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Carlos Monsiváis muestra cómo los chicanos borran las distancias entre México y EE UU

Celorio defiende la mezcla de la cultura latinoamericana en su 'Ensayo de Contraconquista'

José Andrés Rojo

'Ahora el gringo ya no es el otro, el desconocido, sino uno que vive no muy lejos de mis primos'. Con ejemplos de este tenor, Carlos Monsiváis fue analizando el papel del mundo chicano en la cultura mexicana, en su conferencia que abrió un curso sobre los mexicanos emigrantes a Estados Unidos, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Gonzalo Celorio, escritor y director del Fondo de Cultura Económica, presentó Ensayo de 'Contraconquista, donde defiende el carácter híbrido de la cultura latinoamericana.

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Carlos Monsiváis (México, 1938) es una ametralladora. Empezó por el horror del 11 de septiembre para dar cuenta de un mundo donde 'la guerra de Afganistán, como ha dicho Bush, es sólo el principio' de un proceso cuyo fin aún no se conoce, y terminó también con los atentados para decir que las fronteras entre México y Estados Unidos se han cerrado desde entonces. Entre medias, dibujó un paisaje lleno de dolor, equívocos y contradicciones, pero cargado de futuro. 'Los emigrantes han transformado, han renovado, han roto el aislacionismo de nuestro país'. 'Los chicanos han hecho desertar a México de su encierro fundamentalista'. 'Han generado una adaptación forzada y violenta a la modernidad'. 'El spanglish se insinúa ya como una realidad del porvenir'. Los murales, las canciones o los tatuajes, toda la variedad de propuestas chicanas han permitido volver los ojos al sueño comunitario frente a los grandes valores de una cultura nacional.

Gonzalo Celorio (México, 1948) trata en su Ensayo de Contraconquista (Tusquets) de las características de la cultura latinoamericana. 'No sé si es una palabra fuerte, pero sí es cierto que una de sus señas de identidad es la promiscuidad', dijo ayer. El libro, que reúne una colección de textos de distintas procedencias y temas, tiene un hilo conductor, que afirma que la superposición de estilos distintos, la mezcla y el carácter híbrido son las características que le han dado originalidad y personalidad a la cultura latinoamericana. 'El barroco está asociado a la Contrarreforma', comenta Celorio, 'y por tanto, se le ve como un estilo impuesto por el poder y controlado política e ideológicamente'. Por lo menos en lo que se refiere a España, ya que para Celorio, y esto es lo que defiende en Ensayo de Contraconquista, 'el barroco en América Latina fue el fondo cultural que propició la emancipación y la liberación'.

El mundo sometido

El caso es que de un lado está el gigante, Estados Unidos y toda su maquinaria cultural, con su afán de imponer como único su sistema de vida y valores. Del otro lado queda el mundo pobre y tradicionalmente sometido, México y el resto de países latinoamericanos. 'Estados Unidos ya no es algo totalmente ajeno, es cada vez menos extraño', comentó Monsiváis, que arrasa entre sus compatriotas -no puede dar ni un solo paso. Lo asaltan para que firme libros y lo asaltan los periodistas para que responda a propósito de las más variadas cosas-.'Good bye my chaparrita, don't cry for your Pancho', dijo, para comentar que los chicanos han hecho del nomadismo su condición, por cuestiones de supervivencia, pero que se han llevado en las maletas sus leyendas y sus historias y sus símbolos de México. Por fuerte que sea su poder, 'Estados Unidos es ya incapaz de arrasar lo nuestro, ya no puede avasallarnos'. Poco a poco, el inagotable movimiento de emigrantes va llenando al gigante con las huellas culturales de los desarraigados.

