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Roma despide al actor Ugo Tognazzi, el rey de la comedia italiana

El intérprete de 'La gran comilona' preparaba su vuelta al teatro

Juan Arias

Ugo Tognazzi, el llamado rey de la comedia italiana, fallecido la noche del sábado por hemorragia cerebral en una clínica romana, tenía sólo 68 años, aunque su incansable actividad, que lo ha tenido en pie en la escena durante 50 años consecutivos, le había convertido en una especie de patriarca sin edad del cine y del teatro de este país eterno e inmortal.

Sus funerales se celebrarán mariana, martes, en la iglesia de Piazza del Popolo de Roma, y el humano y campechano Tognazzi será llorado no sólo por sus compañeros de arte, que lo amaban por ser un actor sin máscara, espontáneo, que no escondía sus defectos, sino también la gente sencilla de la calle, que apreciaba de él haberse abierto camino en la vida a codazos, con ahínco, sin recomendaciones.El actor, que junto con Gasman, Sordi, Mastroianni y Manfredi ha sido uno de los grandes de la escena italiana, de joven, más que recitar, lo que le hubiese gustado habría sido ser futbolista, hasta el punto que lo llamaban "el futuro Zamora" italiano, pero una lesión en un pie lo constriñó primero a trabajar en una tienda de embutidos y enseguida a recitar en un oratorio de religiosos.

Y una vez escogido el camino del arte, se fue abriendo paso empujón a empujón, aceptando al principio papeles humildes y hasta desagradables, de simple bufón. Pero poco a poco su talento fue siendo descubierto tanto en el cabaré como en el teatro y en el cine. A veces se quejaba de que le asignaban casi siempre "personajes diabólicos", por lo que Luigi Rondi, el gran crítico cinematográfico, lo ha calificado ayer de "sulfúreo". Pero lo cierto es que dichos papeles, a veces en el límite del buen gusto, se prestabari egregiamente a un personaje como Tognazzi, que ha sido descrito como "un moralista con vena de inmoralidad" y "un conformista con el gusto de ir contra corriente".

Los sentidos

Si Sordi ha encarnado los vicios mezquinos de un cierto italiano medio miedoso y que se inclina ante el poder para sacarle tajada, y Gasman -considerado el menos italiano de los actores- ha sido, al revés, el prototipo del personaje que encarna el orgullo, Tognazzi ha representado a otro tipo de italiano: al que desea gustar de la vida hasta el límite de la inmoralidad, al que es capaz de ironizar hasta de las desgracias ajenas, al que no oculta sus vicios. Tognazzi supo en cada decenio de su larga carrera artística acomodarse al nuevo tipo de italiano que nacía. Y así es muy distinto el Tognazzi de Ape Regina y de La gran comilona al de Il Vizietto o el de Amici miei. En lo que nunca consiguió brillar Tognazzi fue como director de cine. Probó cinco veces con el tesón que lo caracterizaba, pero siempre en vano.

Amaba todo lo que recrea los sentidos: el sexo, la comida, el deporte, la amistad, la naturale za. Y por eso odiaba y tenía terror a la muerte. Solía, decir que no quería ser "sabio" ni que le llamaran "maestro", porque ello era la señal, decía, de que "me consideran viejo y acabado".

Precisamente para este otoño Tognazzi tenía toda una serie de proyectos, entre ellos una vuelta, al que en el fondo fue el amor más profundo de su vida: el teatro. Cuando le ha sorprendido la muerte se estaba preparando para recitar en el Elíseo de Roma Madama Butterfly. Y precisamen te delteatro había recibido quizá sus mayores triunfos, como cuando en 1986 recitó con gran éxito en el Théátre de Europe, en francés, Seis personajes en busca de autor junto con los actores de la Comédie Française, lo que le había ganado fama de actor internacional.

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