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Roma condena al teólogo Hans Küng

Juan Arias

El famoso teólogo suizo Hans Küng, de 51 años, catedrático de Teología de la Universidad del estado de Tubinga, en Alemania Occidental, no puede ya considerarse «teólogo católico» ni puede, como tal, «seguir enseñando».Esta grave decisión ha sido tomada por la Congregación para la Doctrina de la Fe, el ex Santo Oficio, y aprobada por el papa Juan Pablo II, que ha dado orden de que se haga pública. La declaración pontificia la publicó ayer, con gran relieve, L'Osservatore Romano. En ella se afirma que la decisión ha sido tornada de acuerdo con «los obispos alemanes». De hecho, junto con la declaración de condena, el diario vaticano publica un largo artículo firmado por el cardenal Hoffner, presidente de la Confe rencia Episcopal Alemana, en el cual se afirma que la condena se ha hecho necesaria, sobre todo, por que el teólogo Küng se ha negado siempre a retractarse de las teorías erróneas de las que se le venía acu sando. El documento afirma, sin embarg,o, que el hecho de que a Hans Küng se le prohíba seguir enseñando teología no quiere decir «que no se le siga considerando sacerdote católico ni que haya sido echado fuera de la Iglesia».

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Llegó la hora para Hans Küng

En la declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe se afirma que la «Iglesia de Cristo ha recibido de Dios el mandito de conservar y defender el depósito de la fe» y que ningún teólogo «puede actuar sino en estrecha unión con la misión de enseñar la verdad, de la cual sólo la Iglesia es responsable ».

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El Vaticano acusa a Küng de desprecio al magisterio de la Iglesia

(Viene de primera página)

Al famoso teólogo conciliar, «el teólogo católico más leído por el mundo seglar», se le acusa de enseñar una doctrina no conforme con el magisterio de la Iglesia en materia de infalibilidad de la Iglesia, de la divinidad de Cristo, de la consagración eucarística y de la virginidad de María. Quizá la acusación más grave sea la siguiente: «El desprecio por el magisterio de la Iglesia se encuentra», dice el documento, «en diversas obras publicadas por el profesor Hans Küng, con detrimento de varios puntos esenciales de la fe católica».

En la declaración del ex Santo Oficio, firmada por el Papa, se recuerda toda la trayectoria del proceso al teólogo suizo, que empezó en 1975. Durante varias ocasiones se le pidió de Roma, y también por parte de los obispos alemanes, que se retractara de algunas de sus teorías, consideradas contrarias a la doctrina de la fe católica. Pero Hans Küng siguió publicando y enseñando las mismas ideas de las que le acusaba el Vaticano.

La Congregación de la Fe abrió entonces contra él un proceso ordinario (es decir, contra un autor al que aún no se considera automáticamente como hereje). Se trataba de un proceso idéntico al que se acaba de someter al belga-holandés Edward Schillebeeckx. Pero Küng se negó siempre a venir a Roma para ser interrogado. Afirmó que lo haría sólo si se le comunicaban antes todas las acusaciones y, sobre todo, si se publicaban los nombres de los jueces que deberían interrogarlo y del abogado defensor que debería defenderlo. Como el ex Santo Oficio no aceptó sus condiciones, el catedrático de Tubinga nunca vino a Roma. Y por eso la Congregación de la Fe actuó según el reglamento usado en los casos extraordinarios (es decir, por su cuenta, consultando sólo con los superiores del teólogo).

La sala de prensa del Vaticano difundió ayer una nota oficial en la que se decía textualmente: «Se podría uno preguntar si la acción que la Congregación para la Doctrina de la Fe ha emprendido desde hace unos meses contra tres famosos teólogos -el francés Pohier, el belga-holandés Schillebeeckx y ahora Hans Küng- haya sido concertada y responda a una intención precisa.» Y responde: «No es así, y no hay que ver en ello sino una simple coincidencia.» Se afirma que se trata «de tres casos distintos y sin relación entre ellos». Evidentemente se ha temido que estos procesos en cadena pudiesen ser interpretados por la opinión pública mundial como una acción represiva del papa Wojtyla contra los más famosos teólogos actuales, fautores del Concilio Vaticano II e inspiradores de la vuelta de la Iglesia católica hacia una fe más secularizada, una teología más liberal y más encarnada en la historia viva de los hombres de hoy y de sus problemas.

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