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PAISAJES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aprender de la experiencia

El éxito de Iñaki Peña en la falta de Depay venía de todos esos ratos tras los entrenamientos en los que se quedaba para que los especialistas ensayasen sus habilidades

Peña para el lanzamiento de falta de Depay en el envite ante el Atlético.
Peña para el lanzamiento de falta de Depay en el envite ante el Atlético.ALBERT GEA (REUTERS)
Andoni Zubizarreta

Era una noche fría escocesa de noviembre de 1984 y España jugaba contra Escocia su partido de clasificación para el Mundial de 1986 que se jugaría en México, aunque entonces pensábamos que sería en Colombia y debutaban Clos y Urtubi con la selección española, ya que en aquellos tiempos llamarle La Roja hubiera sido impensable. Yo lo veía desde el banquillo, ya que en la portería jugaba un mito llamado Luis Arconada, y allí se iba a escuchar, a oír y a aprender mucho. Y si el escenario era el mítico Hampden Park de Glasgow, todo apuntaba a partido grande.

Escocia nos pasó por encima a base de un juego intenso pero con la calidad de jugadores como Graham Souness o Kenny Dalglish. Se pusieron 2 a 0 y, cuando pensábamos que teníamos una posibilidad al marcar Goikoetxea de cabeza, Dalglish recibió un balón en el pico derecho del área, recortó y fue ganado terreno hacia el interior para soltar un misil a aquello que antes era la escuadra contraria [ver ahora palo largo]. Y aunque Arconada voló, no llegó a aquel balón blanco majestuoso que se incrustó en su escuadra. La narración discreta y sabia de José Ángel de la Casa lo definía con un simple y conciso: “¡Qué gol acaba de marcar Dalglish!”. Sin superlativos innecesarios porque lo superlativo acababa de suceder en el campo.

Si usted, estimado lector, ve hoy ese gol se dirá que ha visto, por ejemplo, a Messi marcar muchos de ese estilo. Pero entonces lo del tiro de precisión, esa rosca mágica, era un asunto que se veía poco en los terrenos de juego.

El caso es que yo me había encontrado antes, bueno yo y todo el Athletic, con Dalglish y su Liverpool (por allí andaban también Souness y un tal Robinson entre otras leyendas de los Reds) en una eliminatoria de la Copa de Europa cuando nos medimos, casi un exacto año antes, en segunda ronda y con la vuelta en San Mamés. El caso es que Dalglish intentó ese mismo disparo cuando ya el Liverpool nos ganaba por un gol y buscando en este caso la escuadra izquierda de mi portería. Y yo, con las uñas más largas que hoy, conseguía desviar un tiro que tenía todas las trazas de acabar en gol. Por lo que cuando Dalglish marcaba y decidía en Hampden Park, yo revivía la acción de un año antes en San Mamés y mi cabeza se lamentaba de no haberlo comentado de forma preventiva con Arconada, ya que eran tiempos de escaso análisis visual y de pocas referencias de juego salvo las que las propias experiencias nos deparaban.

Me lamentaba mientras Escocia celebraba el gol a escasos metros de nuestro banquillo porque pensaba que esa experiencia mía hubiera sido oro en la cabeza y la anticipación de Arconada, y que, tal vez, un pasito a la derecha hubiera permitido a Luis alcanzar ese balón para que siguiéramos teniendo opciones en el partido.

Todo esto venía a mi cabeza —es lo que nos pasa a los que miramos al fútbol actual con algunos filtros del fútbol de antes— cuando veía a Iñaki Peña volar a su escuadra derecha para sacar de forma excelente esa falta que Memphis Depay había colocado de forma sublime. Todavía pensaba más en todo ello cuando leía que una parte del éxito venía de todos esos ratos después de los entrenamientos en los que Iñaki Peña se quedaba para que los especialistas de faltas ensayasen sus habilidades, esas que te pueden dar hasta un título de campeón de la Champions, pero que mientras tanto iban llenado el archivo de Iñaki de modalidades de tiro, posturas antes del disparo y hasta de la forma de colocar el balón de cada uno de esos especialistas. Y cuando uno de esos se llamaba Depay y jugaba con la camiseta del Barça, todo era para que le permitiera ganar el partido siguiente de los culés; pero toda esa información también le permitía al joven pero sabio portero azulgrana poder dar ese pasito a la derecha, esos cinco centímetros que le permitieron llegar a un balón imposible y dejar su puerta a 0.

Es que estos porteros de tanto observar hasta aprenden.

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