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Un tren de vigilantes sobre la Tierra

El Oco estaba programado para unirse a una insólita formación espacial: un tren de satélites que sobrevuela la Tierra a 705 kilómetros de altura, pasando casi sobre los polos. Por ahora son cinco, y el que ayer se perdió iba a ser el sexto, colocándose a la cabeza del convoy, denominado Tren A.

Cada uno de esos satélites está especializado en un tipo de mediciones, complementarias entre sí y todas ellas enfocadas hacia el mejor conocimiento del clima terrestre, sobre las nubes, la temperatura, la humedad relativa, los flujos de radiación, etcétera. El Tren A está ahora formado por Aqua, Aura, Calipso y CloudSat (todos ellos de la NASA) más el Parasol del CNES francés. Ahora se tenía que haber enganchado el Oco y después, a finales de 2009, debe llegar el Glory, dedicado a las partículas en suspensión en la atmósfera y también contratado con la empresa Orbital para su construcción y lanzamiento.

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Fracasa una de las misiones más innovadoras de la NASA

En el Aqua va embarcado un sensor de CO2, aunque no tan avanzado como los equipos perdidos en el Oco.

En órbita terrestre, y girando por encima de los polos para cubrir todo el globo, hay decenas de satélites de observación de la Tierra diferentes. Además de los meteorológicos, cada vez más modernos, en los últimos años se han multiplicado los satélites específicos para medir desde las temperaturas hasta la altura del nivel mar, la capa de ozono, los hielos, la contaminación, o la composición de la atmosfera. Son datos necesarios para la investigación del clima, y estas misiones están diseñadas para suministrar mediciones con la continuidad en el tiempo necesario para comprender las tendencias climáticas. Entre los satélites actuales más avanzados destacan el europeo Metop, de Eumetsat, y los correspondientes NOAA estadounidenses, además del Envisat de la Agencia Europea del Espacio (ESA). Para el 16 de marzo está previsto el lanzamiento del satélite europeo Goce que medirá el campo gravitatorio y su influencia en la circulación oceánica.

No hay que olvidar los instrumentos en órbita dedicados a vigilancia ambiental, como los incendios o los vertidos de petróleo.

Son satélites de diferentes países, con EE UU y Europa como líderes en esta actividad. A bordo llevan rádares, cámaras, espectrómetros y otros sensores. La cobertura completa de toda la superficie terrestre es la ventaja fundamental de la observación ambiental con satélites, dado que las redes sensoras en el suelo o en el mar, aunque complementarias con las espaciales, tienen una cobertura irregular.

Ilustración del <i>Tren A</i> con seis satélites de observación de la Tierra.
Ilustración del Tren A con seis satélites de observación de la Tierra.NASA

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