Francisco Ayala con tangos y alfajores
El casi centenario escritor, a punto de viajar a Suecia, fue la estrella de la fiesta
Hubo cineastas, galeristas, artistas, periodistas, editores, políticos y muchos escritores; sonaron tangos por megafonía; se repartieron alfajores (lo cual detuvo todas las conversaciones), y las dos autoras premiadas no pararon de recibir parabienes, pero la estrella de la fiesta tras la entrega del VIII Premio Alfaguara fue Francisco Ayala, que se presentó con su inseparable esposa, la estadounidense Carolyn Richmond, atendió sin parpadear a los discursos, tomó sus canapés reglamentarios y fue de los últimos en largarse.
Todos querían saludar al "joven Ayala" en vísperas de su viaje a Estocolmo para inaugurar (el martes próximo, junto a los príncipes de Asturias) la biblioteca del Instituto Cervantes que llevará su nombre. "Me he jubilado ya de todo, sólo trabajo cuando me apetece, y ésta es una de esas veces", contaba el maestro de 99 años, que seguro recordó ayer su largo exilio argentino. ¿Y no le asusta el frío sueco? "En los sitios donde hace frío nunca se pasa frío. El frío se pasa en los lugares cálidos".
Calor y cariño recibieron Ema Wolf y Graciela Montes, simpáticas y sobrias ante la masiva asistencia del mundo literario y cultural latinoamericano. De la orilla de acá, Álvaro Pombo, Almudena Grandes, Ray Loriga, Lucía Etxebarría, Manuel Vicent, Soledad Puértolas, Juan Luis Cebrián, Rosa Montero (libro nuevo en septiembre), José Ovejero (flamante premio Primavera),
Fernando Royuela, José María Guelbenzu,Luis G. Martín... Y de la de allá, toda una selección: Pablo Illanes, Sealtiel Alatriste,Santiago Roncagliolo, Jorge Eduardo Benavides, Carlos Franz, Hernán Rivera Lettelier, Daniel Samper...
También acudieron a la puesta de largo de El turno del escriba cineastas como José Luis Borau, Gonzalo Suárez, Fernando Colomo, José Luis Cuerda, José Luis García Sánchez o Álvaro del Amo; actores (CharoLópez, Paco Valladares y Juan Luis Galiardo, que llegó con el guión de una película sobre Fidel Castro en la mano), y una nutrida representación política (sector PSOE y afines) encabezada por la ministra de Cultura, Carmen Calvo, acompañada por Carme Chacón, Trinidad Jiménez, Carmen Alborch (que lleva con paciencia su condición de Defensora del Pueblo in péctore), ]]>Salvador Clotas y Rosa León.
Con la directora de la Biblioteca Nacional, Rosa Regàs, y el del Instituto Cervantes, César Antonio Molina, por allí andaban también Forges, un habitual de los premios cada año; las galeristas Oliva Arauna, Soledad Lorenzo y Lola Moriarty (con su esposo, Borja Casani); la diseñadora Ana Juan, portadista de The New Yorker; el pintor segoviano-parisiense Alberto Reguera; el líder del grupo La Unión, Rafael Sánchez; los editores Julián León, Carmen Fernández de Blas, Francisco Pérez González y Basilio Baltasar; la guionista Ángeles González Sinde; los periodistas Javier Rioyo, Javier Angulo, Ricardo Cayuela(Letras Libres) y Manolo Rodríguez Rivero...
Mucho ambiente y mucha cervecita, calor con brisa en la terraza de la sede de Santillana y asombro general
ante lo que Jesús de Polanco calificó como "hecho insólito": si no es frecuente que dos escritores renuncien a sus estilos, sus tics y sus manías para embarcarse en la aventura de crear a cuatro manos, mucho menos lo es que se presenten a un premio importante y lo ganen. Ahora se sabe que es posible. El irónico seudónimo Mark Twin (gemelas) con el que Wolf y Montes escondieron sus identidades tenía detrás a dos mujeres muy valientes.
