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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El teatro español del siglo XX

Si el profesor Ruiz Ramón se hubiese ajustado al objetivo anunciado en el título de su libro, habría logrado un trabajo valioso y digno de elogio. Hace muchísima falta una historia del teatro español contemporáneo y el profesor Ruiz Ramón está en posesión de los atributos precisos para escribirla. Desafortunadamente su ambición le hizo apuntar a otra diana y quiso ser crítico; y de crítica -qué es eso, cómo se hace, y cuál es su contenido-, no tiene ni la más mínima idea. Se cree que crítica es decirnos qué le gusta y qué no le gusta, cuando a nosotros nos importa poco lo que a él le agrade o desagrade.Condenar una obra de arte porque no entre dentro de los gustos de uno o porque ofenda la delicada sensibilidad del crítico es la peor manera de demostrar la objetividad del investigador. La crítica es el análisis objetivo de la estructura y el contenido de la obra y el pronóstico de su posibilidad de supervivencia. Dicho de otra forma, es una evaluación de las ideas de la obra y de los recursos -metáforas y símbolos- con los que el autor transmite el efecto estético de la obra, a la vez que una valoración de su actualidad y su universalidad. En la crítica adecuadamente realizada no tiene lugar para el gusto personal, ya que éste destruye la necesaria objetividad del crítico. Condenar una obra porque el crítico la encuentra poco clara, como hace Ruiz Ramón con El hombre y la mosca, de Ruibal, o repugnante y nauseabundo (como hace con El convidado, de Martínez Mediero) es, en mejor de los casos, hablar por hablar y, en el peor, decir bobadas a mala idea.

Historia del teatro español del siglo XX

Francisco Ruiz Ramón. Ediciones Cátedra, 3. edición, ampliada. Madrid, 1977.

Antropología

Resulta que el profesor Ruiz Ramón hace crítica teatral del siglo XX como si fuera un antropólogo del XIX, criticando a los aborígenes que son unos atrasados que no se ponen frac para ir a una cena de gala. La mayor parte del libro se dedica a largos discursos sobre Benavente, Valle Inclán, Grau, Lorca, Alberti y Aub.Todos ellos son dramaturgos importantes, y nada tiene de malo analizarlos en profundidad, pero sí cuando ya otros han escrito mucho sobre ellos y de forma más completa y aguda (conviene advertir que además sólo alguno de estos críticos es mencionado ocasionalmente en nota a pie de página).

Paso

Para la historia del teatro del siglo XX parecen también importantes: Pemán, Luca de Tena, De la Torre, Calvo Sotelo, López Rubio, Ruiz Iriarte, Mihura y Paso. Por razones que se me escapan, Ruiz Ramón se lamenta de la pérdida para el teatro español del gran talento de Paso, y lo atribuye a su deseo de popularidad. Sin ninguna duda Paso posee esta última cualidad con abundancia (¿y quién -qué escritor- no?), Ruiz Ramón confunde la facilidad para el diálogo teatral con el talento, y, aparentemente, ha evitado leer sus obras de chabacana, falsa moral y carentes de estilo dramático, que dan una idea mucho más aproximada de por qué tuvo lugar su cambio de rebelde oculto a servil adulador, que la citada de su deseo de popularidad.Además de lo anterior, hay un largo capítulo, titulado testimonio y compromiso, dedicado a Buero Vallejo y Sastre, en el que Ruiz Ramón nos hace saber que admira la obra del primero -como yo- y se las arregla para no aclararse, bajo aparentes alabanzas al hablar del segundo.

La última parte del libro lleva por título Introducción al nuevo teatro español y trata de los últimos veinticinco años de la escena española. Y en él Ruiz Ramón nos hace saber, con comprometedora franqueza, que en realidad no entiende el teatro de José Ruibal. Es aquí donde El convidado, de Martínez Mediero, la más perfecta descripción simbólica de la universalidad humana del id en su forma más salvajemente atávica que jamás haya subido a un escenario, se liquida con las siguientes palabras:

«Ignoramos cuál puede ser en escena la eficacia de tan nauseabundo espectáculo, a no ser que el propósito del autor sea provocar la náusea del espectador.» También se nos dice aquí que los dramas de Bellido y Martínez Ballesteros no sobrevivirán en las actuales condiciones de España, porque tratan sobre la represión política. Uno siente la tentación de preguntar a Ruiz Ramón si ha oído hablar alguna vez de Chile, Uruguay, Paraguay, China, países del bloque comunista, Brasil, las Filipinas, India, Belivia o Irán. Y, finalmente, será aquí donde el lector encuentre autores de importancia tal como Guevara, Quiles, Rellán y Jiménez Romero. A los que no se menciona (aparecen en una lista al final del libro como escritores «de los que no hemos podido ocupamos en nuestras páginas»). Ante el hecho de que, a falta de otro, este libro será probablemente aceptado como texto sobre el tema, estas omisiones son realmente imperdonables. No se nos da ninguna explicación de por qué Pemán y no Guevara, por qué Luca de Tena y no Rellán, por qué Millán y no Quiles, por qué Salóm y no Jiménez Romero. En el prólogo, el profesor Ruiz Ramón invita al lector interesado en tales autores a consultar mi libro Spanish, Underground, Drama donde, se nos dice, «el lector interesado» encontrará «otros puntos de vista» para neutralizar el que «no todos los frutos de ese teatro sean de nuestro gusto». Es una cortesía por parte de Ruiz Ramón, pero también es extremadamente ingenuo. Sería algo semejante a un meticulosísimo botánico que no incluyera el roble en un catálogo de árboles porque los robles dan bellotas y éstas son comidas por los cerdos, que son animales repugnantes.

En resumen, la aproximación del profesor Ruiz Ramón al estudio del teatro español actual es la de un físico que escribiera un libro de texto desde el punto le vista de la mecánica neutoniana en la edad de la relatividad einsteniana y la incertidumbre heisenbergiana.

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