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"Zafarrancho" cubano

Cuba acaba de entrar en la campaña electoral americana: la crisis de las avionetas impulsa de nuevo las hostilidades, abre paso a la ley Helms-Burton de estrangulamiento económico de la isla, da oportunidad a Clinton de ganar posiciones en Florida y, además, cercena un posible acuerdo comercial de la Unión Europea con Cuba, pues como declaraba con exageración a propósito de este último incidente el asesor presidencial para asuntos cubanos, Richard Nuccio, "querernos que quede claro que esto es una disputa entre Cuba y el resto del mundo, no sólo una batalla entre Washington y La Habana".Cuba frente al mundo, y no únicamente frente a Estados Unidos, al exilio de Miami o a los pilotos del rescate: zafarrancho cubano, cuando también la situación interna permite hablar de zafrarrancho, esto es, que la vida del país está subordinada hoy como hace décadas a los resultados de la zafra azucarera: si es tan mala como el año pasado se agravarán todavía más los problemas económicos de la isla.

En medio de estas crisis recurrentes, Cuba está empeñada en inventar la cuadratura del círculo: un país sin recursos naturales estratégicos, sin base tecnológica, sin aliados internacionales y sin renta de situación geopolítica, se propone desde hace varios años crear un nuevo sistema que sea capitalista y socialista a la vez, abierto a las inversiones multinacionales extranjeras y cerrado a la inversión privada nacional, con política revolucionaria en casa y con economía de mercado fuera, y que, además, garantice los derechos humanos básicos -sanidad, educación y seguridad social- para todos los cubanos.

Después del desplome hace unos años de su socio y protector -la URSS-, después de la caída en picado de su producto interior bruto; después de pasar de una cierta economía industrial a una especie de economía natural, después de una contrarrevolución económica sin precedentes, el régimen de Fidel Castro continúa a pesar de los pesares ensayando caminos al paraíso.

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Cuba ha hecho en estos últimos dos años más cambios económicos que en los 35 anteriores de revolución tratando de integrarse en el mercado mundial. En efecto, hay desde hace meses una apertura completa a la inversión extranjera, amparada en una reforma constitucional para garantizarla; hay un nuevo marco, monetario para las relaciones económicas exteriores basado en el dólar; hay un traslado de las grandes propiedades agrarias estatales a manos cooperativas privadas; hay un nuevo mercado libre agropecuario, y hay, en fin, un nuevo sistema de empresa familiar llamado "trabajo por cuenta propia".

Pero las contradicciones de este proceso las describía hace poco el otro hombre fuerte de las, reformas, Carlos Lage, hablando de "los paladares", los restaurantes privados que se han abierto hace un año: esas fondas sólo están autorizadas a tener una capacidad (le 12 sillas, "porque hemos dado márgenes a la iniciativa privada sin haber, desarrollado un sistema impositivo eficaz. Algunas reformas que nos hemos visto obligados a introducir generan desigualdades, y no es justo que dejemos que esas desigualdades se acrecienten en exceso cuando hay sectores, como los médicos y los maestros, que no tienen tantas posibilidades de beneficiarse de esas reformas".

El mismo Lage habla de las reformas pendientes: el sistema bancario, los impuestos, la descentralización de la gestión empresarial, la implantación de la pequeña y mediana empresa, la libre contratación de trabajadores, y las reconversiones sectoriales pendientes, aunque el Gobierno "no va aplicar", dice, "medidas de choque, ni a realizar despidos masivos, ni a dejar a nadie desamparado".

Ahora bien, Lage advierte que para lograr el éxito de las reformas hay que aprender del fin de la URSS, que de intentar el perfeccionamiento del socialismo (Gorbachov) pasó al capitalismo salvaje (Yeltsin) porque allí, "se quisieron hacer todos los cambios a la vez, se aceptaron condicionamientos externos a cambio de créditos que nunca llegaron y al final abandonaron los principios e ideas del socialismo, algo que aquí no ha ocurrido".

