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LA REVOLUCIÓN DE AGOSTO

Marchais se proclama "más comunista que nunca"

JAVIER VALENZUELADesde hace 21 años Georges Marchais dirige el Partido Comunista francés (PCF) sin que los vendavales de la historia logren moverle un solo pelo de sus tupidas cejas. "Soy más comunista que nunca", dijo ayer en la reunión extraordinaria del Comité Central del PCF consagrada a los acontecimientos de la URSS. Los llamados refundadores, los ex ministros, diputados y alcaldes que aspiran a reformar la antaño poderosa formación marxista-leninista francesa, acudieron a la reunión con ganas de pelea, pero pocas esperanzas en su victoria.

El fracasado golpe de Estado en la URSS y la revolución democrática que le ha seguido han provocado una tremenda resaca política en Francia. De los grandes países occidentales, subrayan los analistas políticos franceses, éste es quizá el más marcado por el comunismo. Hace apenas siete años, cuatro ministros de] PCF formaban parte del Gobierno de unión de izquierda francés. Incluso hoy el PCF sigue contando con 26 diputados, que colaboran en la estabilidad del Gabinete socialista, y controla también la CGT, la primera fuerza sindical de] país. En Francia, todos los grandes debates políticos, económicos y, culturales de este siglo han girado en torno al mito de que en la URSS se estaba construyendo un mundo nuevo. El centralista. Estado francés, el poderoso sector público en la economía, el ideal de la enseñanza laica y gratuita se han nutrido tanto en los ideales jacobinos de 1789 como de los de la revolución rusa de 1917.

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Un trauma nacional

Por eso lo que ocurre en la URSS representa todo un trauma nacional. Un trauma al que tan sólo parece escapar la nomenklatura de la plaza del Colonel Fabien, sede del PCF. Esa nomenklatura, en boca de André Lajoinie, rechazó ayer todo cambio en la dirección, organización, denominación u orientación política del partido: "Las fuerzas del capital intentan aprovechar los acontecimientos de la URSS para golpear al PCF".

Lo grave para la vida política fancesa es, que el inmovilismo de Marchais y los suyos daña seriamente a los social Istas, que di rigen el país desde 1981. Al presidente Frariçois Mitterrand, vivamente criticado por su vacilante condena inicial del golpe en la URSS, se le reprocha también su ya largo y siempre conflictivo rnatrimonio de conveniencia con los comunistas. Aunque la unión de la izquierda muriera hace siete anos, sin el apoyo de los diputados del PCF el Gobierno de Edith Cresson no lograría hacer aprobar sus leyes ni evitaría las mociones de censura.

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Pero, a sus 71 años, Marchais no está dispuesto a cambiar. En las últimas dos décadas, y sin necesidad de los acontecimientos en el Este y en la URSS, la actitud numantina de este ex mecánico ya había conseguído convertir el que fuera primer partido de Francia en una secta de obreros entrados en años.

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