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Hagamos tres tiendas

A la vista de los planes de la ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, de reestructurar los organismos públicos de investigación (OPI) adscritos a su ministerio, lo que conllevaría una división del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en tres porciones, conviene recordar al lector que el CSIC tiene un tamaño similar al de agencias homólogas de otros países, como la Sociedad Max Planck de Alemania, el National Research Council de Canadá o el Consiglio Nazionale delle Ricerche de Italia, pero es difícilmente comparable con el CNRS francés, sometido hoy también a una especie de meiosis. Éste, según el criterio que se aplique, puede ser de tres veces a 10 veces mayor, lo que lo convierte en un improbable modelo para la reforma del sistema español de I+D porque, como ustedes saben y, a pesar de lo que por ahí se dice, el tamaño sí importa.

Varios organismos han sido atolondradamente incorporados al Ministerio de Ciencia
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Conviene recordar también que, según los indicadores habituales del sector (publicaciones científicas, citas, patentes en explotación, ingresos por contratos de investigación, retornos europeos), el CSIC es la institución que lidera el sistema español de I+D, tanto del sector público como del sector empresarial.

Pues bien, de acuerdo con responsables del Ministerio de Ciencia e Innovación, a ese trinitario número de OPI, de tan profundas referencias teológicas, no se ha llegado a través de un riguroso estudio científico o de un amplio debate político, sino que sería el número máximo de agencias de I+D que permiten los ministerios de Administraciones Públicas (MAP) y de Economía y Hacienda (MEH), lo que nos podría conducir a la deprimente conclusión de que son éstos, en realidad, los ministerios que dirigen la política científica en España.

Claro que, además de la hipótesis de una supuesta prepotencia política o voracidad competencial del binomio MAP+MEH, puede existir otra más favorable a estos dos ministerios, y es la de que no han tenido más remedio que poner coto a la inveterada e irresponsable costumbre de las autoridades académicas y científicas del país de aplicar la regla del café para todos: ante el riesgo de que, si se les dejaba solos, podían convertir el desarrollo de la Ley de Agencias en un abigarrado guirigay, la pareja de agentes de la autoridad ministerial ha cortado por lo sano y les ha dicho que tres y sólo tres, y que son lentejas.

Se me ocurre que para resolver la aparente orfandad administrativa en la que se encuentran varios OPI, atolondradamente incorporados al Ministerio de Ciencia e Innovación, se podía aprovechar la redacción de la nueva Ley de la Ciencia para establecer un conjunto mínimo de reglas comunes a todos ellos, que facilitasen la movilidad de su personal, y se les devolviese luego a sus antiguos ministerios de tutela, en los que probablemente serían mejor comprendidos y resultarían más congruentes con sus respectivas políticas sectoriales.

De esa forma, el Ministerio de Ciencia e Innovación no se vería obligado a trocear los miembros del CSIC, con lo que debe doler eso, para que puedan obtener la etiqueta de agencia pública unos organismos que no se sabe muy bien qué pintan bajo su tutela.

Por otra parte, quienes hemos hecho ya el camino desde la estación Organismo hasta la de Agencia tenemos que advertirles que no se necesitan alforjas para ese viaje y que, por tanto, si no lo emprenden no se van a perder nada, porque entre el glamour que parece prometer la ley de agencias y la desmaquillada realidad de sus decretos de aplicación media el abismo de la decepción.

Cuentan los Evangelios -naturalmente los sinópticos- que en cierta ocasión subió Cristo con algunos de sus discípulos a la cima del monte Tabor y que una vez arriba, se transfiguró y se mostró a sus discípulos en todo su esplendor. Pedro, que solía practicar también un atolondrado entusiasmo, exclamó henchido de gozo algo así como "¡Qué bien se está aquí, Señor! ¿Por qué no hacemos tres tiendas?".

Al leer que el Ministerio de Ciencia e Innovación quería hacer un precipitado con los OPI de su tutela, para repartirlos luego en tres tenderetes homogéneos, deseé que su propuesta tuviese el mismo éxito que la que en su día tuvo la de San Pedro.

Javier López Facal es profesor de investigación del CSIC.

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