Y viceversa. El inglés se incorpora al español y se produce la mezcolanza. Monsiváis hizo algún chiste refiriéndose a algunos presidentes mexicanos. Como aquel que rechazó la estatuilla de una virgen que le ofrecía una indígena diciendo: 'Lo siento, pero no llevo cash'. O el otro que sentenció: 'Ya la crítica se fue hasta home'. Los gobiernos mexicanos, sin embargo, se han hecho los locos con la realidad de los chicanos. Una dura realidad que ha dejado muchos muertos de piel cobriza en suelo estadounidense. Persecución, racismo, marginación. 'Se les ha defendido de a poquito', contó Monsiváis. Casi siempre, el de los chicanos ha sido 'el paisaje que no ha habido tiempo para ver'. Con el tiempo, las celebraciones de Halloween y el Día de los Muertos empiezan a mezclarse en las zonas fronterizas. Surge una nueva realidad, y las tradiciones populares, para ser asimiladas, empiezan a codificarse como expresiones artísticas.

En cuanto a esa idea de contraconquista, ¿es una actitud también política? 'Claro que lo es', dice Gonzalo Celorio. 'En cuanto el mundo latinoamericano asumió y asimiló como propia la cultura del barroco se desencadenó el proceso de emancipación. De hecho, la fortaleza de una cultura puede medirse por su capacidad de apertura y su permeabilidad. De ahí se deriva, de inmediato, el vigor de la nuestra. Ahora mismo, no sé a quién le corresponde tener miedo, si a los mexicanos o a Estados Unidos. Me refiero a cuestiones culturales. Si se fija en las estadísticas, son muy pocos los latinoamericanos que hablan inglés. Y dentro de Estados Unidos ya son 35 millones los que hablan español. Son ciudadanos estadounidenses, no importa su procedencia. Y su influencia puede ser decisiva'.

Carlos Monsiváis, en la Feria del Libro de Guadalajara.
Carlos Monsiváis, en la Feria del Libro de Guadalajara.GUILLERMO ARIAS

La feria, de fiesta

En Guadalajara está Veracruz. Es un tugurio de mala vida, cuentan. Un escritor dice: 'Hay incluso narcos'. La noche del lunes, todos cuantos andan por la Feria de Guadalajara se fueron a Veracruz: autores, editores, distribuidores, montadores, azafatas, periodistas, y así sucesivamente. Se trata de una especie de larga nave, de techos relativamente bajos, decorada en un estilo estrictamente kitch, con una pista rectangular en su zona central donde todo el mundo menea el esqueleto. Y al fondo, la orquesta. Tocan boleros y salsa. A la feria le gusta la vida social. En cuanto anochece, el escenario dispuesto a la entrada del recinto se ve invadido de músicos y explotan en la atmósfera los ritmos más variados. Sambas, rock, melodías pegajosas y ritmos frenéticos brasileños. También hay reuniones más formales, aunque abunde el tequila. El sábado, Planeta ofreció una cena. El domingo, Santillana dio un cóctel . Inmediatamente después, la feria celebró sus quince años con otra cena, y el lunes volvió a repetir con su propuesta de inmersión canalla en Veracruz. El martes tocó batucada brasileña en otro antro de la ciudad. Y ayer fue la noche dedicada a los periodistas. Lugar de cita: Bar Santo Cachorro. También ha habido iniciativas más atípicas. Santillana, por ejemplo, ha sido la única editorial que ha ofrecido un cóctel a todos los escritores brasileños que han venido a Guadalajara. Un gesto para abrir los brazos del mundo hispánico al país que abre sus fronteras al español. El tono fue más distendido (aunque seguía abundando el tequila) y permitió corrillos para que entre unos y otros se fueran saltando domésticamente las fronteras que separan a Brasil de España y del resto de los países latinos. Allí estuvieron todos, desde el ex presidente José Sarney (que ha presentado novela estos días, Saraminda) al dibujante Ziraldo, desde la gran Ana Maria Machado a Carlos Heitor Cony, un escritor que ha hecho una literatura desconsolada y cargada de ironía para reflejar un mundo donde los valores se han hecho pedazos. Entre aperitivos y copas, lo que de verdad circuló en el encuentro fue el portuñol.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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