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“Nos ven como esclavos”: así es ser camarero en las ciudades más turísticas de España en verano

Trabajadores de bares, restaurantes y hoteles de zonas muy concurridas en verano, como Cádiz, Alicante o Mallorca, explican la precariedad que sufren en julio y agosto. Centran sus quejas en los clientes “impacientes” y los empresarios “explotadores”

Alba Adara y Salva Rodríguez, frente a una terraza en Valencia.
Alba Adara y Salva Rodríguez, frente a una terraza en Valencia.Ana Escobar
Emilio Sánchez Hidalgo

Alba Adara (19 años) y dos de sus amigas trabajaron el verano pasado como camareras. Solo ella está dispuesta a repetir este año. “Hay clientes habituales a los que les coges cariño, que te tratan bien, pero en verano son mayoría los que te ven como un esclavo. Son muy impacientes, aunque vean que estás corriendo. Es un trabajo durísimo y muy mal pagado”, cuenta esta mujer, que trabaja en uno de los restaurantes del paseo marítimo de Valencia. Su peor recuerdo de su primer verano trabajando es una clienta a la que no le gustaron los recipientes que le entregaron con las sobras de su comida, “así que los abrió y lanzó el contenido por todas las mesas mientras nos insultaba”. “Eran las 16.00. Limpiamos todo para volver a las 19.00 para la cena”, añade.

Su amigo Salva Rodríguez trabaja en una cadena de comida rápida de la capital valenciana. Es uno de esos negocios en los que los trabajadores toman la comanda en la barra, donde también recogen la comida los clientes. “En verano me siento como si estuviera en la selva. Tú estás ahí, preparando cada pedido, mientras decenas de personas te miran fijamente, preguntándose por qué no les has servido todavía. Eso te hace darte más prisa, pero es que no puedes ir más rápido. En invierno no es tan estresante”, comenta este valenciano de 22 años. Cobra 5,5 euros la hora.

Estos dos jóvenes valencianos centran su queja en la clientela veraniega, principalmente compuesta por turistas “que por lo general te tratan fatal”. También critican que el sueldo es “pobre” y la jornada “agotadora”, pero “al menos nos pagan las horas extra”. A María (nombre ficticio) le resultan “insoportables” muchos clientes. Sin embargo, su crítica principal va contra los empresarios. “Trabajo en un chiringuito en Salobreña (Granada) y lo hago porque no me ha salido nada mejor. Hay veces que trabajo 11 horas y me pagan como si hubiera hecho ocho. Te cambian los turnos sin avisarte y te tratan como si fueras un objeto de usar y tirar. Es asqueroso, hay mucho explotador”, comenta esta camarera, “harta” de su trabajo. Y eso que “todavía no ha empezado lo duro”. A Carlos (nombre ficticio) un chiringuito de Cádiz le ofreció 1.000 euros al mes por trabajar todos los días de julio y agosto 10 horas al día cotizando solo cuatro. “He tenido que coger ofertas parecidas por necesidad. Es esclavismo del siglo XXI”, añade.

Miguel Ángel González trabajó muchos años en un chiringuito de playa. “Son el peor lugar en el que estar, donde tienen al personal en condiciones infrahumanas. Son los que llamamos camareros de batalla. Conozco muchos casos de personas contratadas a media jornada que echan 12 horas al día. Hay daño físico por el exceso de jornada”, cuenta este camarero gaditano de 50 años, que trabaja en un hotel de Chiclana de la Frontera. Además, es el responsable de turismo de Comisiones Obreras (CC OO) en la provincia de Cádiz: “No quiero demonizar a los empresarios, pero en la mayoría de casos las condiciones son terribles. No se cumplen los convenios. Se supone que va a ser un verano récord de ocupación y los precios se han disparado, pero no creo que eso vaya a repercutir en los sueldos”. Varios de los entrevistados reconocen que han sufrido o han visto cómo se manipulaba el registro horario, indicando una hora de salida para después seguir trabajando más horas.

“Mi jubilación sería mejor si hubiera cotizado lo que he trabajado”

“El principal problema”, continúa González, “son los restaurantes y bares pequeños, las pequeñas y medianas empresas de menos de 50 trabajadores, el tipo de negocio más extendido en hostelería. Es donde peor tratan al trabajador porque hay mucha rotación y desprotección”. “Gracias a Dios ahora trabajo en un hotel, donde hay un comité y estamos organizados”, añade. Estos camareros son minoría: en el primer trimestre los trabajadores de hostelería en alojamientos eran el 22% de los 1,5 millones del sector, según datos del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo. Los trabajadores en restauración sufren una tasa de parcialidad del 40,2%, frente al 11% de los empleados en hoteles, según datos de CC OO.