La otra gran enseñanza viene del Norte, del gran vecino. Se trata de aprender de la historia de las relaciones entre Cuba y EE UU. Durante la colonia, los americanos aplicaron en Cuba el histórico teorema de "la fruta madura", que funciona según "la ley de la gravitación política", frente a los que, como el presidente Jefferson, querían simplemente la anexión de la isla. La teoría, formulada hace cerca de dos siglos por John Quincy Adams, defendía que para incorporar Cuba a la Unión Americana no debía realizarse ninguna intervención directa, que había que dejar que el tiempo hiciera su trabajo hasta que Cuba -"madura"- cayera por la fuerza de la gravitación política en sus manos.

La otra gran lección histórica de las relaciones con el vecino del Norte es de este siglo, cuando por medio de la Enmienda Platt, de intervenciones militares directas o a través de varios presidentes títeres, EE UU gobernaba la política cubana y explotaba los recursos económicos del país en beneficio: de un puñado de familias y ole compañías norteamericanas. Por eso ahora se trata de afirmar ante todo la soberanía nacional frente a la injerencia yanqui, y, además, evitar el control económico de la isla por unas pocas multinacionales, de tal manera que las inversiones extranjeras las realicen muchas empresas y muchos países distintos: como dicen que cuenta Castro en privado, "si somos de muchos no somos de nadie".

Así que los límites de la reforma poscomunista cubana para hacer la cuadratura del círculo con el socialismo y el mercado están claros: ni la "ensaladilla rusa" de democracia con hambre, ni la "fruta madura americana" de libertad sin patria. De momento hay que seguir con la reforma de las 12 sillas.

Cuba es, pues, un laboratorio en marcha, aunque el ensayo para inventar un sistema nuevo no se realiza en una probeta, sino en un país Reno de gente. Y para que el ensayo no reviente se necesita que la mayoría de esa gente acepte que una jinetera gane más dólares en un día que un ingeniero en un mes, que un vendedor ilegal de tabaco gane más en una semana que un obrero en un año, que donde hay puestos de trabajo para todos falten empleos, donde hay educación para todos falten libros y donde hay medicina para todos falten medicamentos.

Pero si continúa la liberalización económica las desigualdades seguirán, si vienen empresas extranjeras con nuevas tecnologías el paro aumentará, y, además, si la zafra azucarera es tan desastrosa como el año pasado -la peor desde la revolución, con 3,5 millones de toneladas-, el país no podrá comprar ni libros para la educación, ni medicamentos para la salud, ni comida para la gente, ni insumos para la actividad económica: como reconoció el propio Fidel Castro en la última reunión de la Asamblea Nacional para aprobar los presupuestos de este año, "todo se puede venir abajo si falla la zafra".

Zafrarrancho cubano: la vida del país colgada todavía de la zafra, como si cerca de cuarenta años de revolución. no hubieran servido para nada, mientras la misma Asamblea Nacional aprobó un "impuesto proporcional", que sustituye a la tasa fija de actividad, tratando de combatir las crecientes desigualdades, porque -en palabras de Castro- "para crear una nueva burguesía rica no se hizo la revolución": lo primero es lo primero.

Y lo primero es el socialismo. Para el régimen cubano, el fracaso de la URSS y de, los demás países del Este no significa el fracaso del socialismo, sino de un modelo de sistema socialista; al contrario, el futuro será socialista mientras las causas que lo han originado -explotación, hambre y miseria de gentes y de pueblos- sigan vigentes, y así como después, de sus primeros éxitos en Inglaterra y Francia la revolución liberal burguesa fue derrotada durante décadas por la contrarrevolución absolutista hasta imponerse definitivamente en el siglo pasado, así el socialismo soporta ahora la contrarrevolución capitalista, pero la historia continúa.

Firme en sus posiciones, aferrado a sus viejos principios, el régimen cubano trata de ganar tiempo para que las inversiones extranjeras y las reformas económicas internas den sus frutos, aunque también puede ocurrir que den "frutos maduros", esto es, que si existen las leyes de la gravitación política, el tiempo juegue en su contra entre zafrarrancho y zafarrancho.

Germán Ojeda es profesor titular de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Oviedo y director de un master en Economía organizado por varias universidades españolas en Cuba.

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