiempo de trabajo. Esto redunda en una peor organización de la vida”, añade Basterra. Esto ni siquiera tiene una traslación positiva a los índices de productividad, en los que España siempre está en las últimas posiciones europeas.

“En España”, explica el secretario de Estado de Empleo, Joaquín Pérez Rey, “tenemos un problema cuantitativo con la jornada laboral. No puede ser que vivamos en un día de la marmota con las mismas horas de trabajo que hace décadas pese a lo mucho que ha mejorado la tecnología”. Pero, como el resto de expertos consultados, también atisba un problema cualitativo: “Muchas veces lo que agobia a las personas no es el exceso de jornada, sino que se desarrolla en los momentos más inoportunos para una vida ordenada”.

Los datos de Eurostat confirman lo poco compactadas que están las jornadas en España: entre las 8.00 y las 8.10 trabajan o estudian el 14,3% de los españoles y entre las 20.00 y las 20.10, el 10,9%. En Italia, por ejemplo, hay más personas trabajando o estudiando a primera hora (20,2%) pero es un desfase mucho menor respecto a España que el que se da a última hora de la tarde (4,3%). Así, madrugamos algo menos pero somos muchos más trabajando hasta bastante más tarde. Este panorama se repite respecto a otros países comparables a España, como Francia (trabaja el 16,4% por la mañana y el 4,1% por la tarde). De los países que recoge la oficina estadística europea —cuyas cifras son de 2010, pero tienen valor comparativo—, en ningún otro hay tantas personas trabajando entre las 18.00 y las 20.00.

Los expertos señalan varias razones que explican por qué nuestras jornadas están tan expandidas a lo largo del día. “Uno de los motivos”, explica Stinus, “son esas dos horas de pausa para comer que tienen tantas empresas. Es una herencia del franquismo, cuando era habitual ese parón porque se trabajaba en un sitio por la mañana y en otro por la tarde”. Esto se aprecia en la comparación con otros países europeos: descansamos más tiempo para comer y, sobre todo, más tarde, lo que acaba estirando la jornada.

César Martín, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE), también cree que influye nuestro modelo productivo, con un peso importantísimo del turismo, tan acostumbrado a cerrar tarde. “¿De verdad es necesario que bares y restaurantes abran hasta las 00.00 incluso entre semana? Esto afecta de forma decisiva en la vida de esos millones de trabajadores”, comenta Martín, e insiste en que este es un debate que trasciende a lo laboral. “Todo está conectado. Si cenásemos a las 18.00 o a las 20.00 en vez de a las 22.00, como hacen muchas personas, bares y restaurantes cerrarían antes. Entonces el prime time televisivo empezaría antes y no terminaría más allá de la 1.00, lo que nos agota por la mañana”.

Este experto cree que lo laboral es “lo más importante” para solucionar el problema de los horarios, “pero la clave es que se acompañe de un cambio global en muchas otras áreas, de una nueva perspectiva general”. “Tenemos un uso horario que no es el nuestro y una inercia cultural que mantiene horarios sin sentido. Nadie quiere trabajar a las 18.00, pero sí queremos que estén trabajando los demás. La solución debe ser de conjunto”, insiste el profesor de la Universidad de Alicante.

¿Se puede regular?

Basterra cree que otra razón que explica los horarios españoles es el escaso protagonismo que tienen en la negociación colectiva: “Los convenios de muchos sectores apenas determinan los horarios, y a esto hay que sumar que muchos trabajadores ni tienen convenio”. Es más habitual que se determine el número de horas, pero no en qué franjas se desarrollan, lo que conduce a la diseminación de horas durante la jornada que tantos problemas provoca. “El objetivo del empresario es tener al trabajador activo la mayor parte posible del día sin tener en cuenta su vida. Frente a un horario clásico ancestral de ocho horas seguidas, con momentos más exigidos y otros más liberados, los empresarios prefieren un horario más segmentado, que les permita cubrir más horas con la misma persona”.

“En nuestra regulación”, insiste el experto de la Universidad de Alicante, “no hay ningún límite en las interrupciones que puede haber durante la jornada diaria. Esto se ve, por ejemplo, en las empleadas de la limpieza, a las que no les cuentan como tiempo trabajado los trayectos entre un punto y otro”. Este problema se complica aún más en la economía de plataformas: uno de los principales motivos por los que Uber Eats o Glovo siguen trabajando con autónomos, aunque la ley rider les obligue a contratarlos, es que además de ahorrarse la Seguridad Social, tampoco retribuyen los momentos llamados de ociosidad. Es decir, las empresas de reparto que respetan la ley pagan a los trabajadores por los tramos en los que están en la calle esperando un pedido, pero las plataformas mencionadas no.

Para solucionar este tipo de problemas el Gobierno aprobó en 2019 la obligación de cumplimentar un registro horario. “Es un elemento decisivo para que el tiempo de trabajo no sea la selva que fue tradicionalmente”, dice el secretario de Estado de Empleo, que aboga por profundizar en esta política con una auditoría cada vez más afinada. Para ello defiende una informatización mayor y reivindica la vigilancia del algoritmo MAX de Inspección. Indica que entre 2021 y 2022 este organismo ha realizado más 5.000 actuaciones en materia de registro horario, que han derivado en más de cuatro millones de euros en sanciones, que van de 751 euros a 7.500 para las empresas incumplidoras.

