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Tribuna:DEBATE: El papel actual de los sindicatos
Tribuna
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Sindicalismo útil

Joan Coscubiela

Una de las aficiones predilectas de los posmodernos es negarle futuro al sindicalismo, como una prueba más de la desaparición del conflicto social. Afortunadamente esa manera de teorizar el fin de la historia no responde a la realidad y Comisiones Obreras puede aportar un reciente balance de la actualidad y utilidad del sindicalismo en nuestro país. En los últimos años hemos contribuido con acuerdos a garantizar el futuro económico de la seguridad social pública, modernizando el concepto de jubilación y haciéndola más flexible para trabajadores y empresas, al tiempo que garantizamos el poder adquisitivo de las pensiones frente a la inflación desbocada y la mejora de las pensiones más bajas. Ello en un contexto en que los sistemas privados están pasando por apuros en todo el mundo. Ha sido esta apuesta decidida de CC OO por la negociación la que nos ha dado mucha autoridad para ir a la huelga general contra el decretazo. El éxito de la movilización desmiente a quienes teorizan sobre la inutilidad de la huelga. Esta combinación oportuna y equilibrada de negociación, presión y acuerdos conforman el ADN del sindicalismo.

La faceta más importante y útil, aunque la menos conocida, del sindicalismo es la que protagonizan diariamente en los centros de trabajo miles y miles de sindicalistas. Y ahí esta la clave del crecimiento en afiliación y representatividad vivido en los últimos años. La presencia en feudos tradicionales del sindicalismo y cada vez más en las nuevas industrias y en el sector de servicios, que poco a poco llega a las pymes, es la que explica el papel activo que estamos jugando en la modernización económica del país. Los impresionantes cambios tecnológicos, económicos, sociales que vivimos nos han llevado a adoptar estrategias para participar activamente en el gobierno de estos cambios y sus consecuencias. Implicarse en los cambios para aportar alternativas no significa integrarse acríticamente en las ideas ramplonas del pensamiento único, entre las que destaca la obsesión ultraliberal por la desregulación, la desaparición del estado social, la privatización de servicios públicos y un modelo de competitividad construido sobre la base de externalizar riesgos y costes a otras empresas peor situadas, a los trabajadores y a la propia sociedad, en forma de subcontratación en cadena, inestabilidad laboral, precariedad social o impactos medioambientales. No niego que en ocasiones la necesidad de defender derechos existentes pueda llevarnos a posiciones conservadoras, aunque no más que la de otros agentes sociales y económicos. Y afirmo que en general hoy el comportamiento sindical actúa como aliciente y acicate a la modernización económica y la eficiencia social. Así, cuando presionamos para mejorar condiciones de trabajo y salarios, además de luchar por un mejor reparto de la riqueza que generamos, contribuimos a hacer más eficientes las empresas, porque les estamos obligando a cambiar sus estrategias competitivas de bajos salarios por la de inversiones de capital, innovación tecnológica, mejoras en el comportamiento ambiental. Y esto tiene más futuro que la precariedad y los bajos salarios.

Nuestra acción sindical en los centros de trabajo va acompañada de un proyecto social alternativo para la sociedad, en la que las prestaciones sociales, lejos de ser una rémora para el desarrollo, se convierten en un incentivo, en forma de mejor educación para toda la población; más formación continuada para los trabajadores; servicios comunitarios para compatibilizar vida personal y laboral; atención a las personas dependientes; políticas para la nueva pobreza, y una estrategia hacia la inmigración que reconozca el conflicto social que generan las profundas desigualdades y se construya sobre los derechos de ciudadanía de todas las personas que viven y trabajan en un país y no en falsos conflictos interculturales. Debo reconocer que la globalización nos ha traído retos muy complejos. Como reconocer la realidad sin instalarse acríticamente en ella. Como superar el espacio natural del sindicalismo industrialista que es el Estado-nación para apostar por una acción sindical europea. Como evitar los efectos perversos que comporta la pérdida de centralidad del conflicto social en beneficio de conflicto entre naciones, regiones, colectividades y ahora culturas, especialmente después de comprobar cómo el debate político y su expresión mediática han sucumbido a esta tentación. Como crear un vínculo estable y general entre todos los trabajadores/ras en un momento en que la clase obrera con una fuerte homogeneidad de condiciones de trabajo y vida y una potente identidad ha dado paso a un conjunto de personas con intereses comunes, pero al mismo tiempo una gran diversidad, de género, de edad, de origen. En eso estamos con la voluntad de siempre, transformar la sociedad.

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Joan Coscubiela es secretario general de CC OO de Catalunya.

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