_
_
_
_
_
Reportaje:FUERA DE RUTA

Gambia se lanza a la pista

Mercados bulliciosos y trajes multicolores en Banjul, capital del país africano

Los visitantes son algo injustos con Banjul. Los cada vez más numerosos turistas (unos 23.000 en 2010) que desembarcan en Gambia suelen desdeñar su capital. Prefieren precipitarse hacia los concurridos resorts de las costas, con sus hoteles de lujo, sus restaurantes de comida europea, sus casinos y sus cajeros automáticos: para gran parte de ellos, allí empieza y termina el viaje. Y sin embargo, a la modesta capital del país más pequeño del África continental (con una superficie igual a la Comunidad de Murcia) no le falta, ni mucho menos, interés. A menos de cinco horas de vuelo de España, es la puerta de entrada más cercana a los hechizos del África al sur del Sáhara. Con sus apenas 35.000 habitantes, es como un pequeño compendio del continente de ébano: un África negra de bolsillo.

Más información
Gambia, la pequeña Jamaica

Es cierto que el primer monumento que nos espera al llegar a la ciudad no es prometedor. El pretencioso Arco 22, pálida versión local del Arco de Triunfo parisiense, con su color amarillento que da una sensación de permanente suciedad. Diseñado en 1996 por el más famoso de los arquitectos africanos, el senegalés Pierre Goudiaby, este monumento conmemora la "hazaña" del 22 de julio de 1994, fecha en la que el actual presidente, Yahya Jammeh, con 29 años de edad entonces, se hizo con el poder tras una revuelta militar. ¡Banjul es una de las pocas capitales en el mundo cuyo monumento más imponente conmemora un golpe de Estado! Vale la pena subir las escaleras que conducen a su terraza y contemplar esta ciudad de aspecto provinciano desde lo alto de sus 35 metros. Allí, una pequeña exposición está dedicada a la historia de la lucha contra la colonización inglesa, y, curiosamente, al juju, la religión local tradicional, y sus relaciones con el Islam hoy dominante.

El Museo Nacional es la introducción ideal a la historia de esta ciudad que fundaron en 1816 los ingleses en la desembocadura del río Gambia: oficialmente, con el objetivo de impedir el tráfico de esclavos por vía fluvial, pero también, de manera más prosaica, como puerto comercial destinado a competir con la colonización francesa en la región. La exposición algo polvorienta del museo es bastante heterogénea. Las fotos amarillentas de los alcaldes sucesivos de la ciudad coexisten con las de los gobernadores coloniales; las de los alumnos de una escuela metodista con las de un equipo de críquet, y los gráficos advirtiendo sobre la desertización y la deforestación con el traje que llevaba la Miss Gambia de 1984. Lo más interesante son tal vez las fotos de los años 1930 y 1940 que retratan escenas callejeras de lo que entonces no era más que una pequeña aldea polvorienta.

Tras estos prolegómenos históricos, entramos de golpe y de lleno en la más abigarrada África al atravesar la puerta del gran mercado de la ciudad, el Albert Market. Ruidos, colores y efluvios: estamos ya en lo más profundo del continente de ébano. Se vende de todo en los puestos instalados, en perfecto desorden, en el mismo suelo o en las pequeñas tiendas: los tejidos coexisten con las verduras, el pescado con las toallas, las frutas con los zapatos, los muebles con los pañuelos. Inmunes al tumulto trabajan sastres, peluqueros y ebanistas. En medio de una batahola permanente y de los olores a pescado y a especias se desarrolla un baile caótico de los multicolores trajes, con centenares de comerciantes y vendedores, mujeres en su mayor parte, que, siempre a gritos, gesticulan, negocian un precio, se interpelan de un puesto a otro, comentan las últimas noticias. Al visitante extranjero, alguna que otra vendedora le propone, risueña, pescado o tomates.

Un pasado más boyante

Boletín

Las mejores recomendaciones para viajar, cada semana en tu bandeja de entrada
RECÍBELAS

Para descansar de la algarabía del Albert Market, nada mejor que pasear por el cercano casco viejo. O por lo menos lo poco que queda de él: algunos edificios con columnas de tipo colonial, destartalados y carcomidos por la humedad, que recuerdan épocas comerciales más boyantes. Estamos al lado del puerto (cuyo acceso está cerrado al público), y unos camiones más altos que las casas circundantes engullen durante horas pilas piramidales de los más variados bultos y cajas, que cargan unos trabajadores sudando con el torso desnudo. Otros, esperando ser contratados, juegan a las cartas sentados en el suelo. Las nacionalidades aquí son múltiples, y abundan los mauritanos con su túnica azul, o los libaneses, que dominan gran parte del comercio en toda la ciudad.

Es prácticamente imposible, como en todo Banjul, encontrar una casa de más de dos plantas, y solo el edificio de alguna que otra institución financiera da una sensación de modernidad. Y es que los bancos son más rutilantes que las dependencias oficiales: el modesto aspecto externo del Parlamento se asemeja al de un pequeño centro comercial (una compañía india está construyendo un nuevo edificio, más propio del poder legislativo, en las afueras de la ciudad). No parecen más imponentes las pequeñas casitas de los ministerios, como el de Comercio, por más que prometa, en su fachada, "un sector privado vibrante".

Conviene completar el paseo por Banjul con una incursión por su principal clínica, el Royal Victoria Teaching Hospital, que estimula este tipo de visitas con el fin de completar a base de donaciones la dramática escasez de sus recursos. Deambular por sus tristes pasillos, penetrar en sus salas desnudas, con sus filas de camas sin sábanas, entrar en sus laboratorios donde los médicos hacen lo imposible desde la nada, recuerda que aquí, más que en los resorts costeros, se encuentra la verdadera Gambia, este país que figura en el puesto 155º en el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, y que espera de un turismo que representa el 16% de su exiguo PIB que le ayude a salir del hoyo.

Un grupo de gambianos juega al voleibol en Banjul.
Un grupo de gambianos juega al voleibol en Banjul.VERONICA GARBUTT

Guía

Cómo llegar

» Spanair (www.spanair.com) tiene dos vuelos semanales desde Madrid y Barcelona hasta Banjul (los sábados y los martes) a partir de unos 240 euros ida y vuelta, tasas aparte, aunque los precios suben considerablemente en temporada alta.

Información

» Turismo de Gambia (www.visitthegambia.gm). La web de turismo ofrece una lista de alojamientos y restaurantes por todo el país.

Dónde dormir

» Hotel Atlantic (www.laicohotels.com). Es el mejor de la ciudad, el único de los buenos, la doble desde unos 100 euros la noche. El Atlantic es un resort de cinco estrellas, muy cerca del centro, con spa, gimnasio, cinco bares, tres restaurantes, discoteca y pistas de tenis o squash.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_