Jesús Rodríguez, camarero de 40 años en un hotel de Benidorm (Alicante), conoce de primera mano la diferencia entre trabajar para pequeñas o grandes empresas hosteleras: “Gracias a lo mucho que han peleado las kellys (camareras de piso) ahora hay un control mucho mayor. Yo ahora trabajo ocho horas en dos turnos de cuatro. Antes le regalaba a la empresa cuatro horas todos los días; te daban una palmadita en la espalda y a otra cosa. Pero esto es en los hoteles grandes, si vas a bares y restaurantes sigue habiendo condiciones terribles”.

Su padre recién jubilado, también Jesús Rodríguez (65 años), trabajó en uno de los restaurantes y en uno de los hoteles más conocidos de la ciudad. “Mi jubilación sería mucho mejor si hubiera cotizado todas las horas que realmente he trabajado. Echaba tantas horas que mi mujer me decía que me salía más a cuenta llevarme el colchón al restaurante. Molesta pensar todo lo que te has perdido en casa por trabajar tanto”, comenta. Critica que no haya más inspecciones en los negocios hosteleros y considera que en muchas ocasiones “el dueño sabe cuándo van a venir”. La precarización del sector, en su opinión, conlleva una devaluación del oficio: “Ya no hay camareros, hay trasportistas que llevan platos de un lado a otro. Esto pasa porque no se paga lo suficiente y nadie quiere este trabajo. Me encanta, eres el psicólogo de mucha gente, pero está muy mal pagado”.

Con la llegada del verano, Jesús Soriano recibe pruebas de esa pobre remuneración en su móvil casi todos los días. Tiene 34 años, trabaja en un bar de Alzira (Valencia) y gestiona la cuenta Soy Camarero, con 336.000 seguidores en Instagram, 102.000 en Facebook y 48.000 en Twitter, en la que bromea sobre situaciones que viven todos los camareros y en la que también denuncia la precariedad del sector. “No te imaginas la miseria que le proponen a mucha gente. He visto ofertas de 500 euros al mes por trabajar 11 horas al día sin librar. Se ha avanzado mucho en políticas (subida del salario mínimo, reforma laboral, convenios...) pero muchos empresarios se las saltan. Si no se controla su aplicación quedan en papel mojado”, comenta Soriano.

Falta de personal

Todos los camareros consultados consideran que la falta de camareros se debe a la precariedad. “Si se pagaran mejores sueldos, ya te digo yo que no habría escasez de camareros, como dicen en las noticias [un informe de la empresas de recursos humanos Grupo Eurofirms estima que faltan 50.000 camareros para este verano]. Hace poco le ofrecieron a mi pareja un trabajo de camarera a dos euros la hora”, dice Jan Vanvugt, camarero de 20 años que ha trabajado en varias ciudades turísticas de Alicante. El Ministerio de Trabajo anima a bares y restaurantes a subir sueldos si quieren encontrar suficientes empleados.

Sin embargo, no es el sueldo, bajo el criterio de Vanvugt, el factor decisivo que hace que este empleo resulte tan poco atractivo: “El principal problema es la inestabilidad, saber a qué hora entras pero no a cuál sales. Que te llamen de repente para cubrir un turno en tu único día libre de la semana. Trabajar 14 horas no gusta, pero si te las pagan las haces. El problema es que hay tantos sitios que no las pagan...”. Cobra el salario mínimo, unos 1000 euros al mes por trabajar de camarero en un parque temático, “pero sé cuándo empiezo y cuándo acabo la jornada, así que estoy contento”.

Gabriela D’Imperio, de 33 años, considera “maravilloso” que los empresarios no encuentren suficientes camareros. “Ojalá así se vean obligados a subir sueldos, e incluso a ofrecer alojamiento a los empleados. En Mallorca nos piden hasta 600 euros por una habitación”, finaliza esta trabajadora hostelera en Palma. “Es imposible, nos tienen que cuidar más”.

Este es el primer capítulo de la serie ‘Verano precario’, que ofrece testimonios de trabajadores en los sectores tensionados o especialmente duros durante julio y agosto. Si quieres compartir tu testimonio puedes hacerlo en el correo esanchezh@grupoprisa.com.

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Sobre la firma

Emilio Sánchez Hidalgo
Redactor de Economía. Empezó su trayectoria en EL PAÍS en 2016 en Verne y se incorporó a Sociedad con el estallido del coronavirus, en 2020. Ha cubierto la erupción en La Palma y ha participado en la investigación de la pederastia en la Iglesia. Antes trabajó en la Cadena SER, en el diario AS y en medios locales de su ciudad, Alcalá de Henares.

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