Los inspectores creen que son castigos escasos, ya que se penaliza con estas cantidades por compañía y no por trabajador. “Al bar de la esquina le haces mucho daño, pero no a las grandes corporaciones”, dice María José Díaz, del sindicato de inspectores UPIT. Coincide Pérez Rey, que desvela que uno de los cambios que planeaba introducir su ministerio en la nueva normativa de Inspección era un aumento “importante” de esas sanciones, que ahora “no son disuasorias para las grandes empresas”.

Con el abrupto final de la legislatura no quedará margen para que se aplique este cambio legislativo, como tampoco tendrá desarrollo la prometida ley de usos del tiempo antes de las elecciones. “Con esta norma pretendemos que el tiempo deje de girar en torno al trabajo, combatir esa centralidad. Esto sucede porque en España la jornada siempre se ha organizado desde el punto de vista que más interesa a la empresa. Esta ley pretende bilateralizar esa relación, que los trabajadores también tengan derecho a colocar su trabajo en los momentos más propicios u oportunos. Aportar mucha más flexibilidad, que es posible gracias a las nuevas tecnologías y la mejora de la productividad”, explica Pérez Rey. Su jefa, la vicepresidenta segunda, ministra de Trabajo y candidata a la presidencia del Gobierno por Sumar, Yolanda Díaz, propone una contracción paulatina de la jornada laboral hasta las 32 horas semanales.

Javier Graña, en una zona residencial de A Coruña.
Javier Graña, en una zona residencial de A Coruña.ÓSCAR CORRAL

El presidente de ARHOE destaca la responsabilidad de las empresas, más allá de lo que regulen las instituciones: “Favorecer horarios más ordenados o la flexibilidad, dependiendo del sector, tiene un retorno en muchos sentidos. Reduce la bajas por estrés; cae el absentismo; el trabajador concilia mejor su vida familiar y laboral, está más a gusto y rinde más... Parece que estas medidas son un favor que te hace la empresa, cuando ella es la más beneficiada con la productividad que ganaría. Solo con el tiempo en trayectos que ahorra el teletrabajo ya se da un gran paso”.

Según datos de Eurostat, los españoles son los europeos menos satisfechos con su conciliación laboral y personal, aún más atenazada por la hiperconectividad desatada desde la pandemia. El poco respeto de muchas compañías por la desconexión digital es uno de los factores que ha multiplicado las sanciones de Inspección por vulnerar el tiempo de trabajo. En 2022, este organismo interpuso multas por valor de 13,7 millones de euros, el doble que antes de la covid.

Una tarde libre, “un sueño erótico”

Jesús, abogado de 32 años, está agotado. Empieza a trabajar a eso de las 9.00 y la hora de salida es a las 20.00, con una parada de hora y media para comer. “Echar horas de más está completamente normalizado en la abogacía, y además no se retribuyen —el 49% de las horas extra no se abonan en España—. Es una putada y una jodienda, pero hay una aceptación tácita. No pasar por el aro implica quedarte fuera, se pondría en duda tu compromiso”, lamenta. Su testimonio recuerda al de los empleados de las grandes consultoras, en la diana de Inspección de Trabajo por las jornadas eternas a las que someten a sus plantillas. Esta situación obliga a Jesús a desarrollar en fin de semana (además de mucho trabajo que no alcanza a terminar pese a sus larguísimas jornadas) todas las actividades del día a día fuera de lo laboral, como hacer la compra o limpiar, lo que recorta aún más sus momentos de ocio.

“Yo era muy deportista, pero ahora no me veo ni con las fuerzas, ni con el tiempo, ni con la motivación”, indica este abogado, que cataloga como “sueño erótico” la vida de algunos de sus amigos funcionarios: “Disponer de una tarde libre en mi sector es algo inalcanzable”. Aunque por lo general en el empleo público los horarios son más amables que en el privado, sanitarios como Raquel Lomas señalan el “efecto negativo” de las guardias de 24 horas: “Hay pocas quejas porque te mejoran mucho el sueldo, pero objetivamente cualquiera te dirá que es perjudicial para la salud. Lo que deberíamos tener es un mejor salario sin necesidad de hacer guardias tan largas”.

Marina, la empleada doméstica, también ha trabajado 24 horas seguidas, pero a cambio de un salario muy inferior y, en ocasiones, los siete días de la semana. “Ahora soy externa, pero durante muchos años fui interna cuidando a una señora. Siempre echaba muchas horas de más, muchísimas. No te dejaba tiempo para nada ni desconectas nunca, ya que vives donde trabajas. Las migrantes lo tenemos más difícil porque la experiencia que traemos de nuestros países no vale nada”, explica esta hondureña, que reclama alguna vía para que Inspección pueda revisar de oficio las condiciones de ella y sus compañeras dentro de los domicilios.

