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Tribuna:VISTO / OÍDO
Tribuna
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Justos y pecadores

Ha muerto una víctima de la libertad de prensa. Exagero: por el dolor de la muerte de mi amigo Guido Brunner y por el de mi profesión hecha puñal. Libertad: torcida, utilizada, falsificada por el cinismo de la época. El Mundo de Pedro J. Ramírez (o de quien sea: de Aznar y el Gobierno, de Mario Conde, de Agnelli, yo qué sé) la usó para engañar a ilustres firmantes de un manifiesto que mezclaba la libertad de expresión con la canallada, la vileza cometida contra ese periodista por la grabación y difusión de un vídeo de su intimidad en una desbordada noche sexual. Un artículo de ese periódico decía que los firmantes eran "los 100 justos", únicos en una sociedad corrompida por la hipocresía de la izquierda.El día antes dije al articulista que yo no hubiera firmado el manifiesto -no me lo pidieron: no soy uno de los justos- por la hibridación del texto con la libertad de expresión: sí por la libertad sexual, por el derecho de cada uno a sus noches rojas.

Y Antena 3, gubernamentaloide, expulsó a Pepe Navarro: se anunció que en su programa se trataría del desgraciado vídeo. Habían nombrado "defensora del espectador" de esa cadena a Consuelo Álvarez de Toledo, colaboradora habitual de El Mundo y gubernamental. Los "100 justos" habrían colaborado a esa forma especial de libertad de expresión. Eficacísima: ¿quién defiende a Pepe Navarro, tantas veces considerado autor de un programa basura? Pero se defiende su derecho. El mismo gran articulista se empavonaba por su deontología, por la suciedad de Navarro al fin castigado: "hay que levantar la veda". Es uno de los 100 justos: no tontos, pero sí útiles. Utilizados.

(Ese lunes, Guido Brunner empezó a morir. Faltó a una comida: me dijo que tenía un ataque de bilis. ¿Error de diagnóstico? El martes por la mañana ayudé a levantar del suelo el cuerpo del gran amigo y llevarlo a la cama: había muerto fulminado. La "Iibertad de expresión" de El Mundo, servidor del PP, le atacaba cruelmente desde hacía años con insidias que él no podía esclarecer: el secreto diplomático que le protegía en realidad le impidió revelar lo que sabía. La "libertad de expresión" no le perseguía especialmente, pero le crucificaron para alcanzar a Felipe González. No pudieron. Aún ayer el necrólogo de ese desdichado periódico, avalado por los "100 justos", repetía las insinuaciones calumniosas que amargaron su vida).

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