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El cine norteamericano presenta sus películas en Europa

Juan Cruz

Deauville es la mejor ciudad proustiana de todas las costeras francesas que podían haber acogido a los viejos del cine americano. La cuarta edición del Festival de Cine de Estados Unidos reúne aquí, en efecto, a muchos de esos personajes que le han dado a la vida social de la cinematografía un discreto encanto singular cuando, por ejemplo, Gloria Swanson, a quien se le rinde un amplio homenaje en Deauville, entraba en los salones del casino de esta ciudad para cenar con King Vidor, otro homenajeado, toda la cursilería que habitaba en el casino a esa hora centró sus focos en el personaje diminuto y blanco. Gloria Swanson, cerca de ochenta años, frágil pero decidida, caminó como si siguiera las órdenes de Eric voin Stroheim y estuviera interpretando de nuevo la Reina Kelly, su filme más famoso y también más rodeado de escándalo.

ENVIADO ESPECIAL, King Vidor (Texas, 1895) es otro ser frágil y blanco que ha dirigido en su vida a los mejores actores y cuyo trabajo se ha desarrollado en estudios norteamericanos. Gregory Peck, Henry Fonda, Gary Cooper, Charlton Heston, Audrey Hepburn, Gina Lollobrigida y Kirk Douglas han actuado a sus órdenes. Vidor y Swanson, ajenos al mundo de las intrigas cinematográficas, saboreando su vejez, cenaron lentamente, ayudados por vino francés y perturbados por actores de segundo orden que querían ser fotografiados con ellos, esperando alguna clase de contagio histórico.Otro norteamericano que va a recibir en Deauville el homenaje de esta ciudad y de los productores norteamericanos es Kirk Douglas, quien a sus 62 años ya está situado por los organizadores de este festival entre las viejas glorias de talento indiscutible.

Ni Vidor, ni Gloria Swanson, ni Kirk Douglas concentran tanta expectación como John Travolta, que vendrá a Deauville el próximo viernes como para ensayar un paso de baile, porque sólo estará unas horas. Travolta, el protagonista de Fiebre del sábado por la noche, presentará aquí el estreno europeo de su nuevo filme, Grease, en el que comparte el protagonismo con otra revelación, Olivia Newton John.

Esas son las expectaciones más notables del festival. Son los personajes cuya presencia le garantizan al certamen el viejo encanto de la cinematografía norteamericana. Sin embargo, desde el punto de vista estrictamente cinematográfico, hay otros elementos que atraen la atención porque pueden ser nuevas pruebas de la vitalidad de la industria fílmica de los Estados Unidos. Los hijos de Sánchez, de Hall Barlett, según la celebre historia antropológica de Oscar Lewis, es uno de esos ejercicios de investigación cinematográfica que por sí mismos dan validez a un festival de estas características. Los intérpretes son Anthony Queen, Dolores del Río y Lupita Ferrer. Se espera que Los hijos de Sánchez sea una prueba de cine etnológico que enseñe de una vez a los europeos que tengan la desfachatez de ensayar industrias como la Botejara, de Alfredo Amestoy, sin recordar que el cine documental es también, pura y exclusivamente, cine.

Parece un «revival» el festival de Deauville. La historia de los sesenta -está presente en todas partes. Robert Zemeckis, director de cine, ha llevado a la pantalla, por ejemplo, la crónica de la fiebre que originó en Estados Unidos la existencia de los Beatles. I wanna hold your hand (Quiero coger tu mano), titulo de una de las canciones más célebres del grupo británico, ha servido para dar nombre al filme, producido por uno de los genios más jóvenes y mimados de la cinematrografía norteamericana: Steven. Spielberg, el director de cintas tan populares como Encuentros en la tercera fase y Tiburón. La vida política estadounidense de esa década también se halla presente en el festival de Deauville. El atentado contra Robert Kennedy, cuando el hermano del presidente hacía campaña electoral para la presidencia de su país, es motivo de una película clon la que precisamente se abre el certamen; se trata de The last campaign (La última campaña), que ha dirigido Bárbara Franck.

Por supuesto, los productores norteamericanos esperan rubricar en este festival las esperanzas que su industria tiene ahora en un producto llamado Jewison, un director de cine que se sentaba el domingo por la noche, silencioso, junto a King Vidor y Gloria Swanson, y que ahora tiene en el mercado internacional su última realización, F. I. S. T., siglas cuyo conjunto viene a significar Puño, interpreta da por el protagonista de Rocky, Sylvester Stallone. Norman Jewison fue el creador de aquel obsesivo ejercicio cinematográfico titulado Rollerball. En esta ocasión, F. I. S. T. parece que ido más a las raíces sociológicas de personajes como el propio Stallone, que da vida en este filme a un emigrante que llega a Estados Unidos y forma un sindicato para defender a los que, como él, se hallan oprimidos en la tierra de la libertad, la hamburguesa y el cine. Jimmy Carter, el presidente de Estados Unidos, dijo hace unas semanas que la mejor propaganda que existía de Estados Unidos era la que le hacía su cine. No sólo eso: el cine es Estados Unidos.

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