Raquel Lomas, este jueves en Toledo.
Raquel Lomas, este jueves en Toledo.Alex Onciu

Más allá de su empresa, Jesús también carga parte de la responsabilidad en sus clientes: “Ellos de verdad esperan que siempre estés disponible”. La misma sensación tiene Graña, el comercial de una gran telefónica. “Estás siempre para el cliente, y esto creo que pasa también en otros sectores, porque tú eres el único que puede solucionar sus problemas, ya sea fin de semana, vacaciones o Nochebuena. La empresa te hace pensar que eres imprescindible, pero la realidad no es esa. Te convierten en imprescindible para que nunca dejes de trabajar, pero solo lo eres mientras tú ocupes ese puesto. Cuando tú no puedas más será otro”.

Este ritmo de trabajo acabó conduciendo a Graña a una baja médica, al igual que a Amanda Gil. “Trabajaba como auxiliar de cámara, primero en rodajes de ficción y luego en publicidad. Te pagan por las horas que echas, pero son jornadas larguísimas, de 11 horas e incluso más. Apenas puedes ordenar tu vida porque conoces los horarios con muy poca antelación. Esto me acabó pasando factura a nivel mental, con problemas de ansiedad”. Stinus incide en los problemas para la salud que implica este ritmo de vida: “Trabajar tantas horas tiene un coste grave en la salud mental, tanto por el hecho en sí como por el escaso ocio que te permite”.

Basterra pone el foco en otra derivada sanitaria: “Hay mucha evidencia científica en cronobiología que demuestra el impacto psicosocial del trabajo nocturno. Hay que evitarlo siempre que sea posible”. En ese horario trabaja Lucia Anna Zazzarino, empleada de 2.00 a 10.00 por una empresa de reparto en un aeropuerto. Se dedica a tramitar facturas y albaranes. “Noto un cansancio constante que se me va acumulando. Duermo tramos cortos, de tres o cuatro horas, y siempre estoy pensando en cuándo y cuánto volveré a dormir”, explica a sus 32 años. Acaba de empezar en este empleo, pero ya le ha dado tiempo a apreciar una alta rotación de personal: “Está bien pagado, pero ya he visto personas que lo han dejado porque les impide descansar”. Cree que su trabajo se podría desarrollar “perfectamente” sin un tramo tan nocturno, “empezando a las 5.00 o las 6.00”, pero “hay tanto movimiento de paquetes que la empresa no para nunca”. En la misma línea, algunas autonomías (como la Comunidad de Madrid) han liberalizado los horarios comerciales con la excusa de la generación de empleo. Otras, como el País Vasco, son más restrictivas.

“Llegó un momento”, finaliza Gil, “en el que me di cuenta que no quería seguir así. Que sí, que me encanta lo audiovisual, que es lo que estudié, pero no quiero que mi vida sea así. Ahora trabajo en una librería, con un horario fijo. Antes cobraba más, pero ahora me da tiempo a tener una vida”.

La brecha de género causada por los horarios

Uno de los factores que mantiene la brecha en la nómina de hombres y mujeres en España, según explican los sindicatos, son los complementos salariales. Esas partidas adicionales premian principalmente la disponibilidad o permanecer más horas en el puesto de trabajo. "Estadísticamente, un hombre tiene mayor capacidad vital y familiar para asumir horarios que impiden la conciliación", explica Stinus. Además, justo por esa mayor disponibilidad, "es más probable que opten a ascensos". Para terminar de apuntalar este desfase, ellas cogen más jornadas parciales para cuidar, normalmente por obligación. "La problemática de los horarios en España, tan desordenados, impacta en las condiciones de vida de las mujeres", añade Stinus, convencida de que es necesaria una mayor regulación de los tiempos de trabajo para corregir esta situación.

Esta experta, autora de la tesis doctoral Conciliar trabajo y familia: ¿ilusión o realidad? —en la que compara el caso español con el noruego—, cree que en España vamos con retraso. "Allí todos entienden el beneficio económico de permitir conciliar en igualdad. Ellos van 40 años por delante de nosotros". Por ejemplo, en el norte de Europa hay más flexibilidad horaria, las empresas facilitan que las jornadas laborales coincidan con las escolares, el sistema de actividades extraescolares es más robusto, no hay pausas largas a mitad de la jornada, hay más servicios públicos de guardería... "Los horarios son el tejado, pero hay mucho más que afrontar para que la conciliación sea posible", agrega Stinus.

Con todo, como el resto de expertos, Stinus insiste en que el cambio más importante es de mentalidad colectiva: "El ideal del trabajador perfecto debe dejar de ser el del hombre que está miles de horas dándolo todo. En otros países se empieza a ver como algo negativo, desde el punto de vista de los recursos humanos, que un trabajador sea tan presentista. ¿Seguro que será un buen jefe de equipo?".

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Emilio Sánchez Hidalgo
Redactor de Economía. Empezó su trayectoria en EL PAÍS en 2016 en Verne y se incorporó a Sociedad con el estallido del coronavirus, en 2020. Ha cubierto la erupción en La Palma y ha participado en la investigación de la pederastia en la Iglesia. Antes trabajó en la Cadena SER, en el diario AS y en medios locales de su ciudad, Alcalá de Henares.

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