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Martín Vigil recupera, bajo secreto de confesión, los cinco grabados de Picasso robados en el MEAC

El novelista y ex jesuita afirma que el ladrón fue un joven de unos 25 años

El ex jesuita y escritor José Luis Martín Vigil, de 66 años, entregó ayer al director del Museo de Arte Contemporáneo (MEAC) los cinco grabados de Pablo Picasso robados de una vitrina de seguridad de la pinacoteca el pasado 8 de diciembre. Martín Vigil, que abandonó la orden de los jesuitas en 1958, afirmó que había recibido el encargo de devolver las obras en ejercicio del ministerio sacerdotal, por lo que esperaba no ser interrogado por la policía. "Que yo realice la confesión es ilícito, pero es válido, porque se es sacerdote ad aeternum". Los cinco grabados se encuentran en perfecto estado.

José Luis Martín Vigil no está nada sorprendido de haber sido la persona elegida por el autor del robo de los grabados para que gestionara su devolución a la pinacoteca de la que fueron sus traídos. Dice que su contacto con gentes de pocos años ha sido muy frecuente, como consecuen cia de la búsqueda de material para nutrir los argumentos de la 56 novelas que ha publicado has ta la fecha.Sentado en uno de los confortables sofás de su céntrico domicilio madrileño, Martín Vigil cuenta que hace una semana recibió una llamada telefónica de alguien, un muchacho, que le dijo que tenía algo que contarle. El teléfono se lo pudo haber facilitado cualquiera de los jóvenes con los que frecuentemente pasa el tiempo este famoso ex jesuita. Fiándose de su intuición, citó al muchacho en su casa. "Pienso que llegó para asegurarse de que podía tener confianza conmigo. Rápidamente se le pasó el mosqueo y me dijo que tenía los grabados, que estaba asustado y que quería que yo los devolviera. El mismo domingo me los trajo a casa, en perfecto estado de conservación, y el lunes, a media mañana, se los llevé personalmente al director del museo", dice.

Aunque Martín Vigil se aferra a no dar pistas que puedan conducir a la identificación del ladrón, "porque siguiendo una tradición medieval él recurrió a la confesión", sí cuenta que se trata de un muchacho de edad situada en torno a los 25 años, que su aspecto es el de un estudiante medio, en lo que a su vestimenta se refiere, y que, si no es una persona muy culta, sí puede asegurar que se trata de una persona muy sensible que conoce perfectamente la obra de Picasso.

En opinión de Martín Vigil, el muchacho que le ha elegido como mensajero no tenía intención de hacer negocio con los grabados: "Mi impresión es que el chico fue a la exposición y, atraído por los grabados, observó que era muy fácil burlar el sistema de seguridad de la vitrina. Desmontó los cristales y se llevó las piezas. Casi podría asegurar que no ha hecho la menor gestión para vender los grabados. Creo que los quería guardar para exhibirlos en su casa".

Sobre el repentino arrepentimiento del ladrón, Martín Vigil cree que, al ver la difusión que el robo tuvo en los medios de comunicación, el muchacho se asustó y pensó en la manera más rápida de salir del embrollo en el que se había metido. "Alguien le hablaría de mí y pensó que la solución podría ser buena. O, por lo menos, segura.

En España hay una gran tradición, de origen medieval, de devolver lo robado a los sacerdotes para que hagan de mediadores con los afectados por el robo", dice Martín Vigil, dscartando la posibilidad de que el arrepentimiento del joven obedeciera a motivos religiosos.

Martín Vigil asegura que el hecho de que abandonara la Orden de los Jesuitas en 1958 para dedicarse exclusivamente a la escritura no le incapacita para seguir ejerciendo, en determinadas circunstancias, el ministerio del sacerdocio. "Es ¡lícito pero es válido, porque se es sacerdote ad aeternum", afirma.

Los cinco grabados, carentes de denominación, tienen unas dimensiones medias de 21 por 15 centímetros y pertenecen a la última época del artista, entre 1971 y 1972. Fueron adquiridos en 1982 por el Ministerio de Cultura a una galería madrileña por un millón de pesetas por todos ellos. El precio que podrían alcanzar ahora en el mercado es de un millón de pesetas cada uno. Las piezas robadas se exhibían junto a otros 30 grabados propiedad del MEAC en una exposición complernentaria a la de los fondos propiedad de la viuda del pintor.

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