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Mundial de Fútbol
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Messi: caudillo de Argentina

Nunca se había visto a un jugador tan argentinizado y hasta cierto punto maradoniano, al menos a ojos de Europa

Jugadores de Argentina celebran al ganar la serie de penaltis del partido de cuartos de final ante Países Bajos.
Jugadores de Argentina celebran al ganar la serie de penaltis del partido de cuartos de final ante Países Bajos.Alberto Estevez (EFE)
Ramon Besa

Ya nadie tiene dudas de que Messi es hoy el caudillo de la Albiceleste después de chequear las jugadas, las imágenes y las voces que ha dejado el partido que Argentina disputó y ganó en los penaltis contra Países Bajos. Nunca se había visto a un jugador tan argentinizado y hasta cierto punto maradoniano, al menos a ojos de Europa, que estaba acostumbrada a un futbolista formal y callado, educado en la exquisita academia del Barça, vecino de la playa de Castelldefels y en el último año compañero de Neymar y Mbappé en la acaramelada París. Incluso puede que su estruendosa actuación en el partido de cuartos de final sorprendiera también a Argentina.

Aquel niño de Rosario que necesitaba de la intermediación de su amiga de pupitre para responder a la maestra cuando le preguntaba en clase, el adolescente que se encadenó al amor de por vida llamado Antonella y el jugador que precisaba de un ventrílocuo para expresar su opinión, se convirtió a los 35 años en un volcán que no paró de hablar para defender a la Albiceleste frente al discurso de la vieja Holanda, la portadora del juego original en la Copa del Mundo. Messi, educado en Europa, dejó de ser un pecho frío en América, dispuesto a heredar si hace falta el discurso justiciero de Maradona, ambos orgullo hoy de la castigada Argentina.

El rosarino disfrutó del juego y del partido, mostró su vena más competitiva, temperamental y artística y, al tiempo, reivindicativa, imprescindibles todas para derrotar a Países Bajos antes, durante y después de un partido complicado, difícil de controlar emocionalmente, muy propio de los que ocupan el interés en el Mundial. No solo se trataba de jugar sino también de marcar las leyes de la contienda por encima del criterio de colegiados tan ególatras como Mateu Lahoz. La elocuencia futbolística de Messi se impuso al intervencionismo del árbitro y a la queja holandesa defendida por el currículo —20 partidos invicto en el Mundial— y la brusca franqueza del maestro Van Gaal.

Messi asistió a Molina en el 0-1 y marcó de penalti el 0-2 para reivindicar después de la rueda de los penaltis que había ganado el partido para Argentina, de manera que defendió el resultado hasta las últimas consecuencias, también ante una opinión pública extrañada por su elocuencia y agresividad verbal, muy asociadas a Argentina y mal vistas en Europa.

Hay una escena que trasciende a la bronca que mantuvo continuamente con cuantos portaban la zamarra oranje y que se visualizó en escenas tan sobrecogedoras como el pelotazo de Paredes previo al 2-2 y la mofa triunfadora ante los derrotados después de la tanda de penaltis protagonizada por Dibu Martínez. Ocurrió cuando Messi transformó el 0-2 y se dirigió al banquillo holandés para posar ante Van Gaal y evocar la figura del Topo Gigio.

El delantero reivindicó al idolatrado Riquelme ante el seleccionador que no solo prescindió del exjugador argentino en sus tiempos de técnico del Barcelona sino que también había cuestionado el protagonismo del propio Messi en la semifinal de la Copa 2014 disputada en Brasil, cuando Argentina también derrotó en los penaltis a Holanda. Van Gaal y los suyos habían relativizado la importancia del 10 en vigilias del encuentro de Qatar al mismo tiempo que confiaban en su estrella en caso de que la fortuna dependiera por segunda vez de los tiros desde los 11 metros como ocurrió en las semifinales de la Copa disputada en Brasil.

Riquelme fue quien en su día marcó distancias respecto a Messi —”¡Nene, salí de acá que no pintás nada!”— con la misma rotundidad que después procedió Mascherano o antes Burdisso. La mesa chica, el escenario desde el que los veteranos tomaban las decisiones de la Albiceleste ante el silencio de Messi, ya no pinta nada desde que el rosarino asumió el liderazgo de la camada de jóvenes reunida por Scaloni. Todos rinden pleitesía a un capitán que no dudó en acudir en su defensa cuando en riesgo estaba la continuidad de Argentina en el Mundial. Ningún icono mejor para que la Albiceleste sea respetada que la del caudillo Messi por más extraño y doloroso que resulte para la vieja Europa. Argentina se ha desvivido por Messi desde la Copa América ganada en 2021 y Messi solo vive para Argentina.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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