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Bruselas acusa a Berlín de defender “recetas del pasado” sobre reglas fiscales

Las propuestas del Ministro de Finanzas alemán son “una camisa de fuerza” o como “poner cemento en una tarta”, apuntan fuentes de la Comisión Europea

Union Europea
El vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis, y la ministra de Finanzas sueca, Elisabeth Svantesson, este sábado en Estocolmo.Claudio Bresciani (EFE)
Manuel V. Gómez

La Comisión Europea no quiere volver a las reglas fiscales vigentes, aunque suspendidas por la pandemia, ni quiere que las nuevas se parezcan a ellas. Después de la experiencia de la crisis financiera, Bruselas ha dejado de creer en “números mágicos” iguales para todos e imposibles de cumplir. De ahí que apenas haya prestado oídos a Alemania en su propuesta de reforma. Para el Ejecutivo comunitario, las demandas de Berlín son como “una camisa de fuerza” o “recetas del pasado”, han apuntado este sábado fuentes de la Comisión Europea después de oír al ministro federal de Finanzas, Christian Lindner, reclamar por enésima vez “objetivos numéricos comunes” de reducción de deuda pública para todos los países, sea cual sea su situación fiscal.

El miércoles ya quedó muy claro que Bruselas persigue una rebaja de la gran deuda que tienen los Estados miembros de la UE, especialmente de la zona euro, teniendo en cuenta cuál es la posición de cada país. Dicho de otra forma: no es igual Grecia, con un pasivo superior al 174% de su PIB, que Alemania, con un 68%. Imponerles a ambos una reducción al ritmo de un veinteavo al año hasta llegar al 60%, como exigen las normas fiscales actuales, supondría condenar al país heleno a una recesión profunda (otra como la que sufrió la pasada década). Por eso, fuentes de la Comisión definen esto como “números mágicos”.

Pero a Alemania, especialmente a su ministro de Finanzas, el liberal Christian Lindner, no le gustan las sendas fiscales ajustadas a cada país que ha puesto sobre la mesa el Ejecutivo comunitario con su propuesta de reforma legal. Lindner —que en febrero llegó a declarar que “la crisis del euro demostró que los recortes duros son necesarios cuando se duda de la fiabilidad de las finanzas públicas”, contra la evidencia del FMI— está empecinado en que haya “referencias numéricas” comunes en las nuevas reglas fiscales. Así que a comienzos de este mes, en la recta final de la redacción de las normas por parte de la Comisión, envió un documento a Bruselas reclamando una reducción anual de deuda equivalente, al menos, al 1% del PIB para los países con mayores pasivos (Grecia, Italia, Portugal, España, Francia y Bélgica) y del 0,5% a los que superen el 60%.

Sin embargo, la capital comunitaria ya no es la de la década pasada: la “austeridad expansiva”, el eufemismo con el que se calificaron los recortes impuestos en Atenas, Lisboa o Madrid, ha perdido adeptos. La reforma de las reglas fiscales demuestra esta hipótesis. Por eso, fuentes de la Comisión Europea califican la propuesta de Lindner de forma muy gráfica: “Es como poner cemento en una tarta”. “Usar números mágicos diciendo lo que tienes que hacer este año sin tener en cuenta el tiempo que hace [como metáfora de la situación fiscal de cada país] no tiene sentido. No logra el resultado que persigues. Es una camisa de fuerza que no funciona bajo las condiciones económicas que vemos”, explicaban las mismas fuentes la mañana de este sábado en Estocolmo, durante la reunión informal de ministros de Finanzas de la UE, el llamado Ecofin.

Además, los técnicos de la Comisión argumentan que los objetivos anuales automáticos que propone Berlín corren el riesgo de acabar volviéndose en contra por ser “procíclicos”. Es decir, aplicar un ajuste de deuda de un punto de PIB cada año incluso cuando hay una crisis económica agrava el problema, ya que obliga a hacer recortes cuando lo que se precisa es el respaldo del dinero público para que la situación no empeore.

Bruselas es optimista y cree que la reforma puede salir adelante rápido. Una vez ha presentado su posición, se ha evidenciado que Alemania tiene pocos aliados en este debate. Falta por ver qué posición adopta el nuevo Gobierno finlandés cuando se constituya y los Estados bálticos, todos partidarios del rigor fiscal, como ha recordado un ministro presente en Estocolmo este sábado. No obstante, las declaraciones que hizo el viernes el ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, señalando que los automatismos comunes que reclama Berlín “no son eficientes” y que la propuesta de la Comisión es “una base muy buena para la discusión” alimentan ese estado de ánimo. También las palabras de su homóloga holandesa, Sigrid Kaag, van en la misma línea. Su posición no es la misma que la de París. La Haya siempre ha sido más proclive a la consolidación fiscal, pero acepta que los mismos números no encajan para todos. Y en el caso italiano, que pide más margen a la Comisión en su propuesta para hacer hueco a la inversión pública, en la capital comunitaria no ven grandes problemas.

Según las conclusiones del Ecofin de marzo, la propuesta debería estar lista antes del 31 de diciembre. Eso es lo que quiere exactamente el Ejecutivo comunitario para no tener que volver en ningún momento a las normas fiscales antiguas, que exigen reducir toda la deuda que supere el 60% del PIB al ritmo de un veinteavo al año, pero se encuentran suspendidas desde la pandemia. De hecho, el vicepresidente ejecutivo de la Comisión, Valdis Dombrovskis, recordó el viernes que 2024 será un año de transición entre unas reglas fiscales viejas que no funcionarán plenamente y las que están por llegar.

Este es también el deseo de la mayoría de los socios comunitarios, como España, que tendrá que pilotar las negociaciones entre los Estados al tocarle la presidencia de la UE en la segunda mitad de este año. De hecho, fue Madrid quien presionó en marzo para que se incluyera esa fecha límite. El equipo de la vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño, a quien le corresponde este asunto, sabe que las negociaciones no van a ser fáciles, aunque también ha querido ver ánimo constructivo en todos los socios.

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.

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