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Las memorias póstumas de Mitterrand completan su retrato para la historia

Enric González

Han escrito ya la esposa, el médico, el hermano, los amigos, los enemigos y hasta la perra. En la exuberante lista de autores sobre François Mitterrand florecida tras la muerte del ex presidente, sólo faltaba el propio interesado. La ausencia quedará cubierta hoy, con la publicación en Francia de unas memorias póstumas en dos volúmenes, inconclusas y compuestas de materiales diversos. Ambos libros, Memorias interrumpidas y De Alemania, de Francia, aspiran a perfilar definitivamente el retrato de estadista infalible con que Mitterrand quiso pasar a la historia.

Desde el colaboracionismo de Vichy hasta los titubeos frente a la unificación alemana, el difunto presidente tiene explicación para todo: siempre fueron otros quienes se equivocaron.Mitterrand murió cuando trabajaba todavía en De Alemania, de Francia, un. curioso canto de amor a los dos países y a la construcción europea. Escribió las últimas páginas en, Egipto, durante las pasadas Navidades, dos semanas antes de fallecer. Logró ofrecer su versión sobre la unificación de Alemania, pero quedaron en el tintero sus recuerdos sobre las guerras en el golfo . Pérsico y en la ex Yugoslavia.

El libro tiene dos fragmentos originales, referentes a Alemania y a las reacciones internacionales tras su llegada a la presidencia, en 1981, y ha sido completado por el editor con antiguos discursos y entrevistas. El otro tomo, Memorias interrumpidas, es en realidad una larga entrevista concedida al periodista más fiel entre los fieles, Georges-Marc Benamou, y abarca su vida desde la infancia hasta el palacio del Elíseo.

Memorias interrumpidas constituye, en parte; una respuesta a Una juventud francesa, el libro de Pierre Péan sobre la fase más oscura de la biografía de Mitterrand: la época del estudiante ultraderechista, del soldado, del prisionero en Alemania y del funcionario del régimen colaboracionista de Vichy, condecorado incluso por sus servicios al mariscal Philippe Pétain. Mitterrand insiste en que no sabía que el régimen era antisemita, subraya que no fue funcionario sino "contratado asimilado" y ofrece una relación exhaustiva de sus posteriores actividades en la Resistencia.

En ese primer tomo comparte protagonismo con el general Charles de Gaulle, su archienemi go durante un cuarto de siglo, un hombre al que el ex -presidente socialista atribuye "una indudable grandeza" y a la vez un odio obsesivo hacia Mitterrand. Aunque en realidad fue él el obsesionado con De Gaulle, como se refleja en las Memorias interrumpidas. Mitterrand afirma que la Resistencia exterior (De Gaulle) "ocultó el movimiento popular en el interior" (o sea, el de personas como él) y acaba ajustando cuentas con el general y con su propio pasado en una sola frase: "Como yo no era gaullista, se han dedicado durante años a sugerir que no fui un resistente auténtico".

Rara vez admite Mitterrand haber cometido algún error. Sólo lo hace al hablar de Argelia. Fue "políticamente erróneo", aunque "legalmente exacto", afirmar en 1954, como ministro del Interior, que Argelia era Francia. También fue "un error, seguramente", traspasa r en 1956, como ministro de Justicia, el poder judicial en Argelia al Ejército.

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De Alemania, de Francia, libro realmente postrero, constituye a la vez una declaración de amistad hacia el canciller Helmut Kohl, una lección de historia del siglo XX, una profesión de fe en la unidad europea y una hábil reescritura de los acontecimientos de 1989. El recelo de Mitterrand ante la unificación alemana, bien documentado en distintas obras, se convierte en un rumor sin fundamento, nacido de un artículo publicado por el diario germano Die Zeit: "De ahí partió la referida campana, de la que percibo aún los efectos, según la cual yo habría sido hostil a la reunificación".

Mitterrand echa mano de un demonio menor, el pobre Valèry Giscar d'Estaing, para consumar el exorcismo: "Federalista europeo en otoño, el invierno le ha lló confederalista alemán, antes de transfórmarse, con las primeras brisas de la primavera, en un cruzado de la unificación". Giscard, que le venció en 1974 y a quien de rrotó en 1981, tuvo la osadía de afirmar en 1990 que Mitterrand había "perdido el tren de la unificación alemana". Tonton se venga. después de muerto: "Si eso fue verdad, se habrá constatado, le yendo estas líneas, que mucha gente se quedó conmigo en el andén".

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